La luz del sol brillaba intensamente en el Circuito de Abu Dabi, donde la tensión era palpable. Max Verstappen, un híbrido de gato con reflejos rápidos y un espíritu indomable, ajustaba su casco, mirando fijamente el asfalto. Sabía que esta era la última carrera de la temporada y que todo se jugaba en ella. A su lado, Lewis Hamilton, un híbrido de pelaje marrón brillante, sonreía con esa confianza arrogante que siempre lo caracterizaba. La rivalidad entre ellos era feroz, y en ese momento, el campeonato de pilotos pendía de un hilo.
“¿Listo para perder, Max?” le lanzó Lewis, con una sonrisa que desafiaba. Max se giró, sintiendo cómo el aire caliente de la pista le acariciaba el rostro.
“¿Perder? Eso nunca ha estado en mis planes, Hamilton. Solo espero que estés preparado para lo que viene”, respondió Max, su voz baja y amenazante.
El ambiente estaba cargado de adrenalina. Toto Wolff, el imponente jefe de Mercedes y pareja de Max, observaba desde la línea de boxes. Sabía que la presión estaba en su punto más alto. Era un espectáculo observar a su chico y a su rival, cada uno con estilos de conducción opuestos: Max era impulsivo, siempre buscando la manera más rápida de tomar las curvas; Lewis, por otro lado, era calculador, anticipando cada movimiento del circuito con precisión.
Mientras los coches comenzaban a alinearse en la grilla, Toto se acercó a Max. “Tú puedes hacerlo, cariño. Solo concéntrate”, le dijo, dándole una palmada en el hombro.
“Lo sé, Toto. Solo… tengo que ganar”, respondió Max, su mirada fija en el horizonte, donde el sol se reflejaba en el asfalto.
La carrera comenzó con un estruendo de motores. Max tomó la delantera rápidamente, sintiendo cómo el viento se deslizaba a su alrededor. Cada curva era un baile, cada recta una oportunidad. Sin embargo, a medida que avanzaba la carrera, notó la sombra de Lewis acercándose. Hamilton tenía una resistencia sorprendente, y la competencia entre ellos era como un juego de ajedrez, donde cada movimiento contaba.
“¡Vamos, Max! ¡Acelera!” gritó Toto desde la radio, su voz resonando en los auriculares de Max. Pero, en ese instante, su concentración se vio interrumpida por la imagen de Lewis, que lo sobrepasó con una maniobra astuta.
“Te voy a ganar, Max. Esta vez no hay forma de que me detengas”, dijo Lewis, su tono desafiante.
“¿Eso crees? ¡Mira esto!” Max apretó el acelerador, lanzándose hacia el interior de la siguiente curva, superando a Lewis una vez más. La batalla continuó vuelta tras vuelta, y el público estaba al borde de sus asientos.
Finalmente, en la última vuelta, ambos coches estaban codo a codo. La línea de meta se acercaba, y el corazón de Max latía con fuerza. En una última maniobra audaz, Max tomó la delantera y cruzó la línea de meta primero. La victoria era suya, y con ella, el campeonato.
Sin embargo, la alegría de Max se vio opacada por la tristeza de Lewis. Al ver a su rival triunfar, el moreno sintió que una parte de él se rompía. Toto, al ver la expresión de Lewis, decidió que era hora de actuar.
“¿Qué tal si adoptamos a Lewis?” le sugirió a Max esa noche, cuando ambos estaban en casa. La sorpresa y el enojo de Max fueron evidentes.
“¿Qué? ¿Adoptar a mi mayor rival? ¿Estás loco, Toto?” su voz se elevó, y sus ojos brillaron con furia.
“Max, solo piensa en lo que pasó hoy. Necesita apoyo. Y yo... yo quiero ayudarlo”, respondió Toto con calma.
Max, abrumado por la traición de lo que consideraba una unión, se dio la vuelta y salió de la casa, decidido a alejarse de todo. Durante un mes, se quedó en la casa de su hermana, Victoria, intentando lidiar con sus emociones.
“¿Qué te pasa, Max? ¿Por qué no vuelves? Te extraña ...siempre me está hablando para saber cómo estás ”, le decía ella mientras compartían una cena. Pero Max solo se encogía de hombros, sintiéndose perdido.
Días más tarde, un mensaje de Toto apareció en su teléfono: “Te extraño. ¿Podemos hablar?”. Max sabía que tenía que enfrentar la realidad.
Finalmente, volvió a casa. Toto lo esperaba, nervioso, con un aire de preocupación en su rostro. “Max, yo... no quise que esto sucediera. Solo quería ayudar a Lewis”, empezó.
“No es eso, Toto. Se trata de ti y de mí. ¿Qué significa eso para nosotros?” Max se sintió vulnerable, un lado de él que había estado oculto.
“Significa que te amo, y quiero que sepas que siempre estaré a tu lado. Pero también quiero ayudar a Lewis. Él es parte de este mundo también”, respondió Toto, tomando la mano de Max.
Max suspiró, sintiendo el peso de sus propias emociones. “Lo entiendo, pero tengo miedo de perderte. No puedo competir con eso”.
“¿No ves? No se trata de competir. Se trata de encontrar un equilibrio. Si Lewis es parte de mi vida, también debería ser parte de la tuya. Pero tú eres mi prioridad”, dijo Toto, mirándolo a los ojos.
La tensión se disipó lentamente, y Max se dio cuenta de que el amor que compartían era más fuerte que cualquier rivalidad. Aceptar a Lewis en sus vidas podría ser un desafío, pero también era una oportunidad de crecer.
“Está bien. Pero si alguna vez siento que me dejas de lado por él, te lo diré”, dijo Max, su tono más suave.
“Prometido”, respondió Toto, sonriendo mientras lo abrazaba.
Así, juntos, encontraron un camino hacia adelante. La rivalidad en la pista seguiría, pero ahora, había espacio para la comprensión y el amor. Y aunque el mundo de la Fórmula 1 era feroz, lo que construyeron entre ellos era aún más fuerte.
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A year in Mercedes WOLFFTAPPEN
Hayran KurguPequeños one shots sin seguimiento (algunos) de este ship todo esquizofrénico