Ariadne
—La ropa limpia está en el armario, cámbiate y ve a cenar.Una voz me sacó de mis estudios de latín. Era Maletta, la doncella pelirroja al servicio de Isabella, que seguía a mi disposición. A pesar de que mis hermanas estaban en descanso y de nuestra cercanía en las últimas dos semanas, su actitud no había cambiado en absoluto. Era comprensible, ya que en mi vida anterior, ella fue leal a su señora hasta que mi hermana contrajo matrimonio con Alfonso, y ambas fueron a habitar en el palacio, después de lo cual se convirtió en amante de un funcionario y dejó su puesto.
Maletta entró con un pequeño cesto de ropa limpia y comenzó a colocarla de manera desordenada en mis cajones, creando un verdadero caos.
—¿Tienes mucho trabajo? — le pregunté a la sirvienta.
—Sí — respondió con brusquedad.
—¿No podrías ayudarme a cambiar? — pregunté con tono amable.
No es que realmente necesitara su ayuda, ni siquiera en el palacio contaba con el apoyo del servicio; simplemente quería acercarme a ella para obtener información que pudiera usar contra Isabella.
—Ya no eres una niña. ¿No puedes hacer eso tú misma? — respondió, dejando el cesto en el suelo. — Probablemente hacías todo sola cuando estabas en la granja de mi señor.
Me molestó que me comparara con alguien de su rango, por lo que me levanté de mi silla, lanzándole el libro que tenía en la mano. El golpe seco del libro en su nuca resonó en la habitación.
—¡Maldita! — se quejó, cubriéndose la cabeza.
—¡Ahora me comporto como una niña de granja! — grité, tomando una prenda del cesto y arrojándosela.
Finalmente, Maletta se giró, furiosa.
—Necesitas saber quién está por encima de ti y cuál es tu lugar — dije con frialdad. — ¿Por qué no obedeces y dejas de ser tan imprudente?
Me acerqué a ella, hice uso de mi altura y mirada fría, como una forma de intimidarla, pero parece que eso no fue suficiente.
—Eres hija de una sirvienta, ¿No perteneces a la misma clase que nosotros?
—¿Clase?
—En términos estrictos, los sacerdotes no son de la nobleza, así que ni siquiera eres hija de alguien honorable en el reino.
Observé a Maletta mientras continuaba hablando.
—Continúa — dije con indiferencia.
—Si mañana yo decido acostarme con el cardenal y convertirme en su mujer... — dijo Maletta, mostrando sus voluptuosos pechos — ¿Me entiendes?
—Claro.
—Y si tuviera un hijo con él, ¿Ese niño no sería igual que tú?
Maletta intentaba provocarme o menospreciar mi origen.
—Las señoritas Isabella y Arabella pueden estar por encima de mí porque su madre, la señora Lucrezia, es una mujer noble y respetable — dijo con una sonrisa burlona. — Pero tú, estás tratando de compararte con tus hermanas siendo solo la hija de una sirvienta y un vil cardenal...
No respondí, solo levanté la mano y golpeé el rostro de Maletta con fuerza. No necesitaba escuchar más.
—Entonces, ¿quieres decir que mi padre es de sangre impura y sin honor? — dije fríamente. — Este es el castigo por insultar a mi padre.
Sin darle tiempo para reaccionar, la abofeteé nuevamente.
—Esto es por tus deseos lujuriosos con el cardenal.
Maletta, con las mejillas rojas y lágrimas en los ojos, se cubría la cara. Levanté el libro que había arrojado antes y le di un último golpe en la frente, cerca del cabello.—Y este es el castigo por tus celos y codicia hacia mí y mi familia.
Maletta retrocedió y cayó al suelo. Aun con lágrimas, intentaba contener su dolor.
—Además, ¿Sueñas con robarle el marido a la mujer que sirves y tomar su lugar? — pregunté desde arriba. — Espero que no hables en serio. Mírate y reconoce tu lugar, abajo.
Maletta se cubrió las mejillas y apretó los dientes, luchando por contener las lágrimas.
—Debes cuidar lo que dices, Maletta — dije amablemente.
Me acerqué a ella, y el miedo a recibir otro golpe hizo que se moviera rápidamente hacia la puerta a gatas. Finalmente había comprendido su posición.
—Ahora vete — dije, volviendo a mi escritorio.
Maletta se fue rápidamente, huyendo de la habitación. En cuanto se fue, me desplomé en el suelo. No era mi intención ser cruel; en su vida anterior, ella no había hecho nada para dañarme. Pero su actitud y sus palabras me frustraban. Para Maletta, nuestras clases eran similares, y por eso no podía servir a alguien de su rango; para ella, simplemente acomodar mi ropa en el armario era una humillación.
"La verdadera diferencia entre tú y yo no está en el linaje," pensé mientras yacía en el suelo.
Aunque disfrutaba de una buena posición gracias a mi padre, seguía siendo una plebeya en el sistema de clase. La vida no era tan simple como Maletta pensaba; seducir a un hombre no era suficiente. Mi vida anterior lo demostraba.
"El verdadero contraste entre tú y yo es la determinación y el esfuerzo para alcanzar mis objetivos," pensé.
No quería vivir como Maletta, servil y dependiente de otros. Deseaba proteger mi dignidad por mí misma, ser temida y respetada. Anhelaba una vida que dependiera solo de mí, no de la salvación de un hombre.
"Llegaré a la cima para no ser pisoteada nunca más," pensé.
Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible! Puedes encontrarla en
https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1
---
¡Nota!
Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.
No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.
Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭
ESTÁS LEYENDO
En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz, Hermana Mía
RomanceEl reino Etruscan se tiñe de sangre cuando César, el hijo ilegítimo del rey, conspira con su prometida Ariadne para usurpar el trono de su medio hermano, Alfonso. A pesar de la devoción de Ariadne por el nuevo rey, su fe se hace añicos cuando él la...