Capítulo 4.- La mujer mas bella de todo el reino

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Ariadne

     Isabella de Mare, que más tarde se hizo conocida como Isabella de Carlo, era mi media hermana y la princesa heredera del difunto príncipe Alfonso. Se la podría describir como la hermana mayor ideal, con una perfección que contrastaba marcadamente conmigo. Su cabello rubio, similar al trigo de los campos, y sus grandes ojos como amatistas, destacaban en la corte por su belleza pura, su porte, y su dignidad. Era la encarnación de la nobleza y la virtud en su sentido más pleno.

     —¿Qué has dicho? —exclamé, abriendo los ojos con sorpresa y apartando a César de mí. Creí haber malinterpretado sus palabras, así que insistí. — Querido César, mi hermana era la princesa del heredero fallecido, Alfonso, no la tuya.

     En la corte, no era común que las mujeres viudas se volvieran a casar; se consideraba inapropiado que una mujer de su estado encontrara un nuevo esposo. La costumbre era que una viuda sin hijos pasara el resto de sus días en un monasterio en las regiones provinciales. Era inconcebible que Isabella pudiera volver a casarse, y aún más, regresar a la casa de sus padres.

     César, ignorando mi pregunta, volvió a hundir su rostro en mi pecho.

     —No seas tan estrecha de miras —dijo, mientras me besaba. — ¿No sientes compasión por tu propia hermana?

     César continuó buscando placer en mi cuerpo, pero él era el único presente en ese momento. Yo no podía pensar con claridad, mi mente estaba abrumada por una serie de preguntas.

     ¿Qué acababa de escuchar? ¿César quería casarse con mi hermana en lugar de conmigo? ¿Cuál era mi lugar en su vida? Pensé en reprocharle: "¿Qué pasa con todo lo que he hecho por ti? ¿Dónde quedo yo? ¿Y nosotros?", pero esas palabras no salieron de mis labios.

     Al ver que no respondía a sus caricias, César se apartó, tomó un poco de vino de una copa al lado de la cama y dijo:

     —Como mi prometida, tienes un futuro. —dijo, con la copa aún en la mano. — Aún podría encontrarte un buen esposo y asegurar una vida cómoda en el campo, pero Isabella no tendría más opción que pasar el resto de su vida en el frío suelo del monasterio de Sant Llorenç si no me caso con ella.

     El plan de César tenía fallos evidentes.

     —Es imposible casarse con la viuda de un familiar —le recordé, poniendo mi mano sobre su rodilla.

     —Todo lo que necesito es obtener la confirmación del divorcio de Isabella con Alfonso. —explicó César.

     — Dado que ella fue casta durante su matrimonio, no hay problema para el matrimonio.

     Quedé estupefacta. ¿Isabella era virgen?

     —César, mi hermana no es casta. —expliqué, esforzándome por sonar tranquila a pesar de los celos que me consumían. — En el año 1128, durante el primer año de su matrimonio con Alfonso, quedó embarazada, pero sufrió un aborto espontáneo.

 — En el año 1128, durante el primer año de su matrimonio con Alfonso, quedó embarazada, pero sufrió un aborto espontáneo

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En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora