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Capítulo 45.

Narra Atlas.

Estaba observándolos. Sabía que estaban confundidos por lo de Violeta. Ellos saben que Violeta y yo éramos amigos, pero ahora que Karla, Violeta esta no tiene cavidad en mi vida, ni para mantener el diálogo proporcional o racional.

—¿Karla tu y Atlas tuvieron hijos?. —Pregunta Violeta.

—Un año de matrimonio no es lo suficiente para darnos ese lujo. Ahora que Dios a restaurado nuestros corazones. —Karla me mira sonriendo.

Sonrío feliz. Juraría que no brillo más de la felicidad por qué no sería humano.

—Tendremos ahora una familia como dios manda. Con mi amada esposa, mi mujer, mi pilar, mi Honra. —Beso sonoro su mejilla.

Karla se ríe. Asiente feliz.

—Ustedes están tan enamorados.

—Dios cuando habla, los hijos acatan las ordenes de su padre. En mi caso amo a dios y si dios está en el corazón de Atlas…quiero quedarme. —Karla se apega a mi.

Su cabeza es afirmada en mi hombro. Juro que podría derretirme de amor por ella.

—Karla, yo creó en ti que has cambiado la vida de Atlas. —Habla una amiga de Violeta.

Violeta abre los ojos en shock.

—Yo no estoy para hacer que crean en mi. Pero gracias por ser sincera conmigo. Amo la sinceridad.

—Atlas por si solo es demasiado sincero. —Se ríe mi pastora.

Me río y asiento.

—Atlas tienes una buena mujer, dios se apiadó de ti dándote una de sus hijas, una de sus princesas. —Sonríe uno de los chicos.

La gran mayoría de ellos y los de la iglesia son solteros, yo era uno más de ellos hasta ahora. Estaba relajado, sabía que Karla ni lo miraría con otros ojos, sus gusto son mejores que es de él.

—Lo se. Aún que como se debe, me afirmare a tu lado Karla. —Beso la mejilla de Karla de nuevo.

Ella se gira y sonríe.

—Te adoró. 

Minutos más tarde estaban todos yéndose a dormir. Karla lavaba los platos. Baje hasta llegar a la cocina y la miro. Ella me mira y sonríe.

—¿Qué sucede?. —Pregunta nerviosa.

—Ven.

Me acercó para tomarla en brazos. La subí arriba de la isla de la cocina. Ella me mira nerviosa.

—Nos pueden ver.

—Entonces vamos al cuarto.

—Esta bien.

Dejamos todo en el lava platos automático. Camine con ella al cuarto. En nuestro cuarto entramos. Ella se despoja de sus ropas y yo me quito mi chaqueta, lo lanzó y con rapidez ya desnudo me voy sobre ella. Fue imposible no fundirme en ella con tanta intensidad. Sentía lo bien de estar en ella. En un momento ya Karla no estaba agarrada de mi, si no que de las sábanas. Estaba gimiendo agitada y sonriendo. Cierra sus ojos y sentía como cada vez era más estrecha. Me fascinaba esto. Sigo dando de embestidas rápidas y fuertes. Me detiene y se pone de espaldas de mi. Sonrío para volver a entrar en ella.

—Atlas~.

No me medí. Estaba sin detenerme embistiéndola con tal rapidez. Aferrado a sus pechos. Ella trata de escapar gimiendo con fuerza. Me corro una y otra vez en ella. Acabo con ella abrazando una almohada. Me detengo en unas últimas estocadas y suspiró. Estaba tembloroso y sudoroso. Ella igual y sus piernas temblaban tanto. Beso su espalda.

CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora