Capítulo 39: La Sombra del Orco

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El silencio en la arena era tan denso como la niebla espesa que se cernía sobre un pantano. Miles de espectadores se habían quedado petrificados, atónitos por la caída del gigante orco. La batalla había sido brutal, llena de golpes demoledores y movimientos de una rapidez desconcertante. Pero ahora, la victoria parecía estar en manos de Creus. O, al menos, eso creían todos.

Creus, con el cuerpo dolorido y la visión nublada por el sudor y la sangre, se incorporó lentamente. Su espada, brillante bajo la luz del sol, reposaba en la arena, a unos pocos metros. Un gemido de dolor escapó de sus labios al agacharse para tomar su arma. Su mano temblaba, la adrenalina y el cansancio se habían apoderado de su cuerpo.

Gorak, el hijo del Rey Orco, yacía en el suelo, su maza de acero a un lado, la fuerza de su golpe había causado que su brazo derecho se doblara en un ángulo horrible. Sus ojos, brillantes con una luz maligna, reflejaban un odio primitivo que parecía consumírlo.

"¡No has ganado!" rugió Gorak, su voz rasposa y poderosa, como el tronar de un trueno en un cielo tormentoso. "No puedes vencerme."

Creus, con un esfuerzo, se incorporó por completo. Su mirada se encontró con la de Gorak. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. No era solo el odio que se desprendía del orco, sino algo más, una energía oscura que se apoderaba del ambiente, envolviéndolo como una niebla pestilente.

"¿Es esto lo que quieres?" murmuró Creus, su voz apenas audible, pero sus palabras eran firmes. "Convertirte en un monstruo? ¿Dejar que la oscuridad te controle?"

En ese momento, una sombra se extendió desde el cuerpo de Gorak. Era una sombra negra y densa, que parecía tener vida propia. Se expandía rápidamente, envolviendo al orco como una manta de pesadilla.

La multitud, con un grito de horror, se echó atrás. Los guerreros que estaban en la arena no podían dejar de mirar la terrible transformación que estaba ocurriendo. La arena se llenó de un olor nauseabundo, como a carne en descomposición.

Gorak, con un gemido de dolor, comenzó a cambiar. Su piel tomó un tono verdoso y escamoso, sus músculos se hincharon hasta un tamaño descomunal, sus garras crecieron con una velocidad alarmante. Y sus ojos, ahora rojos y feroces, brillaban con una luz que parecía devorar las sombras.

Creus, con el corazón latiéndole con fuerza, se dio cuenta de que la sombra no era simplemente una transformación física, era algo más. Era un poder antiguo y oscuro, que había poseído al orco y lo había convertido en una criatura horrible y peligrosa.

“¡Te mataré!” rugió Gorak, su voz era un trueno ronco y aterrador. La arena temblaba bajo sus pies.

Creus, con la espada en mano, se preparó para enfrentarse a la criatura. Sabía que la sombra era peligrosa, pero también era un recuerdo de su propio poder. Creus era un maestro de las sombras, su poder provenía de la oscuridad misma.

En ese momento, sintió un poder nuevo inundándolo. Era una energía negra y fría, que fluía por sus venas como un río de tinta. Sus ojos empezaron a brillar con una luz oscura, y una sombra se extendió desde su cuerpo. Era un poder antiguo y oscuro, que había dormido en su interior durante años. Y ahora, había despertado.

La arena se llenó de una energía oscura. Las sombras danzaban a su alrededor, se movían como serpientes negras, en un torbellino de misterio y poder. Los ojos de la multitud se dilataron con el miedo. Las sombras se tragaban la luz del sol, el aire se volvió denso y frío.

Creus, con un movimiento de su mano, extendió la sombra que lo envolvía. La sombra se desplazaba a una velocidad sorprendente, envuelviendo a Gorak. El orco, con un grito de dolor, trató de romper el abrazo de la sombra, pero era inútil.

La sombra de Creus se extendía sobre la arena, se apoderaba de

todo a su alrededor. El estadio se oscurecía, la multitud se encogía de miedo, y las sombras danzaban al rededor de los guerreros. La arena se había convertido en un campo de batalla de sombras, donde la luz no podía penetrar.

Creus sintió el poder oscuro fluyendo por su cuerpo, una fuerza nueva y peligrosa. La sombra era una parte de él, pero también un reflejo de la oscuridad que combatía en su interior.

"¿Estás listo para enfrentarte a tu propia oscuridad, Creus?" murmuró una voz en su mente. Una voz que le susurraba que cediera, que abrazara el poder oscuro, que se rindiera a la tentación.

Creus respiró hondo, con un esfuerzo, ignorando la voz oscura. Sabía que la batalla no era solo contra Gorak, sino también contra él mismo.

La batalla se había convertido en una lucha entre dos poderes oscuros. Gorak, con un poder primitivo y descontrolado, y Creus, con un poder controlado y misterioso.

Pero, ¿podría controlar la oscuridad antes de que lo consumiera?

Two Coins And One SideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora