Max Verstappen, el híbrido de gato, se estiró con una perezosa elegancia mientras el sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas del comedor. Su cuerpo felino, mitad gato y mitad humano, se movía con una gracia felina mientras se acomodaba en una silla de la mesa de desayuno. Toto Wolff, su dueño, estaba ocupado en la cocina, preparándole algo de comida, susurrando palabras de ánimo a sus plantas mientras lo hacía.
—Max, ¿quieres leche o café para acompañar el desayuno? —preguntó Toto, sin levantar la vista de las tazas que estaba organizando.
Max, con su mezcla de orejas puntiagudas y ojos de un azul penetrante, observaba la escena con una expresión que mezclaba curiosidad y aburrimiento.
—Café, por favor —respondió Max, estirando una mano para recibir la taza que Toto le ofrecía. Su otra mano jugaba con una cucharita, moviéndola de un lado a otro con movimientos precisos.
La conversación era ligera, llena de anécdotas y bromas típicas de una mañana tranquila. Toto, con su estilo práctico y su mirada siempre atenta, se aseguraba de que Max tuviera todo lo que necesitaba.
—Hoy vamos a hacer una limpieza general, ¿te animas? —dijo Toto, dejando la taza sobre la mesa.
Max frunció el ceño, claramente poco entusiasmado con la idea. —¿Podemos posponer eso hasta mañana? Quiero aprovechar el día para descansar un poco.
La mañana transcurrió de manera placentera hasta que, alrededor de la tarde, la tranquilidad fue interrumpida por el timbre de la puerta. Toto abrió la puerta para recibir a Sebastián Vettel y su compañero, Daniel Ricciardo. Sebastián, siempre con su sonrisa contagiosa, saludó con efusividad mientras Daniel, un híbrido de tejón mielero, seguía de cerca, mirando a su alrededor con una mezcla de curiosidad y aprensión.
—¡Hola, Toto! —dijo Sebastián, abrazando a Toto en una bienvenida cálida—. ¡He traído a Daniel para que pase un rato con nosotros!
Daniel, con su pelaje marrón y blanco y sus características franjas negras, saludó con un movimiento de cabeza, aunque claramente no se sentía tan cómodo como su pareja.
—Hola, Max —dijo Sebastián con una sonrisa amigable—. ¿Cómo estás?
Max, que estaba medio escondido detrás de la mesa, salió lentamente, su cola moviéndose de un lado a otro con una mezcla de intriga y nerviosismo. —Hola, Sebastián. Hola, Daniel.
Los cuatro se dirigieron al patio trasero, un espacio amplio con césped verde y una pequeña área con juguetes para que Max y Daniel pudieran jugar. Sebastián y Toto se acomodaron en sillas de jardín, mientras los dos híbridos se encontraban en el césped, con un par de pelotas y otros juguetes esparcidos a su alrededor.
Max intentó entablar una conversación mientras jugaban, su naturaleza felina disfrutando de la compañía. Sin embargo, notó que Daniel estaba más interesado en observar que en participar activamente. Max, en su curiosidad innata, se acercó a Daniel y comenzó a acariciar su pelaje.
—Tu pelaje es realmente suave —comentó Max, rascando detrás de las orejas de Daniel con una suavidad delicada.
Daniel, que no estaba muy acostumbrado a este tipo de contacto físico, se tensó. Su cuerpo rígido mostró claramente su incomodidad. Max, sin captar las señales sutiles de rechazo, continuó acariciándolo. De repente, Daniel soltó un bufido bajo, una advertencia clara para que Max se detuviera.
El bufido sorprendió a Max, quien, al no esperar esa reacción, se sobresaltó. —¿Qué pasa? —preguntó, su voz llena de confusión.
Daniel, molesto por el persistente contacto, trató de quitarse a Max de encima. La situación rápidamente escaló cuando Daniel, intentando hacer que Max se detuviera, tomó la mano de Max y la colocó sobre su cabeza, un intento torpe de redirigir el contacto.
—¡Deja de moverte! —exclamó Daniel, su tono áspero mientras intentaba calmar la situación.
Max, sintiéndose amenazado, comenzó a gritar de manera exagerada. Sus gritos eran una mezcla de dolor y miedo, resonando por todo el patio. El escándalo atrajo la atención inmediata de Sebastián y Toto, quienes, alarmados, se levantaron de sus sillas y corrieron hacia el lugar de los hechos.
Sebastián, al ver a Daniel en una posición que parecía agresiva y Max gritándole con desesperación, asumió lo peor. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre Daniel, agarrándolo de los brazos con brusquedad.
—¡¿Qué le has hecho a Max?! —gritó Sebastián, su voz cargada de preocupación.
El tirón inesperado hizo que Daniel se encogiera de dolor. La sorpresa y el miedo hicieron que Daniel mordiera la mano de Sebastián, causando un pequeño corte. Sebastián, sintiendo el dolor, retrocedió mientras Daniel se soltaba y se apartaba rápidamente.
Max, al ver la escena, también se asustó. Corrió tras Daniel, buscando consolarlo mientras el tejón mielero trataba de calmarse. Finalmente, Max lo encontró escondido detrás de un arbusto. Se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo apretado.
—Lo siento mucho, Daniel —dijo Max, su voz temblando mientras intentaba transmitir su arrepentimiento—. No era mi intención hacer tanto escándalo.
Sebastián, al encontrarlos abrazados en el rincón, se acercó con lágrimas en los ojos. Levantó a Daniel en un abrazo reconfortante, su rostro lleno de culpa y dolor.
—Lo siento, lo siento tanto —murmuró Sebastián, con lágrimas corriendo por su rostro—. No quería hacerte daño.
Daniel, aún sintiendo el dolor en sus brazos, explicó entre sollozos que la mordida había sido accidental y que el rasguño había sido causado por el tirón inesperado. —No te preocupes, Sebastián. Estás bien. Yo... yo me rasguñé cuando me estiraste.
Max, después de disculparse una y otra vez, se mantuvo cerca de Daniel, su comportamiento apenado y temeroso. Toto, con una mezcla de preocupación y firmeza, reprimió a Max por el alboroto.
—Max, necesitas controlar tus reacciones —dijo Toto con un tono serio pero cariñoso—. No puedes asustar así a los demás.
Max bajó la mirada, sintiéndose avergonzado. —Lo siento, Toto. Haré un esfuerzo por comportarme mejor.
Finalmente, con el conflicto resuelto y las emociones calmadas, todos se sentaron nuevamente. Toto y Sebastián ayudaron a Daniel a sentirse mejor, aplicando un poco de medicina para los rasguños y asegurándose de que estuviera cómodo. Max, aún con un poco de vergüenza, se mantuvo cerca de Daniel, tratando de demostrar que su intención nunca había sido lastimar a nadie.
La tarde terminó con una sensación de calma restaurada, aunque las tensiones del incidente aún flotaban en el aire. Con el sol comenzando a ponerse, todos se reunieron alrededor de la mesa del jardín para disfrutar de una cena tranquila, tratando de dejar atrás el caos de la tarde.
—¿Alguna vez vamos a tener una tarde tranquila sin problemas? —bromeó Sebastián, tratando de aliviar la tensión.
Toto sonrió, aliviado por ver a todos relativamente bien. —Quizás, pero lo importante es que estamos aquí juntos.
Max miró a su alrededor, sintiendo la calidez de la compañía mientras se preparaba para una noche tranquila. Aunque el día había comenzado de manera caótica, al menos al final todos estaban en paz, compartiendo una cena en el patio, rodeados por el confort de la amistad y el entendimiento.
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A year in Mercedes WOLFFTAPPEN
FanficPequeños one shots sin seguimiento (algunos) de este ship todo esquizofrénico