Capítulo 38.- El rey en las sombras

7 2 0
                                    

César


     La historia de la hija del cardenal de Mare se propagó rápidamente por toda la capital, y con algo de exageración alcanzó el resto del reino. Algunos afirmaban que ella sola había sometido y desterrado al hereje; otros aseguraban que su devoción superaba la de su propio padre, el cardenal, e incluso la del papa Ludovico. Cada persona tenía su versión de quién era la joven hija del cardenal de Mare.

     De entre todos sus admiradores, quien quedó más impactada fue mi madre, la amante del rey, la condesa Rubina de Como. Aquella tarde, después de la visita de mi padre, me llamó:

     —César, presta atención a esto.

     Mi madre se acercó a mí y, con determinación, me obligó a sentarme en el sillón del salón. A regañadientes obedecí y la miré, esperando sus palabras. Sin perder tiempo, comenzó a caminar en círculos a mi alrededor, exaltando las virtudes de la hija del cardenal.

     —Sé que serás rey, hijo mío —dijo con voz firme—. Necesitarás una esposa con grandes cualidades.

     No pude evitar mirarla con desaprobación al escuchar semejante comentario.

     —Madre, ¿te escuchas a ti misma? —bufé, incrédulo ante lo que oía—. ¿Cómo podría ser yo rey cuando Alfonso ya tiene el puesto de heredero?

     —Otra vez con esas ideas pesimistas —replicó mi madre, sentándose frente a mí, visiblemente molesta—. ¡Tu padre te ama!

     —¿Me amaba tanto que me dio un título sin tierras? —grité, golpeando el reposabrazos de la silla—. ¡Habría sido mejor que me odiara!

     Con rabia, dejé caer la copa de vino sobre la mesa auxiliar a mi lado.

     —Es hora de que despiertes de ese estúpido sueño, madre —dije con dureza, frunciendo el ceño—. Si mi padre realmente quisiera que ocupara el trono, ya me habría dado el título de legítimo, en lugar de hacerme conde.

     Me levanté y comencé a caminar por la sala. Mi madre no apartaba la vista de mí, pero su expresión no mostraba ni tristeza ni debilidad. Mis palabras parecían encender aún más su determinación.

     —Aunque un rayo cayera sobre el maldito castillo y acabara con Alfonso y mi padre, ni aun así podría ser rey —declaré con irritación.

     Al pronunciar esas palabras, temí que fueran un mal presagio, así que hice el gesto que enseñó el Santo Gon de Jesarche, como si eso pudiera proteger a Alfonso y a mi padre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


     Al pronunciar esas palabras, temí que fueran un mal presagio, así que hice el gesto que enseñó el Santo Gon de Jesarche, como si eso pudiera proteger a Alfonso y a mi padre. Luego continué.

     —Después de mi estúpido hermano, quien tiene el derecho al trono es Bianca Sforza, de Taranto, una niña de 12 años, no yo —le dije, intentando que entrara en razón—. ¿Lo entiendes, madre?

     La furia en sus ojos era evidente, como si quisiera arrancarme la cabeza.

     —Deja de decir disparates —terminé—. Yo elijo a mis mujeres.

     Apenas pronuncié esas palabras, la furia de mi madre, hasta entonces contenida, estalló. De repente, lanzó la copa de vino que estaba sobre la mesa, y el vidrio se rompió en mil pedazos contra el suelo de mármol.

     Como si hubiera perdido la razón, se agachó rápidamente, tomó uno de los fragmentos con cuidado y, con una velocidad aterradora, se acercó a mí, apuntándome al rostro con el cristal.

     —¡El bastardo que engendré se atreve a gritarme! —gritó, desquiciada, mientras el filo del cristal rozaba mi mejilla, aunque aún no se atrevía a cortar mi piel—. Serás rey, te guste o no, y haré lo que sea necesario para que eso ocurra.

     Con un movimiento abrupto, se alejó de mí, dejando caer el fragmento al suelo, y comenzó a caminar de un lado a otro, el ruido de sus zapatos resonaba en la habitación.

     —He oído que tu padre le entregará a esa bastarda el "Corazón del Profundo Mar Azul", ¿puedes creerlo? —dijo, su voz estaba llena de incredulidad, pero su expresión era aterradora—. ¿Sabes por qué quiero esa joya?

     —Lo sé, una bruja te lo dijo...

     —¡No seas insolente! —me interrumpió, mirándome con ira—. Dicen que quien posea el "Corazón del Profundo Mar Azul" se convertirá en rey.

     Su mirada, llena de odio, se transformó de repente en una mezcla de confianza, orgullo y esperanza. Su voz se suavizó.

     —Ella profetizó que yo sería la mujer del rey, y que tú serías su hijo, por eso... —se acercó a mí nuevamente, esta vez golpeando con fuerza mi pecho con sus dedos, obligándome a retroceder un par de pasos—. Solo tráeme el "Corazón del Profundo Mar Azul", eso es todo lo que necesitas.

Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible! Puedes encontrarla en

https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1

---

¡Nota!

Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.

No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.

Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora