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Capítulo 35.




Estaba en silenció. La vergüenza que sentía en estos momentos era descomunal. Recopiló. Ayer terminé el contrato con Atlas. Mentiría si dijera que ando como más ligera por eso. Bueno a lo que decía. Hace ya unas horas atrás estaba atada a Atlas y ahora soy libre pero atada de igual forma. Hicimos todo el documento de divorcio y fue rápido. Fue tan rápido que me hizo dudar en que tipo de hombre es Atlas. Sabía que los países existe la corrupción pero chile me dejó decepcionada. Los días anteriores solo fueron momentos de intimidad con Atlas y estar en buenos términos. Términos que me sorprendieron bastante, desde el mismo dejar en claro que me ama y que lejos de su familia nosotros podemos estar felices, no me trajo para nada tranquilidad. Ahora mismo Atlas estaba discutiendo con un niño que no paraba de molestar.

—Dios mocoso inse-.

Le tapo la boca a Atlas.

—No ahí necesidad de ser tan agresivos.

—Pero no para de molestar.

—Y tu querías hijos. —Me burlo.

El sonríe arrogante.

—Nuestros hijos serían los niños más perfectos.

Niego rodando los ojos. Estábamos viajando para irnos a vivir a otro país pero a mi se me ocurrió viajar en bus y con Atlas. Son ocho horas desde Temuco a Santiago. Ocho horas que debo mantener a Atlas tranquilo, o por lo menos agresivo con el pobre niño.

—Un mocoso despierto a las nueve de la noche y no a podido quedarse dormido en la media hora de viaje. —Se queja un señor.

Atlas se acomoda en su asiento. El compro los más caros y la verdad si es genial pero no me gusta. Atlas se acomoda de forma que yo esté con su cabeza en mi hombro. Luego me dolerá pero es mejor esto que otra cosa. El bus empieza a moverse algo raro. Frunzo el ceño. Mire a un costado. El auto se detiene y puse los ojos en blanco. Toco mi frente y Atlas suspira.

—No lo digas.

—La pobreza es un asco. —Indica con una voz en mezcla de diversión y frustración.

Bufo para que el muchacho que es ayudante del chófer nos explica que por falla técnica debían quedarse aquí. Pidieron con amabilidad que los pasajeros bajen del bus. Bajamos del bus. Quedamos en Victoria parados. Toco mi frente.

—Vaya nombre para esta situación. —Se ríe Atlas.

Lo miro molesta. Huele a lluvia y eso no me agrada.

—Atlas.

—Karla odio casi todo lo que haces. —Atlas se sienta en un pilar de donde estábamos. Agarra mi cadera. Me acerca a el. — Solo por esta vez déjame tomar la situación en mis manos.

—Nop. —Me niego abrazándolo.

Su rostro se esconde en mi cuello. Acariciaba su cabello. Suspiró frustrada al sentir el agua. La gente susurraba.

—Va a llover. —Indicamos la gran mayoría al unísono.

Me río y varias personas igual. Tuvimos que acercarnos a un local de comida para camioneros. Entramos al local con nuestra maleta. Era la poca ropa que teníamos a mano y algo de dinero en efectivo. Atlas estaba como siempre pareciendo tan misterioso, atractivo y seductor. Se veía frustrado. Me acercó para quedar a su lado. Beso su mejilla cosa que lo hace sonreír.

—No es tan difícil hacerte sonreír. —Me río bajito.

—Si eres tu…soy incapaz de no volverme vulnerable.

Su mirada se vuelve suave. Le doy otro beso pero esta vez en los labios.

—Creo que si me va a gusta pasar esta aventura contigo.

—¿Nuestras Pato Aventuras?.

—Karla Y Atlas Contra El Mundo. —Responde con una sonrisa socarrona.

Me río emocionada. Estaba muy satisfecha con sus palabras. Iba a besarlo de nuevo cuando algo se mueve, se sigue moviendo. La silla, la mesa, todo. Estaba temblando levemente.

—Quiero pensar que es un temblor simple. —Dice algo tenso Atlas.

El temblor pasa a ser terremoto cuando ya casi me caigo de la silla.

—¡Aléjense de las ventanas, cúbranse la cabeza y necesito a dos weones por tele que aun las sigo pagando!. —Grita el propietario.

—¡Papá está temblando!.

—¡Afirma La Tele Conchatumare!, ¡Afirma Kabro Culiao!. —Grita un caballero mayor de edad.

Mientras estaba esto del temblor. Atlas estaba afirmado del suelo. Yo me muevo como puedo. Me levante reírme un poco.

—¡Afirma Weon, Que No Pago Na A Cuotas Tu Raja!. —Grita el propietario.

Me muevo como puedo para ir a la puerta. La abro como puedo. Me aleje de las ventanas junto a tiempo. Estas explotan. Gente estaba calmada y los niños lloraban. Se detuvo el temblor.

—Apuesto diez mil a que es de siete. —Apuesta el caballero de la tercera edad.

—Siete punto dos. —Apuesta un chico.

—Apuesto que es un ocho. —Digo tranquila.

Ellos siguen con las apuestas. Esperamos unos minutos para escuchar el caos. Alrededor de unos cinco minutos llegó la alarma en los celulares.

—Afírmense que se viene réplica. —Habla la esposa del caballero de tercera edad.

Yo me acercó a Atlas, el estaba como un gato. Tomo su mano para el abrazarme. Nos alejamos a un lugar más seguro. Se vino su réplica igual de fuerte. Estaba esto siendo un desastre enorme. Alrededor de tres replicas encendimos la radio del lugar. Todos escuchábamos atentos.

|«Les Informamos que esto recién está empezando, los temblores se esta registrando en todas las regiones de Chile. Epicentro aún no se sabe donde inició. Espero que estén preparados para lo peor. Hace ya años que no se registraba con tanta fuerza.

Todos murmuraban entre sí. Me gire mirando a Atla. El estaba tenso. Empieza a temblar de nuevo pero mucho más fuerte que antes. Esto ya era destino final. Quede en silenció y el ruido que se escuchaba en el temblor era algo que te dejaba el alma en los dedos. Atlas estaba afirmado del suelo y de mi. Los niños gritaban aterrados. La gente estaba tratando de tranquilizarse pero para mala suerte el propietario gritaba y maldecía. Las teles se cayeron. Me puse a contar los minutos en susurros. Podría jurar que estaba siendo eterno. Diez minutos. Se detuvo de apoco.

—¿Atlas estas bien?.

—Créeme quiero vomitar.

—No lo hagas sobre mi. —Pido.

Me levanto con el. Lo ayudo a llegar a la donde pueda vomitar. El lo hace y yo me quedé tranquila. Unas horas después estábamos esperando alguna noticia.

—Agradece que no estamos en Santiago.

—Karla.

—Si hubiéramos ido en avión hubiera sido peor.

Bufa molestó. Carabineros llegó a donde estábamos. Ayudó algunos heridos. Unos minutos acabamos yendo a una explanada donde habían ya gente construyendo y instalándose para ayudar con cosas.

—Apenas paso unas horas. —Atlas miraba esto.

—Chilenos en respuesta rápida. —Explico simplemente.

—¿Ósea que esta es la respuesta que cualquier chileno tiene?.

—Los chilenos nos ayudamos entre todos, la unión hace la fuerza. Créeme cuando se nos mete algo en la cabeza y es injusto dudo que nos quedemos de brazos cruzados.

—¿Es así?.

—Si logramos hacer temblar el país con cambiar de sistema…¿Crees que nos asustaría entrar en una guerra?.

—Creo que me hago la idea de lo patriota que son.

—Sip.

—Si supieran que el asesino más grande ahora es extranjero…¿Qué sucedería?.

—Te matarían Atlas…pero como estamos comenzando de nuevo no me atrevería a traicionarte. —Le digo tranquila.

Llevo a Atlas de la mano a donde podamos quedarnos.

—¿Ósea que si deseas podrías entregarme a todo un país para matarme?.

—Tal vez.

—¿Tal vez?.

—¿Atlas tienes miedo?.

—La mente humana es macabra.

—Tu mente es macabra.

—No se si yo caí en una trampa o lo hiciste tu.

—Solo eres mi capricho ahora Atlas…la diferencia es que si te vas no te buscaré, si decides abandonarme aquí y terminar con todo no te rogare. —Suelto su mano para verle a los ojos.

Esos hermosos ojos suyos. Me miraba a los ojos y no habían dudas. Me miraban con tal intensidad.

—Me enamoré de ti Karla. Si me fuera ahora tengo por seguro que volveré como un perro a tus piernas. Te ofrecería todo de mi en segundos. Me tiraría al suelo, me humillaría a mi mismo por ti.

—El amor no humilla, no lastima y no tiene segundas opciones.

—Quiero ser tu todo Karla. —Toma mis manos para verme serio a los ojos. — Quiero ser el primer hombre al que le enseñes hasta lo más profundo de ti.

—El problema es que ya lo hiciste…ya te enseñe los secretos más profundos de mi ser. Buscas en vano algo más de lo que te mostré, incluso lo que no te mostré ya lo sabes. —Suelto sus manos algo decepcionada.

—Enséñame a amar Karla. Enséñame a ser tuyo…Enséñame a vivir contigo a tu lado. —Pide.

—Es tan fácil hacerlo Atlas que da vergüenza la pregunta.

—¿Lo es?, ¿por qué no lo logro?. —Pregunta confundido y algo asustado.

Acarició su mejilla sonriendo suave. El toma mis manos, planta algunos besos en estas.

—Tal vez ni tu mismo te conoces, tal vez por eso no sabes como identificarlo. —Suelto mis suposiciones.

El frunce el ceño.

—Me conozco.

—¿Entonces por que no lo logras?.

El duda.

—Vez, no te conoces. Te conoces físicamente pero nunca te inmiscuiste dentro de tu corazón. —Suelto una pequeña risa.

Le planto un beso suave en sus hermosos labios. Los labios que me volvería adicta a besar. Un fantasmas de Mike vino a mi. Me quedé aturdida.

—¿Sucede algo?.

—No nada.

Sonrío suavemente. Esperamos sentados debajo de una sala instalada por carabineros junto con la ayuda de bomberos. Meditaba un poco en lo acontecido. Atlas y sus hermanos. La actitud de Atlas, mi poca capacidad de explicarme y expresar como debe el amarme. Aún que ni yo se como el podría amarme.

—¿Karla tienes sueño?.

—No, pero duerme tu primero amor.

El acepta mi petición y se acomoda. Me acomoda en sus brazos. Me mantuve quieta y miraba a la nada. Me molestaba no tener respuesta en mis problemas. Se suponía que iba a dejar a Atlas solo pero ahora me encontraba en este lugar con el. Mi Don Hürrem Sultan. Se suponía que lo iba a abandonar. Se supone que iba a ser libre de él. Aún que ver a Atlas tan necesitado de paz y amor me es difícil no dárselo. Me encapriche de él. Ahora era la que quería tenerlo solo para mi. Mi mente viene la idea de embarazarme pero es imposible. Yo no me siento capaz de parir ahora. No estoy preparada ahora mentalmente.

—¿Señorita se encuentra bien?. —Pregunta un paramédico.

—Si, solo estoy cansada. —Respondo suspirando.

—¿Quiere que le haga una revisión?. —Ofrece.

Dudo pero asiento. Me escapó de los brazos de Atlas. Me hace algunas pruebas y me reviso los signos vitales.

—Debería descansar. Se que es difícil ahora ya que estamos realmente aislados de la otra parte de la ciudad.

—Soy de Temuco pero debía irme a Santiago para tomar un vuelo. —Le explicó algo cansada.

—¿El es tu pareja?. —Pregunta apuntando a Atlas.

Asiento. El suspira.

—Si deseas puedo revisarlo. Se nota que tuvo un mal rato. —Se ofrece algo divertido.

—No gracias, el no lo tomará de buena gana.

—¿No le gusta que lo toquen?.

—Exacto.

Me voy de vuelta con Atlas. Se escucha un camión cosa que me hace tensarme. Atlas se sobresalta y mira a todos lados asustado. Me abraza y el busca un lugar seguro.

—Atlas tranquilo, vamos relájate.

Atlas estaba en un estado de alerta y asustado. Tan pronto me dejó junto a él aun lugar seguro según el se aferraba a mi. Su corazón latía con fuerza. Creo que e causado un trauma en el. Pobrecito. Horas mas tarde fue lo mismo. Nos dieron recursos para comer pero realmente tuve que pedirle a un doctor revisar a Atlas. Le revisaron y tuvieron que ponerle calmantes. Entiendo que en Alemania rara vez temblaba. Aquí en Chile estábamos acostumbrados a los sismos telúricos. Somos un país muy sísmico. Ya con antelación nos advirtieron que volvería un caos el país si volvía a temblar como en aquellos años en Valdivia. Estaba algo preocupada por Atlas quien parecía que estaba bastante agotado y asustado.

CaprichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora