Voyeurismo

57 5 0
                                    

Max caminaba por el pasillo del hotel, cada paso más pesado que el anterior. Su mente siempre volvía a lo mismo: Abu Dhabi. Aquel día lo había marcado, más que cualquier otra carrera. No podía olvidar lo que había sentido, el triunfo que había sido suyo y que, por culpa de Lewis y todo su drama, terminó siendo arrebatado. Max sentía un nudo en el pecho cada vez que lo recordaba, cada vez que veía el rostro de Hamilton.

Las lloronerías de Hamilton, pensó, apretando los dientes con rabia. Siempre la misma historia.

Su paso se detuvo frente a la puerta de la habitación de Toto Wolff. Sabía que Toto solía retirarse temprano después de una jornada como la que habían tenido, pero esta vez, al acercarse, Max escuchó algo que lo detuvo en seco. El sonido que venía del interior no era el silencio típico que esperaba encontrar, sino algo completamente diferente. Gemidos. Sonidos intensos, cargados de placer.

Max frunció el ceño, su cuerpo tensándose automáticamente. Se acercó más a la puerta entreabierta, sus dedos rozando el marco mientras sus oídos captaban claramente los gemidos que venían de adentro.

Eso... es Lewis, se dio cuenta, su corazón comenzando a latir más rápido.

No podía creer lo que estaba oyendo. Algo en su interior se removió, una mezcla de ira y curiosidad lo obligó a mirar a través de la pequeña rendija de la puerta. Lo que vio lo dejó congelado en su lugar.

Allí, en el centro de la habitación, Toto Wolff estaba dominando completamente la escena, como siempre. Pero esta vez, no estaba solo con Max. En la cama, con el cuerpo tenso y completamente sometido, estaba Lewis Hamilton, gimiendo de una manera que Max jamás había oído antes. Hamilton, el hombre que tanto odiaba, estaba allí, arqueándose de placer bajo el control de su Toto.

-Ah... Toto... no pares, por favor... -rogaba Lewis, su voz rota por la intensidad de lo que estaba sintiendo.

Max sintió una ola de furia atravesarlo. ¿Qué carajo está pasando? Toto... Toto era suyo. Max apretó los puños, pero en lugar de entrar en la habitación y hacer un escándalo, sus ojos se quedaron fijos en la escena. No podía apartar la vista. Ver a Lewis, el hombre que odiaba con cada fibra de su ser, siendo completamente sometido por Toto... algo en su interior se torcía. Sentía ira, sí, pero también algo más. Algo que lo estaba excitando.

Toto estaba increíblemente seguro, como siempre. Max observó cómo sus manos grandes y firmes sujetaban las muñecas de Lewis por encima de su cabeza, manteniéndolo completamente a su merced. Los gemidos de Hamilton se hacían cada vez más fuertes, mientras su cuerpo se arqueaba, buscando más contacto con Toto.

-Dime qué quieres, Lewis -la voz grave de Toto llenó la habitación, cargada de autoridad.

Lewis soltó un gemido aún más fuerte, su respiración entrecortada mientras trataba de articular alguna respuesta.

-Por favor... más... no pares -susurró Lewis, casi con desesperación.

Max no podía creer lo que estaba viendo. El campeón británico, el mismo hombre que le había arrebatado lo que era suyo, ahora estaba rogando por más, completamente perdido en el placer que Toto le estaba proporcionando. Y Max... Max no podía apartar la vista. Su respiración era más pesada, sus músculos tensos. Sentía cómo su cuerpo comenzaba a responder de una manera que no esperaba. Estaba excitado.

Mierda, pensó, sintiendo la presión creciente en su entrepierna. ¿Por qué estoy disfrutando esto?

Toto bajó la mirada por el cuerpo de Lewis, sus manos firmes y seguras mientras acariciaba su piel, disfrutando de cada jadeo que sacaba de los labios del moreno. El poder que emanaba Toto en ese momento era palpable, y Max lo sentía a cada segundo. Sus ojos estaban pegados a los movimientos de Toto, sus labios rozando el cuello de Lewis, sus manos bajando por su pecho.

-Eres un buen chico, Lewis... -murmuró Toto, su voz baja y peligrosa.

Lewis jadeó más fuerte, completamente perdido bajo el control de Toto. Max sintió un nudo en el estómago. Esa frase. Era la misma que Toto le susurraba a él cuando lo tenía bajo su dominio, cuando lo hacía gemir y retorcerse de placer. Ahora estaba dirigida a Hamilton, y eso lo volvía loco.

El odio que Max sentía por Lewis se mezclaba con la necesidad. Quería gritar, quería irrumpir en la habitación y arrancar a Lewis de allí. Pero algo lo detenía. Estaba disfrutando esto, más de lo que jamás habría imaginado. La forma en que Toto dominaba la situación, cómo mantenía a Lewis completamente sometido... lo estaba volviendo loco.

De repente, un pequeño gemido escapó de los labios de Max. Se llevó la mano a la boca rápidamente, pero era demasiado tarde. Toto levantó la cabeza, su mirada oscura y penetrante clavándose directamente en él a través de la rendija de la puerta.

-Max -dijo Toto, su voz cargada de una autoridad que hizo que el cuerpo de Max se estremeciera.

Max se congeló. Mierda, me escuchó.

Por un segundo, pensó en salir corriendo, en fingir que nunca había visto nada. Pero Toto no le dio esa opción.

-Entra -ordenó Toto, sin soltar a Lewis ni por un segundo.

Max tragó saliva, su corazón latiendo tan fuerte que casi podía sentirlo en la garganta. No hay vuelta atrás ahora. Abrió la puerta lentamente y entró en la habitación, con el cuerpo tensado y la respiración acelerada.

Lo primero que vio fue a Lewis, todavía jadeando, su piel cubierta de una fina capa de sudor, con los ojos cerrados y completamente ajeno a la presencia de Max. Estaba demasiado perdido en el placer como para notar nada más.

Toto, por otro lado, lo miraba fijamente, su expresión seria pero cargada de algo más... algo oscuro.

-Te ves... interesado -dijo Toto con una sonrisa casi imperceptible.

Max no dijo nada. Sus ojos se movían entre Toto y Lewis, su mente luchando por procesar lo que estaba sintiendo. Estaba enojado, sí, pero también increíblemente excitado. Toto lo sabía. Siempre sabía lo que Max estaba pensando antes de que él mismo lo supiera.

-Ven aquí -ordenó Toto, su voz firme y sin lugar a dudas.

Max se acercó, sus piernas temblando ligeramente mientras se paraba al lado de la cama. Lewis seguía gimiendo suavemente, completamente ajeno a lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Toto lo miró con esos ojos oscuros, y Max supo en ese momento que no iba a poder resistirse.

-Es tuyo ahora -dijo Toto, soltando las muñecas de Lewis y dándole espacio a Max para que tomara su lugar.

Max lo miró, atónito por un segundo. ¿Qué?

-Véngate, Max -susurró Toto, su voz baja y tentadora. Sabía exactamente lo que Max quería, lo que había deseado desde que puso un pie en esa habitación.

Max sintió cómo su corazón se aceleraba aún más. Esto era lo que quería. Esto era lo que había soñado desde el día en que Lewis le arrebató su campeonato. Una parte de él había querido someter a Hamilton, hacerlo pagar por todo lo que había pasado.

Sin pensarlo dos veces, Max se subió a la cama, su mirada fija en el cuerpo de Lewis. El moreno todavía estaba perdido en el placer, sus ojos entrecerrados, jadeando suavemente mientras Max se colocaba sobre él.

-Te odio... tanto -murmuró Max entre dientes, mientras su mano se deslizaba por el pecho de Lewis.

Hamilton abrió los ojos, apenas consciente de lo que estaba pasando, pero antes de que pudiera decir algo, Max lo empujó hacia abajo, con una mezcla de enojo y deseo.

-Max... -jadeó Lewis, sorprendido pero sin oponer resistencia.

Max no dijo nada. Estaba cegado por la ira, pero también por el placer que sentía al tener a Lewis completamente bajo su control. Comenzó a moverse, sus caderas chocando contra el cuerpo de Lewis con fuerza, sus manos apretando los hombros del británico mientras gemía.

Toto, desde un rincón de la habitación, observaba todo con una sonrisa satisfecha en los labios. Su plan había funcionado a la perfección. Ver a Max perdiendo el control, tomando lo que siempre había querido, lo excitaba tanto como la escena que acababa de crear.

Max no se detuvo. Esto era lo que quería. Su venganza, su momento de dominar al hombre que tanto odiaba

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora