miel

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Era una noche luminosa y llena de risas en la casa de Sebastian Vettel. La decoración era colorida, con globos y luces brillantes que celebraban el cumpleaños de Daniel Ricciardo. El aroma a pastel recién horneado y miel llenaba el aire, y la música sonaba de fondo, creando un ambiente festivo.

Sebastian, con una sonrisa de oreja a oreja, se movía entre los invitados, asegurándose de que todos tuvieran lo que necesitaban. Había hecho todo lo posible para que la noche fuera perfecta. Sin embargo, había un pequeño problema: Max Verstappen.

Max, un híbrido de gato, era rápido y astuto. Se encontraba en la fiesta como pareja de Toto Wolff, el jefe del equipo Mercedes. Toto, alto y de porte elegante, trataba de mantener la paz, pero sabía que su chico podía ser un poco... problemático.

"¿Estás seguro de que es buena idea que venga Max?" le preguntó Sebastian a Toto mientras observaba a Max acechando la mesa de dulces.

"Es mi novio, Seb. Y sí, es un poco... intensito. Pero no puede ser tan malo," respondió Toto, con una mezcla de confianza y preocupación.

Aun así, Daniel, que siempre había sido más sensible a las provocaciones, no estaba entusiasmado con la presencia de Max. Desde que llegó, había estado ignorándolo, pero eso no impedía que Max lo siguiera con la mirada y se acercara cada vez que podía.

"¿Dónde está el cumpleañero?" preguntó Max, buscando a Daniel entre la multitud.

"Ya sabes, probablemente se está asegurando de que nadie estropee su miel," respondió Sebastian, con una sonrisa que escondía su preocupación.

A lo lejos, Daniel estaba conversando con algunos amigos, pero cada vez que su mirada se cruzaba con la de Max, podía sentir la incomodidad en el aire. Daniel, que era un híbrido de tejón mielero, tenía un vínculo especial con su miel, y el regalo de Sebastian, un tazón artesanal lleno de su miel favorita, era sagrado para él.

Max, incapaz de resistir la tentación, se acercó a la mesa donde estaba el tazón de miel. Con un movimiento rápido, metió su mano en el tazón y lamió la miel de sus dedos, disfrutando del sabor.

"¡Oye! ¿Qué crees que estás haciendo?" gritó Daniel, su rostro enrojeciéndose de rabia y sorpresa.

"No es nada, solo probando un poco," respondió Max con una sonrisa desafiante, ignorando el malestar evidente de Daniel.

Daniel, herido en su orgullo y con la miel en riesgo, se lanzó hacia Max, derribándolo al suelo. Los otros pilotos que estaban presentes se quedaron boquiabiertos, gritando al unísono.

"¡Daniel, cálmate!" dijo Sebastian, tratando de intervenir. Sabía que Daniel podía ser territorial, y la tensión en el aire era palpable.

Max, con lágrimas en los ojos, se encontró en una posición vulnerable. Daniel lo tenía sujeto de los brazos, gruñéndole tan cerca que podía sentir su aliento. "Si te mueves, morderé," amenazó Daniel, mostrando sus colmillos de manera intimidante.

"¡Dani, no es para tanto!" protestó Max, su voz temblorosa. "Solo quería probar la miel, no es el fin del mundo."

"Te estás metiendo con lo que más amo," replicó Daniel, su expresión feroz. La tensión era tan intensa que cualquiera podría haber pensado que la pelea terminaría mal.

"Vamos, chicos. Solo es una fiesta," intervino Sebastian, buscando calmar la situación. Pero Daniel estaba en su naturaleza, y eso era un problema. Max temía que la próxima mordida no fuera solo una advertencia.

En un intento desesperado de aplacar los ánimos, Sebastian se acercó con una jeringa en mano, un sedante especial que había traído por si acaso. "Dani, este no eres tú. No puedes seguir así," dijo, mientras se acercaba.

Daniel, en su furia, no vio venir el movimiento y sintió la jeringa en su espalda. "¿Qué estás haciendo?" se quejó, sintiendo cómo la sedación comenzaba a hacer efecto.

Sebastian le sonrió. "Solo quiero que te relajes, amor . Es tu cumpleaños, ¡deberías disfrutarlo!"

En un par de minutos, Daniel se levantó lentamente, sintiendo cómo sus músculos se relajaban. "No puedo creer que esto esté pasando," murmuró antes de caminar hacia su habitación, donde cayó en la cama, profundamente dormido.

Los demás pilotos respiraron aliviados, aunque Max aún tenía un poco de miel en los labios y la humillación grabada en su rostro.

"Lo siento, Max," dijo Sebastian, intentando consolarlo. "A veces, la naturaleza de Daniel se impone. Pero prometo que no es así siempre."

"Solo quería ser parte de la fiesta," respondió Max, secándose las lágrimas. "No puedo evitarlo, me gusta la miel."

Toto, que había estado observando todo, se acercó y abrazó a Max. "Lo sé, cariño. Y lo hiciste bien. A veces, Daniel simplemente no sabe cómo manejar su lado salvaje."

La fiesta continuó, y aunque había sido una noche llena de tensión, también había un aire de camaradería. La diversidad de los híbridos y humanos que compartían la mesa hablaba de amor y aceptación, incluso en los momentos más difíciles.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora