Capitulo 1: El despertar de creus

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El sol apenas comenzaba a asomarse sobre las murallas de Camelot, bañando la ciudad en un tenue resplandor dorado. En una pequeña y oscura habitación, Creus se despertó con el sonido de los gritos de su amo. Su cuerpo delgado y su piel negra contrastaban con las sábanas raídas que apenas lo cubrían. Sus ojos caídos reflejaban una mezcla de cansancio y resignación.

El aire estaba cargado de humedad y el olor a moho impregnaba cada rincón. Creus se levantó rápidamente, sabiendo que cualquier retraso podría costarle caro. Se vistió con harapos y salió de la habitación, sintiendo el frío del suelo de piedra bajo sus pies descalzos.

“¡Creus! ¡Ven aquí, inútil!” La voz de su amo resonó por el pasillo. Creus corrió hacia la cocina, donde su amo, Sir Gareth, lo esperaba con una expresión de desdén.

“¿Dónde está mi desayuno?” gruñó Sir Gareth, sus ojos llenos de impaciencia.

“Lo siento, mi señor. Lo prepararé de inmediato,” respondió Creus, su voz temblorosa. Se apresuró a encender el fuego y comenzó a cocinar, sus manos moviéndose con rapidez y precisión a pesar del miedo que sentía.

Mientras trabajaba, Creus no podía evitar pensar en los rumores que había escuchado en el mercado. Se decía que un grupo de rebeldes estaba planeando una revuelta contra los nobles de Camelot. La idea de libertad era un sueño lejano, pero no podía evitar sentir una chispa de esperanza.

El día transcurrió con la monotonía habitual. Creus realizó sus tareas, limpiando, cocinando y sirviendo a su amo. Cada tarea era una prueba de su resistencia y paciencia. Los otros esclavos apenas hablaban, sus rostros marcados por la desesperanza.

Al caer la noche, Creus fue enviado a recoger leña en el bosque cercano. La oscuridad se cernía sobre él, y los sonidos de la noche lo rodeaban. El crujido de las ramas bajo sus pies, el ulular de los búhos y el susurro del viento entre los árboles creaban una sinfonía inquietante.

De repente, un ruido sordo rompió el silencio. Creus se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. Miró a su alrededor, pero no vio nada. Continuó caminando, pero el miedo se había instalado en su pecho.

“¿Quién anda ahí?” susurró, su voz apenas audible. No hubo respuesta, solo el eco de su propia voz.

Cuando finalmente regresó a la mansión, encontró a Sir Gareth esperándolo con una expresión de furia. “¿Dónde has estado, mocoso? ¡Te he estado buscando por todas partes!”

“Lo siento, mi señor. Estaba recogiendo leña,” respondió Creus, tratando de mantener la calma.

Sir Gareth lo golpeó con fuerza, y Creus cayó al suelo, su visión nublada por el dolor. “No vuelvas a tardar tanto,” gruñó Sir Gareth antes de marcharse.

Creus se levantó con dificultad, sus manos temblando. Sabía que no podía seguir viviendo así, pero ¿qué opciones tenía? Mientras se dirigía a su pequeña habitación, una idea comenzó a formarse en su mente. Tal vez, solo tal vez, los rumores sobre la revuelta eran ciertos. Y si lo eran, podría haber una oportunidad para escapar.

Se acostó en su cama, sus pensamientos llenos de incertidumbre y esperanza. El futuro era incierto, pero por primera vez en mucho tiempo, Creus sintió que tenía una razón para luchar.

Esa noche, mientras el viento aullaba fuera de su ventana, Creus soñó con un mundo diferente. Un mundo donde no era un esclavo, sino un ser libre, capaz de decidir su propio destino. En su sueño, vio a los rebeldes marchando bajo la luz de la luna, sus rostros decididos y sus corazones llenos de valentía. Despertó con una nueva determinación, sabiendo que debía encontrar una manera de unirse a ellos.

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