cumpleaños feliz

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Max había tenido uno de esos días que parecía arrastrarse para siempre. Aunque era su cumpleaños, todo había sido decepcionante. Desde la mañana, nadie en el paddock le había felicitado. Ni los mecánicos, ni su ingeniero, ni siquiera Toto. Era raro, considerando lo cerca que estaban. Siempre habían sido más que simplemente jefe y piloto, y desde que Max dejó Red Bull para unirse a Mercedes, las cosas solo se habían intensificado entre ellos.

Había esperado algo. No un gran espectáculo, claro, pero por lo menos una felicitación, un abrazo. Algo. Y nada.

Max se subió al auto después del día de prensa y condujo de vuelta a casa, sintiendo cómo una nube oscura empezaba a cubrirle los pensamientos. Intentó sacarse de la cabeza la idea de que, tal vez, a nadie realmente le importaba su cumpleaños. Que tal vez no era tan importante como él pensaba.

Cuando finalmente llegó a la casa que compartía con Toto, estaba agotado, más emocionalmente que físicamente. Las luces estaban apagadas, lo que solo aumentó su tristeza. ¿Ni siquiera Toto estaba en casa para recibirlo?

"Por lo menos podrías haber estado aquí..." murmuró para sí mismo, limpiándose discretamente una lágrima antes de meter la llave en la puerta.

La casa estaba extrañamente silenciosa. Max dejó caer su mochila junto a la entrada y cerró la puerta detrás de él. Un suspiro profundo salió de sus labios. El silencio solo amplificaba su soledad.

"Qué mierda de cumpleaños", masculló, mientras encendía la luz del vestíbulo y se dirigía hacia el salón. No había rastro de Toto. Probablemente seguía en el trabajo. Mercedes siempre exigía lo mejor de él, pero hoy Max necesitaba algo más que el profesionalismo implacable de su pareja.

El salón también estaba oscuro. Max se pasó una mano por el rostro, sintiendo el ardor de la frustración en sus ojos, listo para dejarse caer en el sofá y apagar su cerebro por completo. Pero en cuanto entró al salón, algo lo detuvo.

De repente, las luces se encendieron con un parpadeo, y frente a él, un grupo de figuras familiares gritó al unísono:

"¡Sorpresa!"

Max, parpadeando con incredulidad, se quedó congelado. Ahí estaban todos. Lewis con su sonrisa divertida, Charles saludando tímidamente, Daniel Ricciardo con su risa desbordante. Incluso Lando estaba ahí, con un gorrito de fiesta ridículo que definitivamente no había elegido él mismo.

Y, en medio de todos, estaba Toto. Con su sonrisa torcida y ese brillo especial en los ojos que Max solo veía cuando estaban a solas.

"¿Qué...?" Max no pudo terminar la frase antes de que Daniel prácticamente se lanzara sobre él, envolviéndolo en un abrazo apretado.

"¡Feliz cumpleaños, Maxie!" gritó Daniel, casi aplastándolo con su efusividad. "¿De verdad pensaste que lo íbamos a olvidar?"

Max, aturdido, solo pudo reír mientras intentaba recuperar el aliento. Los demás se acercaron uno a uno para felicitarlo. Charles le dio una palmadita en la espalda con una sonrisa sincera, y Lewis le dio un abrazo más discreto pero lleno de afecto.

"Pensaste que no me acordaba, ¿verdad?" murmuró Toto, acercándose por detrás y envolviendo a Max en sus brazos desde atrás, apoyando su barbilla sobre su hombro.

Max cerró los ojos por un segundo, disfrutando la calidez de Toto, el alivio de sentirlo cerca después de un día tan largo y solitario. "Fue horrible", admitió en voz baja, sintiendo cómo todo el peso emocional del día comenzaba a desvanecerse. "Pensé que nadie se acordaba."

"Sabes que eso nunca pasaría", dijo Toto en su tono bajo, ese que usaba cuando las cosas eran solo entre ellos dos. "Solo queríamos darte una sorpresa."

Max exhaló, dejando que todo el estrés del día se disipara lentamente. Se dio la vuelta en los brazos de Toto, encontrando sus ojos oscuros y serenos. "Lo lograste. Me engañaste por completo."

Toto sonrió con esa media sonrisa que siempre lo desarmaba. "Eso era la idea."

Detrás de ellos, la fiesta había comenzado a animarse. Daniel ya había puesto música —obviamente algo ridículo que hizo a Lando rodar los ojos— y había empezado a servir las bebidas. Charles estaba de pie en la esquina, hablando tranquilamente con Lewis, mientras que George discutía con Esteban sobre quién tenía la mejor estrategia para el próximo gran premio.

Max miró a todos sus amigos, sintiendo una ola de gratitud que lo llenaba por completo. No necesitaba un gran espectáculo. Esto, este pequeño grupo de amigos, la presencia de Toto, era más que suficiente.

"Ven, vamos a por algo de comer", dijo Toto, guiándolo hacia la mesa donde habían preparado un pastel pequeño pero perfectamente decorado. Había velas y, aunque Max no lo admitiría, sus ojos se humedecieron un poco al ver el detalle.

"¿De verdad hiciste todo esto?" Max preguntó, mirándolo de reojo mientras Toto encendía las velas con cuidado.

"No todo", admitió Toto, sonriendo. "Pero sí me aseguré de que todo fuera perfecto."

"Lo es", dijo Max en voz baja, y por primera vez en todo el día, se sintió genuinamente feliz.

Cuando las luces se apagaron de nuevo y todos empezaron a cantar el cumpleaños feliz, Max cerró los ojos y pidió un deseo silencioso. No necesitaba nada más que lo que tenía en ese momento: Toto a su lado, sus amigos cerca, y la certeza de que, aunque a veces se sintiera solo, siempre tendría a quienes lo querían esperándolo al final del día.

Y cuando apagó las velas, sintió que tal vez, solo tal vez, ese deseo ya se había hecho realidad.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora