Vida Normal

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Veintisiete:

La miré por última vez y me giré dispuesto a irme pero al dar cinco pasos me detuve. No podía, no podía hacerlo. No la podía dejar.

Me volteé y caminé seguro hacia ella, lentamente me senté a su lado pero Anthea mantenía su vista en la ciudad. Las lágrimas habían cesado, varios mechones de cabello estaban pegados a sus mejillas mojadas producto de las lágrimas.

–Quiero que te vayas. – me susurro, sonando totalmente fría. Pero no lo iba hacer.

–No. –dije sonando firme, ella giro lentamente su cabeza y me volvió a ver con resentimiento.

–No te quiero aquí Tomas.

Mi nombre completo en su boca sonaba extraño. –No me pienso mover de aquí.-Le dije con seguridad.

Pude notar como sus manos se contraían en puños y en menos de cinco segundos Anthea se lanzó contra mí, sujete sus puños al instante. Estaban listos para golpearme, ella intento zafarse de mi agarre pero su fuerza no era comparable contra la mía.

La rabia estaba tomando el control de su cuerpo. Lo entendía, tenía que desahogarse.

– ¡Te odio!–grito con dolor. Su cuerpo estaba encima del mío, los ojos oscuros se volvieron a llenar de lágrimas, su cuerpo fue cediendo lentamente hasta caer sobre mi pecho, las lágrimas mojaron mi camisa pero poco me importo eso. –Yo... yo...

La calle pasando mi mano por su espalda. –Está bien, tranquila.

No sé cuánto tiempo pasó, pero fue un largo tiempo hasta que sus lágrimas dejaron de rodar por su mejilla. Ambos nos sentamos en el pasto con la vista puesta en la ciudad.

Decidí romper el silencio. –Lo lamento Anthea.

–No es tu culpa. –respondió ella con voz áspera. El llanto afectó sus cuerdas vocales. Pero continuó hablando. –En veces imagino como sería ser un mortal, ir a la escuela. Tener amigos, asistir a fiestas, ir al cine, graduaciones... cosas normales, ¿Cómo es?

-¿Cómo es que?-pregunté sin entender.

-La vida mortal.

Sonreí de medio lado. –Ir a la escuela es muy aburrido, con el tiempo te das cuenta de que de tu grupo de diez amigos conservas tres, las fiestas dejan dolores de cabeza y falta de dinero, en el cine siempre hay alguien que no para de hablar o quejarse de la película y créeme eso es completamente exasperante. Las graduaciones suelen ser muy emotivas pero después de recibir el titulo te sientes perdido, realmente perdido.

Escuche su risa, una risa genuina. –Yo sería muy aplicada, tendría el mejor promedio. No bebería en las fiestas y amigos probablemente conservaría dos. Tendría una carrera definida para el día en que me graduaría y callaría al sujeto del cine.

Reí, sonaba muy seria. Y creo que si haría todo eso. –Serías la mortal ejemplar. ¿Qué harías después de la Universidad?

–Buscaría un empleo, tal vez me casaría, tendría tres hijos. Dos niños y una niña, los fines de semana irían a la playa con mi familia. Tomaría el sol, tendría un perro que se llamara Fido. –la volví a ver con una ceja alzada y ella se encogió de hombros. –Luego envejecería, vería como mis hijos se casan y tienen hijos y sería muy feliz.

–La vida perfecta. –susurré y ella asintió con tristeza.

–Perfectamente aburrida. –dijo en burla. –Sería muy tranquila, nada de Dioses ni guerras, con preocupaciones tontas como; El dinero para pagar los gastos, el novio o novia de mis hijos y lo estresante que sería mi trabajo.

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