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Capítulo 2.

Narra Atlas.

Estaba deleitándome. Muchas vírgenes pasaron por mis manos pero eran totalmente estúpidas. No me atraían visualmente pero Karla. Karla, Karla, Maldita sea. Maldita chilena que con su llanto y su voz me tienen cautivado. Mi curiosidad aumenta con cada segundo desde que la vi. Como ella era tan ignorante a todo y como ella ni le importaba en lo que hacía. Su cordialidad estúpida me vuelve una bestia. Que ella no se haya asustado por la sangre en el baño me sorprendió. Pensé que llamaría a la policía pero no. Ella estaba durmiendo. Su olor dulce a mermelada de mora. Sus labios tan dulces como su sabor.

Jamás quise hacerle un oral a ni una persona. Disfrutaba que otros lo hicieran para mi. Pero mi boca y mi cuerpo pedían a gritos que la probase. Entre sus piernas estaba por hacerlo pero me detiene. Me molesto pero me besa. Sus labios me distraen. Al sentir sus fluidos mojar mi pene. Dios estaba dilatada. Juego con que entraré en ella. Esperaba una reacción de que quisiera escapar o arrepentirse pero solo sentí su leve temblor. Un jadeo sale de sus labios. Sonrío satisfecho por su acción. Me acomodó para iniciar. Ella suspira al sentir como de apoco entraba en ella. Preservativo. Iba a preguntarle pero mi mente se fue en blanco cuando sentí lo estrecha que es. Jadeo por lo bien estrecha que era. Era virgen y era el primero. El primero. Ella suelta un leve gemido adolorido. La acomodó para besar su cuello.

Sus manos acarician mi espalda. Sus manos se elevan a mi rostro. La beso con intensidad. Ella me sigue. Sus manos vuelven a enredarse en mi cabello. Sus manos pequeñas, esas manos tan buenas para. Me fui en blanco. Me hacía cariños en mi cuero cabelludo. Era algo tan hipnótico. Sentía que sin que me moviese ya estaba por correrme en ella. Le sigo el beso intenso y mi cabeza hizo clic cuando ya me había corrido dentro de ella. Estaba confundido. Nunca me pasó esto. Pero ella es algo nuevo. Algo que quiero. Es mi capricho. Mi pequeña caprichito.

-Se siente raro. -Susurra rompiendo el beso.

Su voz tan delicada y suave. Sus susurros eran magníficos.

-Voy a moverme.

-Si.

Ella se acomoda. Me muevo suavemente. Prende la luz. Me cegó la luz. Parpadeó un par de veces. Pude verla. La imagen más maravillosa que pude ver. Sigo moviéndome ahora más afanado al sentir como sus paredes apretaban mi miembro. Se sentía tan bien. Ella jadeaba fuerte cuando se encorva hacia arriba. Sus pechos grandes y redondos. Vírgenes aún sin ni una mordida. Nunca sentí tanto deseos sobre una mujer. Ella suelta un gemido que fue el paraíso para mis oídos. Sigo embistiéndola. Me ganó totalmente sobre ella embistiéndola. Escuchaba sus gemidos ahora más fuertes. Me encanta. Sigo hasta no poder más. Dejé en segundo plano mi propio placer. Sólo deseaba escucharla gemir.

-Atlas~.

Su gemido que salió como si fuera del alma.

-Oh, mierda que bien, si preciosa. Si, soy yo quien te entre tus piernas. -Mi voz cargada de lujuria y deleite.

Ella vuelve a gemir mi nombre. Yo estaba cada vez más ansioso de seguir dándole. Quería más. No sabía ahora que quería. No sabía si quería solo escucharla gemir o que si cuerpo sintiera el placer, que mi cuerpo sienta placer o sentirla. Tal vez era de todo un poco. Sus manos aferradas a mi. Este maldito colchón inflable es una mierda. Siento como de apoco esta por romperse. Que se rompa esta mierda, seguiremos en el suelo y si no en mi colchoneta. La idea de llevarla a esa colchoneta ahora no me gusta. Lleve todo este tiempo a mujeres ahí. La colchoneta revienta. Quedamos en el suelo. Me detuve. Ella jadeaba y soltaba gemidos bajos. Estaba empapada de sudor. Miro abajo. Podía ver un poco como mi miembro estaba dentro de su útero. Acarició sonriendo. A pesar que era una mujer latina con buen cuerpo.

CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora