Treinta uno:
Llegué a pensar que tal vez era una broma, pero cuando Sophie salió de ese enorme gimnasio entendí que no era una broma. Ni siquiera tenía un cronograma, ni mucho menos sabía que enseñarles a esos chicos. Intenté recordar mis días en la academia pero como ella mismo había dicho las cosas habían cambiado, mucho.
-¿Qué haremos ahora?-me susurró Maxi y todos nos volvieron a ver.
-Primera regla.-dije en voz alta.-No quiero que nadie agudice sus sentidos, queda total y completamente prohibido escuchar conversaciones ajenas. Y no se pasen de listos porque sabré si lo están usando.-realmente no tenía ni la menor idea de cómo saberlo, pero esperaba que mi mirada los intimidara.-Como ya han de saber, mi amigo y colega aquí presente es un mortal. En todo grupo o por lo menos todo vigilante debe de saber primeros auxilios, podemos congelarnos a cierta edad pero no somos inmortales.-Y eso si era verdad, cuando estaba en la academia el paramédico de emergencia era Anthea.-Lo siguiente que harán es hacer grupos de cinco, tienen diez segundos. Uno, dos, tres.-comencé a contar y rápidamente los jóvenes vigilantes se formaron en grupos en total eran seis grupos de cinco.-Diez. Apuesto a que a todos les han dado clases de primeros auxilios.-ellos asintieron.-Bien, pero apuesto a que nunca han tratado con una herida verdadera.
Los obligué a dispararse, algunos amenazaron con llamar a sus padres. Lo cierto era que todos sabían a que venían aquí. Nunca habían sentido el dolor de una bala, probablemente sus padres sí y en el peor de los casos se habían acostumbrado al dolor. Como era de esperarse ninguno quería recibir el disparo, excepto uno. Evans, el chico rubio de ojos azules fue el primero en ofrecerse, una chica a la que llamaban Leo le disparó pero en sus ojos se veían venir las lágrimas y después de jalar el gatillo las lágrimas salieron por si solas. El chico cayó al suelo, la bala fue directo a su pierna, el objetivo era herirlos. No matarlos. En todo caso había una sanadora en la estancia, observándonos. El hecho de que las cosas habían cambiado no significaba que yo lo hubiera hecho. Si Sophie quería que les enseñará a ser verdaderos Vigilantes, lo haría. Pero a mi manera.
Evans gritaba de dolor, Maxi se acercó a él y llamó a un voluntario, la misma chica que le disparó se acercó y con forme Maxi le iba indicando ella intentaba sacar la bala con un cuchillo. Al cabo de unos diez minutos la bala estaba afuera, para suerte de Evans la bala no había tocado ningún nervio. La clase de hoy se llamó "Cómo sacarme una bala" claro que solo la llamé así en mi cabeza.
La sanadora se acercó a nosotros y en cuestión de minutos Evans estaba como nuevo.-Sucede que.-comencé a decir.-en toda su vida en algún momento van a tener que recibir una bala. Y no será como lo que han visto, no abra compañero que los ayude, o tal vez sí. Pero nunca se atengan a nada, no abra sanadora que les cure la herida mágicamente. Solo estarán ustedes, solos, tirados en el suelo desangrándose con un cuchillo y un arma, o en el peor de los casos sin nada. Los Vigilantes no son ese tío guay que van caminando por la calle con sus lentes de sol y su arma bien escondida siguiendo a una persona que ni siquiera sabe de su existencia. No. Es ese tío que se levanta todos los días sabiendo que ese tal vez pueda ser el día en que muera, porque es cierto. Podemos vivir cuantos años queramos, podemos ser jóvenes y atractivos. Pero solo una bala y eso desaparece. Un vigilante es ese tío que está preparado para morir por su vigilado. Hoy ese chico.-señalé a Evans.-Ha sido un completo idiota, porque el haber dado un paso adelante para demostrar que no tiene miedo no es acto de valentía. Es un acto de estupidez, nos clasificamos en tres tipos. Rápidos, agiles y fuertes. Si hubiera sido rápido abría esquivado la bala, si hubiera sido ágil le habría quitado el arma a ella y si hubiera sido fuerte no hubiera gritado de dolor. Y luego tenemos a esta chica, cuyo sistema nervioso iba tener un colapso por ver la sangre. Lo cual la hace aún más estúpida que nuestro primer individuo. Porque si no están listos para dispararle a alguien a quema ropa no están listo para salir de esta academia.
-Usted dijo que había que recibir el disparo.-contesto un muy enojado Evan.
-En efecto.-respondí con una sonrisa.- pero si me hubieran dicho lo mismo hubiera tenido la suficiente capacidad mental para evitar ese tiro que posiblemente habría acabado con mi vida. Y créeme que no se necesitan clases para sacar una bala. Somos Vigilantes, no inmortales.
El chico me miró con los ojos entrecerrados, podía notar que no le caía nada bien. Pero si algo había aprendido en la academia era que los profesores te enseñaban la realidad de la vida, te preparaban para que una vez afuera de estás puertas la realidad no te golpeara en la cara y te hiciera mierda. Porque ellos te hacían mierda. Esto no era el ejército, esto era peor que el ejército.
-Tú.-señalé a la chica, cuyos cabellos eran rubios.-Límpiate esas lágrimas de cocodrilo. No lo has matado, está vivo a la par tuya con su cara de "Johnson te voy a matar al dormir" Así que hazte un favor y deja de auto humillarte. ¿Acaso no han leído el maldito manual? "Un Vigilante no muestra sus sentimientos" así que límpiate esas lágrimas cadete.
La chica limpió sus lágrimas con la poca dignidad que le quedaba, mientras sus compañeros la miraban.-Tu nombre completo.-exigí saber.
-Eleonora Banks.-respondió ella con la barbilla en alto.
-Quiero que su grupo de un paso adelante.-Ella y cuatro chicos más dieron el pase adelante. Tres hombres dos mujeres.-Ustedes cinco serán el ejemplo, gracias a vuestra compañera Eleonora van a limpiar este gran y porque no decir, inmenso gimnasio como recompensa por las lágrimas de ella.-A regañadientes los cinco asintieron.-Maxi tu turno.
Maxi me volvió a ver rápidamente y frunció el ceño, me encogí de hombros.
-Bien.-respondió con claro nerviosismo. Deje de escuchar sus palabras cuando el celular comenzó a vibrarme, lo saqué de la bolsa del pantalón y sonreí al ver de quien era.
Thea:
Tom, puedo escuchar tus gritos desde la entrada.
Yo:
Eso quiere decir que estás aquí.
Thea:
Y entrando.
Mi ceño se frunció inmediatamente y escuché la puerta abrirse, todas las voces se apagaron y alce la vista. Anthea estaba debajo del umbral de la puerta con un sobre en sus manos.
-Profesor.-entre cerré los ojos y caminé hacia ella ignorando las miradas de los demás.-Cadetes.-saludo ella.
-Teniente.-respondieron todos a coro.
-Esto es para usted.-la chica de ojos oscuros me extendió un sobre negro con un escudo dorado. No entendía porque traía el logo oficial.
-¿Esto es?-ella miro a la multitud detrás de mi hombro e hice lo mismo, Maxi comenzó a explicarles algo que tenía que ver con la hipotermia y los demás comenzaron a prestarles atención, devolví mi mirada a ella y la chica solo me incito abrirlo.
Era una hoja en muy mal estado con algo escrito.
"Esto no está bien, Anthea, Emily no es la indicada. Ella no es su reina. Ayuda.
-Leila."
-Esto es lo que esperábamos.-respondió Anthea, la miré a los ojos y en ellos había un brillo, un brillo especial.
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Ascendance
Sci-fiTomas Johnson vive una vida normal, sin nada de seres mitológicos, dioses y vigilantes. Alejado de su familia y viviendo la etapa universitaria de cualquier chico con veintitrés años hasta que una noche en uno de los antros españoles conoce a una ch...