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Capítulo  25.

Ya una semana desde que estábamos todos bajo el mismo techo. No fue para nada del agrado de Atlas y lo dejo más que claro con su rostro. Aún que me la pasaba abrazándolo y de vez en cuando besando su mejilla. No mentiría que Atlas aún sigue siendo el nuevo dueño de mis pesadillas. Soñaba con esa pobre mujer quien se le notaba bastante aterrada. A veces despertaba en la noche y corría a vomitar al baño. Ahora mismo estaba planeando ir a unas cabañas que hay cerca de la playa de colcura. Me gustaba e iba a aprovechar de llevarlos algunas caletas de concepción. Todo estaba planeado de apoco ya hacía mi cronograma y estaba emocionada.

—¿Qué travesura estas haciendo?.

Me giro. Atlas estaba vestido de traje. Se veía molesto un poco.

—¿Dónde vas?.

—Debo ir a una reunión con algunos inversionistas de Valparaíso. —Responde serio.

—¿A que hora vuelves?.

—No volveré hoy…iré a Valparaíso.

—Voy contigo.

—No tu te quedas aquí.

—Atlas.

—Dije que no.

Muerdo mi labio.

—Tengo planes sabes…quiero que vuelvas para hacer los planes. —Muestro el cronograma.

Atlas ni lo mira. Sabía lo agobiado que estaba. Trago duro para luego romper el cronograma.

—Cuando vuelva lo haremos, no lo rompas.

—No quiero. Ya no importa. Debí haberte preguntado antes…perdón. —Llevo los papeles al basurero.

Me voy al cuarto. En mi trayecto me lo impide. Me tomo del brazo.

—Karla no hagas un drama.

—No estoy haciendo un drama.

—No tengo paciencia Karla. Me sofoco con ellos en esta casa.

Iba a gritarle pero solo me quedé en silenció. Me sonrojo de vergüenza.

—Ya vete.

—Te amo. —Besa mi mejilla.

—Atlas no.

Atlas me llena de besos. Me río por sus besos. Acabo envolviéndolo en mis brazos. Sigue con sus besos hasta llegar a mis labios. Era un beso dulce como los que me daba cuando nos relajamos. Sonríe cariñoso. Le devuelvo el beso con cariño.

—Vete para que vuelvas luego.

—No quiero irme ahora.

—Atlas.

—Mi amor.

—Atlas.

—¿Si?.

—Andante luego, para que vuelvas luego. —Digo sonrojada.

Niega. Entramos al cuarto. Nos acostamos, acurrucados. Se quita los zapatos y yo igual. El se acomoda de tal forma que su cabeza estaba sobre mi estómago y entre mis piernas. Acarició sus cabellos bien peinados. Su rostro.

—Quiero hacerlo.

—Que cosa. —Pregunto con voz suave.

El levanta su rostro a verme.

—Quiero hacerte el amor.

—Pero debes irte. —Respondo con total suavidad.

Besa mis labios, acaricia mi cintura.

CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora