Congelado

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Mi cuerpo cayó al suelo una vez toqué tierra, un gran dolor invadió todos mis músculos, tanto que un grito salió de mi garganta, cerré los ojos por un momento y sentí unas manos sujetarme, abrí los ojos y los mechones rubios de Leila se adhirieron a su cara. La rubia pasó uno de sus brazos debajo de mi axila, y se impulsó hacia arriba obligándome a mí hacer lo mismo, una mueca se formó en mi cara y observe a mi alrededor, no estaban todos...

–¿Qué?–pregunté alterada, hice a un lado a Leila y di un giro de 360 grados, no era ni la mitad de la población.–Los demás...

–Eran demasiados Emily.–comentó otra voz, mi cabeza se giró y sonreí al ver a Morfeo.–Salvaste a más de la mitad, deberías estar orgullosa.–mi sonrisa se borró al ver las caras de los demás mestizos, algunos estaban muy mal heridos, otros tenían quemaduras en sus cuerpos.

–¿Qué es lo qué vamos hacer ahora?–preguntó Andrea con un tono abatido.–Nos van a cazar...–la chica se abrazó a sí misma.

–Recuperarnos, eso vamos hacer.–respondió Leila, miré los ojos de la rubia. Parecía que había envejecido diez años, se veía más madura, más dura.

Algo en ella había cambiado.

–Carites está muy agotada como para hacer su magia.–comentó Andrea, miré a la Diosa de cabellos plateados dormida en las raíces de un árbol.–No creo que pueda curar algunas heridas.

–Yo puedo hacerlo.–comentó Morfeo.–No puedo curar, pero si aliviar el dolor.

El semidiós del sueño ubicó a los mestizos en un mismo lugar y con un chasquido de manos todos cayeron al suelo, dormidos.
–Pensé que les ibas a quitar el dolor.–comentó Andrea.

–La mejor forma es durmiendo.–respondió este.–Mientras duerman, no van a sentir nada.

–¿Cómo vamos a proteger a todas estas personas?–pregunté por lo bajo. Pero nadie respondió, porque ninguno lo sabía.

Ni yo.

Dos horas pasaron y las olas resonaban con el viento, no me había detenido a notar que Ítaca estaba más hermosa de lo que recordaba, no estábamos ubicados directamente en la playa, estábamos en el corazón del bosque, si agudizaba mi audición podía escuchar la pequeña aldea que estaba al otro lado de la Isla, aquí estaríamos seguros por un momento. Leila había establecido una zona de seguridad con la ayuda de Morfeo y Andrea, entre los cuatro movimos a los mestizos, eran cuarenta. De cientos... Circe aún continua dormida, Morfeo nos ha dicho que llevara así por lo menos un día más, su cuerpo y mente están exhaustos. La chica de cabello rubio llegando a plateado tenía varias marcas en sus brazos y piernas, parecían hematomas dibujados con precisión sobre su piel blanca.

–Morfeo.–le llamé, el pelinegro miró en mi dirección y proseguí.–¿Cómo es que no has descansado?

Una sonrisa se formó en sus labios y una risa por parte de Andrea resonó, nada parecido a la burla.–Soy el Dios del sueño Emily, el sueño no es parte de mí, me alimento de él. De ahí viene mi poder.–me explicó con paciencia y amabilidad.–Así que reposa pequeña semidiosa.–dijo en son de broma.

Una pequeña sonrisa se formó en mis labios–Creo que seguiré haciendo guardia.–respondí, un bostezo se escuchó, Andrea se dejó acostar en el suelo y cerró los ojos.–Ella se lo tomó muy bien.

Morfeo sonrió y miró las estrellas por un rato hasta que decidió hablar.–En tu época no existo, verdad.–dijo con la vista aun en el cielo.

–No lo sé.–respondí sinceramente.–Yo... solo era una mortal cualquiera, crecí de esa manera. Mi madre se ocupó de mantener el secreto de quien en verdad era y de donde provenía...

El chico de ojos oscuros bajó su mirada y posó sus ojos sobre los míos.–Fue muy sabia, nuestros padres... no nos criaron, ni nos aman. Tienen miedo de nuestro poder, de que pretendamos usurpar vuestros tronos.–Morfeo toma una bocanada de aire y suspira.–Zeus, Hades y Poseidón tienen la teoría de que los mataremos tal o encerraremos como ellos lo hicieron con vuestro padre.

Me cuesta creer que los dioses del olimpo quieran asesinar a sus propios hijos.–¿Crees que puedan ganar?

Morfeo niega lentamente.–La mayoría de estos mestizos no saben controlar sus poderes, ni mucho menos usar una espada. Nosotros fuimos la primera generación de hijos, por ende, la más fuerte. Tenemos muchos años de entrenamiento, dominamos cómo escondernos, como caminar por las sombras y el arte de la guerra. Créeme Emily, si ambicionáramos arrebatar el olimpo, lo haríamos... pero ellos... son casi tan inservibles como un mortal.

–Tal vez podemos entrenarlos.

Una idea llegó a mi cabeza, me puse en pie inmediatamente y Morfeo me miró intrigado.–¿Qué os pasa?

–Podemos entrenarlos.–dije en voz alta.

El Dios del sueño negó.–No tenemos el tiempo necesario.

–Tú no, pero yo sí.–el rostro confundido de Morfeo se transformó en una sonrisa.–Soy la hija de Cronos, casi tan fuerte como Hades, Poseidón y Zeus. Soy la semidiosa del tiempo.

La mirada de Morfeo cambió y su sonrisa se borró, el chico se puso en pie y ladeó un poco su cabeza.–¿Por qué te son relevantes?

–¿Disculpa?–pregunté sin entender.

–Ellos.–señala a el grupo de chicos que nos rodeaban mientras duermen,

–Porque si no me importaran no sería humana.

Caminé alrededor de la fogata, tenía que intentarlo, no sabía cómo iba hacerlo pero no podía quedarme esperando a la muerte.

–¿Qué vais hacer?–la voz soñolienta de Leila me llamó la atención, la vigilante restregaba sus ojos con sus manos.

–Darnos tiempo.–respondí. Cerré los ojos y el sonido de un reloj haciendo tic tac comenzó a resonar por mi cabeza, como un vaivén. Las manecillas de un reloj aparecieron en mi mente dibujadas a mano, tic tac, tic tac, tica.

Un parafraseo llegó a mi cabeza.

"Paradójico, el tiempo, todo lo da y todo lo quita. Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres, nada hay más objetivo que el tiempo, pero también nada hay más subjetivo que él cuando la espera lo paraliza y la emoción lo acelera. Nada más personal, nada más compartido. Nada más abundaq nte, nada más escaso. El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal. La vida está hecha de tiempo, pero así mismo es una carrera contra el tiempo"


Abrí los ojos y las palabras salieron automáticamente.–Detén lo que no se puede detener, espacio y tiempo congelados por un momento.

Una onda expansiva detonó alrededor de mí, las hojas que eran movidas por el viento se congelaron en pleno descenso. Una de mis manos tocó una hoja haciendo que se moviera por unos centímetros a la derecha, más no cayó al suelo.

–¿Qué ha pasado?–preguntó Leila, mi cuerpo se giró hacia ella. La rubia estaba de pie mirando asombrada a su alrededor.

–El tiempo está congelado.–respondió Morfeo dándonos la espaldas a ambas.–Como si el reloj de arena se hubiera detenido y en el los granos se hubieran congelado.

–¿Por cuánto tiempo?–volvió a preguntar la rubia.

Esta vez Morfeo no responde, el pelinegro se gira hacia mí esperando una respuesta al igual que Leila.

–Por el que sea necesario.

AscendanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora