Hogar

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Uno:


Era su cabello rojizo o sus ojos cafés con esos alrededores dorados, era su piel o su increíble voz. Era su aura. Tan distinta a cualquier otra que había visto en mi vida.

Tenía que descubrir que era lo que la hacía especialmente diferente entre todos, tome un día libre de trabajo y universidad y fui a casa. Con Marta, la mujer que se hacía pasar por mi madre, era una gran señora sin duda le tenía cierto cariño. La salude y camine hacía mi antigua habitación, sin fijarme en nada de lo que me rodeaba cerré la puerta y quite un poster de mi banda favorita de la pared, ahí estaba mi caja fuerte. Tome la perilla y comencé a girarla hasta que la puerta se abrió, adentro solo habían dos cosas, un brazalete y una bolsa negra con polvo de Morfeo en su interior. Tome el brazalete y cerré de nuevo la caja poniendo el poster en su lugar luego, rápidamente saque de mi pantalón la nota que le tenía preparada a Marta para que no se preocupara la deje sobre la cama y me coloque el brazalete, cerré los ojos y pensé en el lugar que quería estar. Casa.

Se sentía igual de horrible pero el dolor ya no era tan fuerte como antes, aparecí en mi antigua casa específicamente en mi antiguo cuarto. Sonreí sin poder evitarlo y negué lentamente, mi sentido auditivo se agudizo e intente escuchar si había alguien en la casa pero estaba vacía. Sin perder mucho tiempo salí de la habitación y baje las escaleras tomando nota de cada aspecto de la casa, al pasar sobre la puerta principal mis ojos pasaron por la calle que daba a nuestra casa, a lo lejos podía notar algunas casas de dos a tres pisos. Definitivamente habían progresado mucho desde que me fui, comencé a caminar hacía el edificio principal sin ser notado por alguien excepto por las cámaras que estaban en cada farola de luz, solo había una persona que tenía acceso a toda esa tecnología, la misma que las modificaba. Y sus ayudantes, sin poder evitarlo sonreí a una de las cámaras y continúe mi camino hacía el edificio principal, en las aceras había bastantes personas más que todo vigilantes, algunos mortales habían dejado lagos hace un año. Sus memorias no se borraron pero prometieron guardar el secreto.

Mis ojos se abrieron al notar el cambio en la plazoleta, había un quiosco a un lado de esta rodeado de muchas flores de varios colores. No tengo que perder tiempo. Pase en medio de esta esquivando personas hasta que un silbido me hizo detenerme.

-¡Tom!-gritó alguien detrás de mí y giré lentamente con las manos en los bolsillos, una chica rubia de ojos azules venía corriendo hacia mí, los vigilantes la esquivaban y luego abrí los ojos en sorpresa al sentir como su cuerpo se abalanzaba sobre el mío, su risa me hizo reconocerla.

-¿Leila?-pregunte confuso y ella hizo un sonido afirmativo mientras aún seguía encima de mío.

-¡Por los dioses si eres tú!-soltó un grito de alegría lo cual me hizo sonreír.-Estas tan cambiado y grande y dioses... ¡Te he extrañado mucho!

-Yo igual pero sería bueno poder abrazarte mientras esté de pie y nadie nos mire extraño como ahora.-ella pareció darse cuenta de su posición y se sus mejillas se tornaron rosadas suavemente mientras se ponía en pie y me ayudaba, la abracé con fuerza la mire directamente.

-Tus hermanas se pondrán felices de verte.-negué e hice una mueca.-Tom...

-No te hagas falsas ilusiones Leila, no vengo a quedarme. Solo estoy... buscando algo. Una información y necesito hablar con Valent para hablar sobre eso.

Los ojos de Leila se entre cerraron y me miro con los puños cerrados.-Tomas Johnson llevas ocho años sin poner un pie en Lagos y no piensas saludar a tu familia.-Me encogí de hombros y ella me golpeo el hombro.-Eres un mal agradecido Tomas.

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