Advertencia de contenido:
Este escrito aborda temas sensibles como suicidio (sin llegar a ocurrir), depresión severa y traumas familiares. Si alguno de estos temas te afecta, te invito a leer con cuidado y hacer una pausa si lo necesitas. Recuerda que no estás solo, y si te sientes abrumado, estaré aquí para escucharte y acompañarte en lo que necesites.
El teléfono sonó una vez. Luego otra. Y luego otra más.Toto Wolff, CEO de Mercedes, siempre tenía el teléfono encendido, pero ese tipo de llamadas, a esas horas, nunca traían nada bueno. No necesitaba ver la pantalla para saber que algo iba mal. Se sentía en los huesos, como un frío arrastrándose por la piel. Aun así, dudó un momento antes de contestar.
—¿Sí?
La voz al otro lado era seca, mecánica, casi irreal por el temblor que provocaba. Era del hospital. Solo pudo captar palabras sueltas: "Max", "hospital", "suicidio", "lo encontramos a tiempo". El resto del mensaje quedó ahogado en su cabeza, el corazón latiendo tan fuerte que ni las explicaciones médicas parecían atravesar el ruido.
—Estoy en camino —dijo Toto con la mandíbula apretada, intentando controlar el temblor de su mano que sujetaba el teléfono. "Max...". Su Max.
El viaje al hospital fue un borrón. Un caos de pensamientos, culpabilidad y miedo. Siempre había sabido que Max cargaba un peso inmenso desde su infancia, desde esa relación tormentosa con su padre, la presión constante de la competencia, la soledad. Pero nunca, nunca imaginó que llegaría a esto.
Cuando llegó al hospital, no sabía si estaba preparado para lo que vendría. No podía estarlo. Caminó por los pasillos largos y blancos como un fantasma, sin escuchar a nadie, solo enfocado en esa habitación. Al llegar, se quedó un segundo fuera de la puerta, respirando profundo, intentando reunir la fortaleza que no sentía.
Cuando entró, lo vio.
Max Verstappen, el campeón del mundo, el hombre que había peleado como un león por todo lo que tenía, estaba encogido en una cama de hospital, cubierto con una sábana blanca que parecía tragarlo. Pero lo que más le dolió fue su rostro: rojo de tanto llorar, los ojos hinchados y la piel húmeda de lágrimas. Se veía tan… pequeño. Vulnerable.
Max levantó la cabeza y lo vio entrar. Al principio, sus ojos brillaron con miedo, como si temiera el reproche, como si esperara que Toto lo juzgara, que lo rechazara. Pero Toto no podía hacer otra cosa que sentir cómo su corazón se rompía en mil pedazos al verlo así.
—Lo siento —fue lo primero que dijo Max, la voz rota, apenas un susurro. Su cuerpo temblaba bajo la sábana. —Lo siento tanto… no quería hacerte esto, de verdad… no quería…
Toto cruzó la habitación en dos pasos grandes, sin pensar, sin dudar. Se sentó al borde de la cama, tomó las manos de Max entre las suyas y se inclinó hacia él, ignorando cualquier protocolo o formalidad. Lo que importaba ahora era el chico que amaba, el hombre roto frente a él.
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A year in Mercedes WOLFFTAPPEN
FanficPequeños one shots sin seguimiento (algunos) de este ship todo esquizofrénico