Piedra

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Trece:


Mi mirada estaba puesta en la ventana que tenía esa pequeña habitación, la madre de Leila estaba en la cocina hablando con la rubia alegremente. Extraño a mi madre...

Me siento como rapunzel encerrada en esta época.

Suspire nuevamente y abrí la ventana, si bien es cierto esa casa tenía una vista hermosa. Me pregunto que será de ella en la actualidad...

Balanceé mis piernas por ella hasta salir afuera, al parecer había un jardín en proceso. Camine por un camino de piedras apenas en formación y descubrí una banca de cemento entre los arboles, me senté en ella y respire profundamente. Me pregunto que estarán haciendo los demás vigilantes... de seguro nos siguen buscando.

Con 18 años y ya he viajado por dos continentes en diferentes épocas. Eso me hizo sonreír y negar lentamente. Una cara apareció en mi mente, una sonrisa brillante, unos ojos cafés cargados de luz. Un nombre, Tomas. Otro suspiro se escapo de mis labios, ¿Que me estaba pasando?

Deje caer mi espalda en la banca y cerré los ojos por un momento imaginando que estaba junto a mí. No debería estar pensando en estas cosas pero es casi imposible... Sonreí al imaginarme estar junto a él, el día en que nos conocimos. Bailar con él. Eso fue... guau. Indescriptible.

Pude sentir el sentimiento con más fuerza pero está vez no era solo mío, alcé la vista y me reincorporé. Leila venía caminando con las manos metidas en las bolsas de su pantalón, tenía la cabeza agachada y la cortina de cabello rubio sedoso cubría parte de su cara.

-Hola.-susurró.

-Hola.-intente ver sus ojos pero ella seguía con la cabeza agachada.

-Mamá, es decir, Sarah ha preguntado si vas a cenar.-nunca había tenido una hermana pero estoy segura de que así sería un caso de hermanas enojadas. Solo que yo no estoy enojada, ni ella. Más bien arrepentimiento.

-Si.-fue lo único que respondí y ella alzo la vista. Mire atentamente los ojos azules y entonces lo vi, el sentimiento. Amor.-Leila...

-La comida se enfría Emily.-dio en un tono frío y el sentimiento desapareció. Leila se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la casa.

"Lo que tú sientes yo también lo siento"

Me puse en pie y la seguí en silencio. Demasiado silencio, incluso mientras cenábamos, Sarah intentaba hacer un inicio de conversación pero ninguna de las dos se animaba a seguirle el juego. Terminamos de cenar y me puse en pie, lave los platos sucios y di las buenas noches. Llegué al cuarto de invitados y me metí en la cama. Tenía que hacer una conexión con una de las hermanas de Tomas. Eso iba hacer, Walter me dijo alago sobre ella. Los sueños son el mejor método para llegar a Phoe Gonzales.

Llegaré a ella.

Nunca pensé que soñar iba ser mi salida, esperaba tal vez subir una gran montaña por una especie de artefacto o pelear contra un monstruo pero esto no era lo que tenía en mente. Mi sueño es algo simple, una pradera con muchas flores.

No sé que estoy haciendo aquí, ni que tengo que buscar. Estoy perdida.

Baje mi vista hasta el collar que llevaba en el cuello, un llamado había dicho Davina. La madre de Walter.

-Lo que sea que hagas es mejor que comiences hacerlo ahora porque sinceramente no sé que hacer.-espere unos minutos y nada, sujete el collar con una mano y suspire.-Vamos... llévame hacía Phoe.

-Aquí estoy.-me sobre salté al escuchar la voz y di un brinco, alcé la mirada asustada y frente a mí hay una chica de cabello castaño y ojos azules.

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