Dacrifilia

91 8 0
                                    

Era un día tranquilo en la casa que compartían en las afueras de Mónaco. El sol ya empezaba a esconderse en el horizonte, llenando la sala de estar con un suave tono anaranjado. Max, como de costumbre, estaba recostado en el sofá con una pierna sobre el respaldo, mirando despreocupadamente el televisor. Toto lo observaba desde la cocina, disfrutando de la calma del momento… hasta que, con esa sonrisa traviesa que solo Max sabía hacer, el holandés estiró el brazo y le lanzó un suave golpe en el hombro.

—Oye, gigante, ¿en qué piensas? —bromeó Max, fingiendo que iba a darle otro golpe.

Toto resopló, ignorando el golpe y acercándose con un aire más serio del habitual. Habían tenido días más tranquilos, y el juego de Max solía ser una buena distracción. Pero hoy algo en el interior de Toto estaba más… sensible, y no estaba seguro de cómo lidiar con ello.

—¿Otra vez con los golpes? —dijo Toto, apoyándose en la mesa y cruzando los brazos. Aunque intentaba sonar relajado, había una leve frustración en su tono.

Max levantó una ceja, riéndose por lo bajo. —Es solo un juego, cariño. No es como si pudiera hacerte daño.

Toto dejó escapar un suspiro, sin darse cuenta de que había un tono de cansancio en su voz. —Sí, lo sé, pero hoy no estoy de humor para juegos, Max.

Max frunció el ceño ligeramente, confundido por la actitud de Toto. Normalmente, él también se reía y respondía a los golpes juguetones con una sonrisa, pero hoy estaba siendo más distante, más reservado. —¿Qué pasa contigo? —preguntó, acercándose un poco, extendiendo una mano para darle otro golpecito suave en el brazo.

Toto giró la cabeza, mirando a Max con una mezcla de molestia y vulnerabilidad. —Te dije que no quiero jugar, Max.

Ese tono, tan serio y distante, le cayó a Max como un balde de agua fría. Siempre habían jugado así, siempre se habían reído de esas pequeñas peleas sin sentido. ¿Qué estaba pasando con Toto? Aún con dudas, Max dio otro golpe más, esta vez más suave, más cauteloso, como si probara el terreno. Pero al ver la cara de Toto, su ceño se frunció más, y un nudo se formó en su garganta.

—¿Por qué estás así? —preguntó Max, sintiendo cómo la frustración empezaba a crecer en él también. No entendía qué estaba mal, no entendía por qué Toto estaba siendo tan extraño.

—Porque… hoy no. Simplemente, hoy no. —La voz de Toto era más baja de lo normal, y sus palabras estaban llenas de una sensación de agotamiento emocional.

Max, aún confundido y ahora más sensible de lo que le gustaría admitir, retrocedió un paso. Su habitual actitud despreocupada se desmoronó lentamente. Todo lo que había querido era animar a Toto, hacer que se riera, como siempre lo hacían. Pero ahora, en lugar de sonrisas, había tensión en el aire. Su corazón latía más rápido, y sintió un ardor en sus ojos que no esperaba.

—Yo… no quise molestar—dijo Max, su voz temblando levemente mientras levantaba la vista para encontrarse con los ojos de Toto. —Solo estaba jugando.

Max dio un paso atrás, como si el ambiente de repente se hubiera vuelto demasiado pesado para él. Toto se quedó en silencio, observando el cambio en la expresión de Max. Sus hombros estaban más bajos, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Max intentó esconderlo, como siempre hacía, pero Toto lo conocía demasiado bien para no darse cuenta.

—Max, yo… —Toto intentó suavizar la situación, pero las palabras no salían. Estaba atrapado entre la culpa y una emoción inesperada que lo estaba empezando a consumir.

Antes de que Toto pudiera decir algo más, Max dio un último golpe en su brazo, esta vez tan suave que apenas fue un toque. Pero el gesto, combinado con las lágrimas que empezaban a rodar por las mejillas de Max, lo rompió por completo.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora