vibración y apoyo a la industria mexicana

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Max estaba inquieto. Ese tipo de inquietud que no lo dejaba en paz, que lo hacía mover las piernas sin parar y morderse el labio con ansiedad.

Sabía que estaba tramando algo que, en el fondo, no debía hacer. Pero ese mismo pensamiento lo hacía desearlo aún más. Esa pequeña chispa de rebeldía que siempre llevaba dentro estaba ardiendo con fuerza ese día... El mismo día que su mejor amigo y confidente Sergio le regaló el vibrador de su nueva campaña

Había estado pensando en eso durante semanas, casi obsesionado con la idea. Algo que lo haría sentir diferente, poderoso de alguna manera. había visto en uno de esos videos en el hub que la gente lo disfrutaba ...las mujeres y los hombres por igual , y desde entonces no podía quitárselo de la cabeza. Algo tan sencillo, tan provocador, pero que llevaba consigo el riesgo de ser descubierto. Y lo peor de todo, no podía decírselo a nadie, mucho menos a Toto...la vergüenza que le daría

Y más sabiendo que era réplica de su amigo

Max se dirigió al baño, cerrando la puerta con un clic suave. Se miró en el espejo, viendo su reflejo con una mezcla de desafío y nerviosismo. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea, una línea que Toto toleraría pero la vergüenza nunca lo abandonaria si alguna vez se enteraba.

Se pasó la lengua por los labios, sintiendo el cosquilleo de la anticipación. Era un momento solitario, un secreto que solo él conocería. Lentamente, se agachó para abrir el gabinete bajo el lavabo y sacó un pequeño paquete envuelto en papel marrón. Lo había recibido en la mañana luego de que Sergio le escribio que ya llegaría , desde entonces lo había ocultado en ese lugar, lejos de las miradas curiosas.

Lo desenvuelto con cuidado, como si estuviera abriendo un tesoro prohibido. Dentro había una botella de lubricante, una caja de preservativos y un pequeño vibrador amarillo de la marca ... checok y en la base el gran logo de plátano sandía

liso y reluciente, más elegante de lo que había imaginado. Lo sostuvo en su mano, sintiendo el peso frío del plástico, sus dedos temblando ligeramente. No era la primera vez que hacía algo así, pero esta vez se sentía diferente, más clandestino, más emocionante.

Max encendió el vibrador, escuchando el suave zumbido que llenó el baño, haciendo eco en las paredes. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, la adrenalina corriendo por sus venas. Tomó un poco de lubricante, frotándolo sobre el vibrador, y luego cerró los ojos, tomando una respiración profunda. Sabía que esto iba a doler al principio, pero también sabía que el placer que vendría después lo valdría.

Se bajó los pantalones y la ropa interior, exponiéndose al frío aire del baño. Lentamente, se sentó en el borde de la bañera, apoyando un pie en el borde y abriendo sus piernas. Levantó el vibrador, guiándolo hacia su entrada, sintiendo cómo la punta fría rozaba su piel sensible. El primer toque lo hizo estremecerse, pero no se detuvo. Presionó un poco más, sintiendo la resistencia de su cuerpo, y luego, con un leve gemido, comenzó a empujar.

El dolor fue un destello rápido, una punzada que lo hizo apretar los dientes. Pero no se detuvo, empujando el vibrador más adentro, sintiendo cómo su cuerpo se adaptaba lentamente a la intrusión. Cuando finalmente lo tuvo dentro, encendió la vibración al nivel más bajo, soltando un suspiro tembloroso mientras el placer comenzaba a reemplazar el dolor.

Cerró los ojos, dejando que el placer lo envolviera. Sus caderas comenzaron a moverse por instinto, empujando el vibrador más adentro con cada movimiento. El zumbido llenaba su mente, borrando cualquier pensamiento racional. Estaba completamente inmerso en la sensación, perdiéndose en el placer que crecía con cada segundo que pasaba.

No sabía cuánto tiempo había pasado cuando escuchó el sonido de la puerta principal abrirse. Sus ojos se abrieron de golpe, el miedo llenándolo de repente. Toto estaba en casa, y Max sabía que no tenía mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que algo andaba mal.

Con manos temblorosas, apagó el vibrador y lo sacó rápidamente, sintiendo cómo su cuerpo protestaba ante la pérdida repentina de la estimulación. Se levantó torpemente, casi tropezando con sus propios pies mientras intentaba volver a ponerse los pantalones. Guardó el vibrador y los otros artículos en el paquete marrón y lo volvió a esconder en el gabinete, cerrando la puerta justo cuando escuchó los pasos de Toto acercándose.

Max se miró en el espejo, viendo su rostro enrojecido y el sudor que perlaba su frente. Trató de calmarse, respirando hondo varias veces antes de abrir la puerta del baño, encontrándose cara a cara con Toto.

-¿Estás bien? -preguntó Toto, mirándolo con una mezcla de curiosidad y preocupación-. Pareces... diferente.

-Sí, sí, estoy bien -respondió Max rápidamente, evitando la mirada de Toto-. Solo me estaba... refrescando un poco.

Toto lo observó en silencio por un momento, como si estuviera tratando de leer la verdad en su expresión. Max intentó mantener la compostura, pero sabía que algo en su apariencia debía haberlo delatado.

-¿Seguro? -preguntó Toto, alzando una ceja-. Tienes un aspecto... raro.

Max se rascó la nuca, intentando parecer despreocupado.

-Solo estoy un poco cansado, eso es todo -dijo, esbozando una sonrisa que esperaba que convenciera a Toto.

Pero Toto no parecía convencido. Dio un paso más cerca, mirando a Max con una intensidad que lo hizo sentirse aún más incómodo.

-Max, ¿qué estabas haciendo en el baño? -preguntó, su voz suave pero cargada de sospecha.

Max sintió que su corazón se aceleraba nuevamente. Sabía que no podía mentir, no a Toto. Pero tampoco podía decirle la verdad.

-Nada... nada importante -respondió, desviando la mirada.

Toto no dijo nada, solo lo miró en silencio por un momento antes de soltar un suspiro.

-Está bien, si no quieres decírmelo ahora -dijo finalmente-. Pero sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, ¿verdad?

Max asintió, sintiendo una mezcla de alivio y culpa. Toto siempre había sido comprensivo, pero había ciertas cosas que simplemente no se podían compartir.

-Lo sé -respondió, forzando una sonrisa-. Gracias, Toto.

Toto asintió, dándole una palmadita en el hombro antes de girarse para irse. Max lo observó alejarse, sintiendo el peso de su secreto presionando contra su pecho. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarlo, pero por ahora, estaba agradecido de que Toto no insistiera.

Mientras Toto se alejaba, Max volvió a cerrar la puerta del baño y se apoyó contra ella, soltando un suspiro tembloroso. Había jugado con fuego, y aunque no se había quemado del todo, sabía que había estado cerca.

Pero a pesar del miedo y la culpa, no pudo evitar sonreír. Había hecho algo que nadie más sabía, algo que le pertenecía solo a él. Y mientras guardaba su pequeño tesoro en el gabinete, supo que, a pesar de todo, lo volvería a hacer.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora