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Capítulo 39.


Estaba sin zapatos. Todo a oscuras ya que cerraron las cortinas. Por lo que podía escuchar Atlas estaba matando a una de las cuantas mujeres. Subí hasta mi cuarto. Me puse esas pegatinas para escaladores. Esas las que se ponen en los pies para andar descalzo. Me puse unos calcetines encima y tomé tanto mis documentos como cosas importantes en una mochila. Abrí una ventana. Las lanzó y cierro la ventana. Camino con cuidado por el lugar. Pleno invierno. Maldecía a Atlas por lo bajo. Pase por afuera del cuarto de donde estaba Atlas. Lo vi detenerse y yo me detengo para verlo. Él suelta la pobre mujer, se da la vuelta y el grito que pega otra mujer. Me hizo saltar del susto. No sabía que había otra. Me alejó de la puerta. Esta es abierta y la otra mujer sale corriendo junto a otras. Corro escapando de la estampida. ¿Cuántas Putas Trajo Atlas?. Muerdo mi labio ahogando un llanterío.

Sigo corriendo hasta caerme de cara al piso. Me dejo aturdida pero me levante adolorida. Aguanto el llanto. Me lanzó detrás de un sofá. Atlas había llegado a esta sala. Una Mujer cae a un costado mío y yo abrazo mis piernas. Ella grita cuando es arrastrada por su asesino…por Atlas. Maldito destino final. Las películas de terror se quedan corto con esta mierda. Golpe tras golpe. El crack de los huesos rotos. El llanto de las mujeres y el de la mujer siendo asesinada de apoco. Gateo aterrada. Tengo suerte Atlas solo me va a hacer que tengamos sexo, tal vez la suerte no esté de mi lazo. Se escucha un vidrio romperse. Me hago bolita detrás de otro sofá.

—¡Scheisse!.

(¡Mierda!).

Tapo mi boca asustada. Me giro a ver. Con una fuerza sobrenatural la estampó con fuerza contra un pilar antes blanco ahora rojo carmesí. Dos, cinco, siete veces. No sabía si ese monstruo era el que conocía o es el verdadero monstruo. Gateo con rapidez ahogando mis ganas de vomitar por el sonido repugnante que se causaba. La risa de Atlas era mi peor pesadilla. Sonrío de los nervios. Mis lágrimas caen. Escucho como se detiene. Me giro para ver. Atlas me miraba fijamente.

—Oh concha tu mare. —Suelto un suspiró entre nerviosa y resignada a mi muerte.

Él lame sus labios. Pierdo todo color de todo.

—Karla~. —Me llama con una voz cantorina.

Sonríe y suelta la pierna sin cuerpo, ni dueña ahora.

—Hola. —Saludo sonriendo.

Mi voz sonó muy juguetona. Dentro de mi estaba teniendo una infinidad de infartos en microsegundos al aparte de tener reprimendas a mi misma. Solo a mi me pasa estas cosas. Solo por una bromita inofensiva.

—Komm her, kleiner Hase, sieh zu, dass dein Männchen dich haben will. Wieder einmal steige ich von ihm ab und stöhne wie meine Frau, die du bist. —Sonreía mientras hablaba.

(Ven aquí pequeña coneja, ven que tu macho quiere tenerte. Una vez mas bajo de él gimiendo como mi hembra que eres.)

Lame sus labios. Su rostro cubierto en sangre que no era suya.

—N-No Espico Alemanitis. —Digo sonriendo de los nervios.

Estaba a mil por ciento de tener un ataque de nervios con risa maniática solo por miedo. Empieza a sisear y yo pego el grito en el cielo. Una mujer aparece de la nada cayendo frente a Atlas. «Lo siento amiga, eras tu o era yo». Salgo corriendo en seguida escapando. Pega un grito que me dejó aturdida. Tan aturdida que acabe escondida dentro de un cuarto de limpieza. Retrocedo para chocar con un cuerpo. Este me abraza e iba a gritar pero tapan mi boca. Miro arriba con horror. El horror se me va cuando me di cuenta que era Armin. El sonríe.

—Shh, nos va a pillar. —Me calla.

Asiento. Respiro agitada para luego calmarme y relajarme. Me sacudo un poco. Cuando escucho a Atlas caminar nos quedamos en silencio. Ni la respiración se podía escuchar.

CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora