Treinta y seis:
En ocasiones olvidaba en donde estaba, mi mente se mantenía vacía por segundos, yo los llamaba "segundos de paz", Leila me había contado una parte de su historia pero quería saber más. En veces me preguntaba si siguía siendo la misma Emily, la chica que reía en clases de historia, la que se sonrojaba cuando Carlos Ramírez le hablaba en los recesos, la que amaba escuchar música en español, la media hermana de Karen, la americana. Emily Marie Stone, la chica americana de intercambio, en ocasiones me preguntaba si seguía siendo esa chica.
-Majestad.-parpadeé varias veces y miré con atención a la chica por el reflejo del espejo.-Luce hermosa.
Desvié la mirada de ella hacia mí, no me sientía como yo. No veía a Emily. Solo veía a una chica de cabello rojizo, ojos apagados y una sonrisa sencilla. Veo a la reina.
-Muchas gracias Amalia.
-¿No piensa utilizar la corona?-negué, llevar la corona era un peso más, no físicamente sino psicológico.-Muy bien, la estaré esperando afuera por si necesita algo más.
Asentí nuevamente y ella se marchó, me puse en pie y me observé detalladamente, un vestido blanco largo hasta el suelo, varias joyas en mi cabeza, manos y cuello. Y una sonrisa tan falsa como yo.
Quité la mirada del espejo lentamente y miré hacia la ventana, un cielo azul decoraba el bosque mágico, donde habitaban todas esas hermosas criaturas.-Ha de ser hermoso ser una reina.
Me sobre salté al escuchar una voz, mis ojos se dispararon rápidamente hacia la puerta en donde se encontraba Andrea.
Sonreí levemente y ella hizo una pequeña reverencia, inclusive llegue acostumbrarme a ellas.
-Hace días que no sabía de ti.-comenté con curiosidad.
-Lo sé, estaba fuera, Tebas para ser exactas.
Fruncí el ceño.-Pero tú no puedes salir de aquí, Poseidón te sigue buscando.
-Valía el riesgo, sucede que ha habido revueltas al otro lado de la entrada.
-¿De qué tipo?-pregunté intrigada.
-Varios... mestizos han sido hallados muertos.Mestizos, conocía el termino, mitad humanos mitad dioses, habían tres clases, Dioses; hijos e hijas con ambas partes olímpicas, semidioses u legendarios; unión entre un mortal y un tintan y por último los mestizos, mitad dios, mitad mortal.
-¿Saben quién lo está causando?-Andrea negó.
Me preocupaba, los mestizos que llegaban al Clero, cubiertos de sangre o en el mejor de los casos solo con heridas leves y moretones, pero era algo preocupante, nunca imaginé la gran cantidad de Dioses y mestizos cada vez iba en aumento. -¿Emily?
Parpadeé varias veces y miré con atención Andrea. -¿Te encuentras bien?-asentí.-Decía que, deberías salir del templo, por lo menos un día, e ir a ver a los mestizos.
No era una mala idea, lo cierto era que estar encerrada no era mi pasamiento favorito, desde que habían llegado más personas al Clero, Circe no me había permitido entrenar en el exterior, por seguridad, aunque en ese momento me consideraba capaz de poder auto defenderme.
-Es una muy buena idea.-acotó alguien detrás de mí, giré unos centímetros mi cabeza y sonreí discretamente al ver a Leila.-Cada día llegan por lo menos dos o tres, preguntan por ti. No digo que salgas del Clero, pero no veo porque no puedas salir del templo.
-Necesito cambiarme, esto... esto no soy yo.
-Tiene razón.-dijo Andrea pero luego añadió.-Esa es la reina.
Tome una larga respiración y asentí, tenía que ser la reina, tenía que convertirme en una, caminé hacia la puerta y la vigilante se hizo a un lado, a diferencia mía, Leila iba vestida como de costumbre, un pantalón negro; que sinceramente no sé de donde los sacaba y una de sus habituales camisas blancas, a juego con su botas al estilo militar. Pero solo había una cosa que siempre parecía ir en su lugar, el cinturón que rodeaba su cadera.
-Majestad.
Me detuve al borde de las escaleras con la barbilla en alto y con una mirada seria observe a Circe, quien no se veía muy contenta.-Disculpe el atrevimiento, pero, ¿para dónde piensa ir?
Sin titubear o dudar respondí.-Acepto tus disculpas, y ya tengo dos guardias como norma de seguridad, y por último, la reina no da explicaciones.
Sin darle tiempo a responder bajé los peldaños seguida de Andrea y Leila quien en todo momento se mantuvieron calladas, había notado como se alzaban tiendas de acampar a las fueras del templo pero ahora eran más de las que esperaba, comencé a caminar entre ellas notando las charlas animadas de las personas, aunque también habían elfos y una que otra criatura.
Con cada paso que daba se sumaban más miradas a mí persona, todos salían de las carpas con curiosidad, pero en sus ojos había más que eso, había miedo.
Un grupo de hadas se puso en pie e hizo una reverencia, me detuve en frente de un niño y un chico, ambos con el cabello castaño oscuro y tez morena, el niño tenía una herida en su frente, mientras que su acompañante tenía los brazos vendados.
-Ponte en pie.-le dijo el más grande al niño, pero antes de que los dos se pusieran en pie alcé la mano y negué, esta vez fui yo quien hizo la pequeña reverencia.
-¿Quién les ha causado esas heridas?-pregunté con una pequeña sonrisa.
-Los olímpicos majestad, han sido ellos.-contesto el mayor.
-¿Cómo te llamas?
-Jalaos, y él es mi hermano menor, Cass. Somos los hijos de Ilitía, ella nos envió aquí en busca de protección, como los demás.
Asentí lentamente y me incliné hacia el más pequeño.-Estás a salvo aquí, nadie te hará daño.-me erguí y miré al resto de los mestizos, y Dioses, que me observaban con mucha atención.-Nadie les va hacer daño.-dije en voz alta y con seguridad.-Todo aquel que llegue en busca de un hogar lo encontrarán aquí, el Clero es su hogar al igual que el mío.
-Majestad.-escuché decir a alguien, Eolo se asomó entre la multitud, al igual que Andrea hacía varios días que tampoco lo veía, en su rostro había moretones y cortadas, pero conforme se iba acercando descarté que estuviera gravemente herido, ya que podía caminar bien.-Los Olímpicos están muy cerca de la entrada.
Busque con rapidez entre la multitud pero no logré visualizar a Circe.-Convoca a una junta, tienes menos de tres minutos.
Eolo asintió y se marchó al instante, tenía que hacer algo, no sabía porque pero tenía que hacer algo y para eso necesitaba estar al tanto de la situación.
Caminé de regreso al interior del tempo, con Andrea y Leila siguiéndome en todo momento, sin dudar hacía donde iba me dirigí al salón de tronos en donde estaban casi que todos los Dioses reunidos. Sin darles tiempo a saludar o decir algo comencé hablar mientras me acercaba.
-Quiero saber todo acerca de las muertes, ahora.
Carites fue la primera en hablar.-Olímpicos, es lo único que sabemos.
-Quiero un nombre es específico, porque no todos son malos. Acaso no han escuchado, sus padres los están enviando aquí.
Una risa inundo la estancia mis ojos se posaron en Bía, quien solo reía como si hubiera dicho un buen chiste.-Dime que es tan gracioso.-pedí saber con una pequeña sonrisa.
-Fácil hija de Cronos, es que ¿acaso no lo ha pensado?, los reúnen a todos para poder matarlos a la misma vez, aparte de que quieren encontrar el Clero. Esos mestizos no están condenando.
-Esperad, no todos son así, cmi madre ha hablado conmigo para prevenirme de la caza.-le interrumpió Eris.
-¿Y le creéis?-preguntó en mofa Bía.-Es que acaso pensáis que vuestra madre no estaría dispuesta a seguir ordenes de Zeus y Hades.
-Bía tiene razón.-le apoyó Cratos.
-¿Y qué planeas Cratos?-preguntó Morfeo. -¿Cerrar las puertas?
-Si es necesario, sí.-respondió este.
-Esperad, ¿acaso no os estáis escuchando?-intervino Carites.-Son de nuestros hermanos de quien habláis, no podemos condenarlos a la muerte.
-Medios hermanos.-acotó Bía con molestia.
La discusión entre ambas diosas comenzó, provocando una gran disputa entre todos los Dioses, sentí un jalón en el brazo, giré mi cabeza y Leila gesticulo.
-Tú puedes.
Asentí y tragué con fuerza, tome una gran bocanada de aire y dije:-Basta.-el silencio se hizo presente y todas las miradas cayeron sobre mí.-Odian a sus padres, odian a los Olímpicos, odian su forma de ser, pero no se dan cuenta de que los imitan, creen que al cerrar la entrada no los encontrarán.
-¿Tienes una idea mejor?-preguntó Morfeo.
-Sí.-dije con firmeza.-de donde yo vengo, la unión hace la fuerza.
Una carcajada volvió a inundar el salón, Cratos me miró con escepticismo.-Por si no lo ha notado, son más que enclenques. ¡No saben ni usar una espada! Su existencia se debe más que a la lujuria.
-Les enseñaremos a luchar.-dije entre dientes.-Son fuertes, tienen poder, puedo verlo y sentirlo, solo hay que explotar el potencial.
-Majestad.-me interrumpió Niké.-No quiero ser pesimista, pero Cratos tiene razón, no son tan fuertes como un Dios.
-¡Pero es que acaso no lo ven!-exclamé al borde de la furia.- ¡Los señalan, los juzgan, los abandonan! Justamente como lo hicieron sus padres con ustedes, no dejaré que ningún hijo de Dios muera, quieran o no lo quieran algunos comparten sangre, quizás no sea cien por ciento celestial, pero ese cincuenta late día con día, la sangre llama, la sangre une, no sean como los Olímpicos, demuestren ser mejor que ellos, no les den la espalda a sus hermanos.
-La reina tiene razón.-dijo Andrea dando un paso al frente.- Hemos estado escondiéndonos por años de los Olímpicos, nos han humillado de miles de formas, nos han usado. Es hora de luchar, podemos llegar a formar un ejército.
-¿Cómo planeáis llegar a formar ese ejército?-inquirió Circe.
-Los mestizos no conocen el arte de la sombras, nosotros sí. Podemos guiarlos hasta aquí, podemos ir por ellos.-sugirió Cárites.
-¿Tú estarías dispuesta hacerlo?-volvió a decir Circe a lo que ella asintió.
Niké dio un paso al frente y observo a Bía.-Hermana, hemos estado escondidas aquí por años, ¿No quieres volver a Tebas, Macedonia, Atenas?, porque yo sí, y si la reina me lo permite yo acompañaría a Cárites al otro lado de la entrada, para traer más mestizos.
-Eso no va ser posible.-le comentó Morfeo, a cada idea le encontraban un aspecto negativo, pero su mirada seria se espumo, siendo suplantada por una pequeña sonrisa.-Necesitamos que tú los entrenes junto a Circe, Eolo, Cárites y yo traeremos a más mestizos, Bía, Cratos y Andrea pueden buscarlos desde el otro lado, Lydia, Priene. Dos flancos al mismo tiempo.
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Ascendance
Fiksi IlmiahTomas Johnson vive una vida normal, sin nada de seres mitológicos, dioses y vigilantes. Alejado de su familia y viviendo la etapa universitaria de cualquier chico con veintitrés años hasta que una noche en uno de los antros españoles conoce a una ch...