Capítulo 32.- Las herejías de Acereto

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Ariadne


     Mis manos temblaban mientras veía al sacerdote avanzar hacia el altar. El momento crucial se acercaba y debía estar segura en mis palabras. ¿Y si el destino decidía cambiar? Necesitaba que este día transcurriera tal como lo había planeado. Tal vez no evitaría el matrimonio con César, pero sí podría aplazarlo.

     Cuando el sacerdote llegó al altar, sacó el papel de su bolsillo y, con una voz poderosa, comenzó su discurso. Observé los rostros del público, confundidos, intercambiando miradas de desconcierto. Al hablar en español, todos, tanto dentro como fuera de la basílica, podían entenderle.

     —Hermanos y hermanas, ha llegado el momento de cuestionar las viejas creencias. Hoy más que nunca debemos mirar la vida del Santo Gon de Jesarche con ojos sinceros, libres de las cadenas del dogma que han oprimido nuestra comprensión.

     Desde el inicio, su sermón fue provocador.

     —Durante siglos nos han dicho que Gon fue divino desde su nacimiento, que su pureza era innata y que provenía de una vida noble. —La voz de Acereto resonó en todo el lugar—. Pero no, hermanos, Gon de Jesarche no nació en palacios dorados ni fue llevado a la grandeza por su linaje. Gon de Jesarche fue uno de nosotros. Creció en un hogar humilde, y no fue hasta los treinta años que comenzó a oír el llamado de Dios.

     El silencio se apoderó del lugar mientras la gente absorbía sus palabras.

     —Y no fue por privilegio, sino porque su fe fue lo suficientemente fuerte como para transformar su vida.

     —Y no fue por privilegio, sino porque su fe fue lo suficientemente fuerte como para transformar su vida

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     El público reaccionó de maneras opuestas. Algunos lo escuchaban con entusiasmo, mientras otros se mostraban incómodos.

     —¿Así que Gon no nació con su divinidad, sino que fue hijo de un simple campesino?

     —¿No es eso demasiado radical?

     Las palabras de Acereto dividieron aún más al pueblo. Para los pobres y oprimidos, la idea de que cualquier persona humilde, si seguía las enseñanzas del libro sagrado, podría ser escogida por Dios, era fascinante. Pero para la élite y los sabios, aquel discurso era una amenaza. La iglesia había sostenido durante siglos que los nobles nacían por la virtud de sus almas, mientras los plebeyos eran reencarnaciones de almas que debían hacer penitencia. La corona y el sistema de castas derivaban su legitimidad de esta creencia.

     Aquel sermón desafiaba el orden social, sugiriendo que cualquier plebeyo podría ser el próximo santo o monarca.

     La iglesia etruscana, fundada en las meditaciones de Gon de Jesarche y sus seis biografías escritas por sus seguidores, sostenía que Gon era divino desde su nacimiento. Estas meditaciones legitimaban el poder de los monarcas y del papa, quien era la máxima autoridad espiritual. Aunque muchos intentaron cambiar esta ley, ninguno había desafiado al imperio como lo hacía Acereto.

     Conocía la historia del sacerdote Acereto en mi vida pasada.

     Todo se remonta a la familia nobiliaria, de la región de Acereto, a quien se debe su nombre; aquella había sido envuelta en escándalos, y el duque, tras haber abandonado a su primera esposa, intentó tomar a una joven, Bianca Sforza de Taranto, de tan solo siete años como su segunda esposa.

     En aquel momento, el papa tuvo que lidiar con la ira de los monarcas de reinos vecinos, incluyendo al rey de Etruscan, León III, que temían por los derechos de herencia sobre el feudo de Taranto, y su posible transferencia a la familia Acereto. Si una familia, externa a la corona, tenía dominio de dos regiones, iría en contra la ley de posesión de tierras, y estaría cometiendo traición a la corona. El papa intervino, citando las enseñanzas de Gon de Jesarche:

     —Trata a tu esposa con hospitalidad. El matrimonio es sagrado. Que ningún hombre viejo codicie a los jóvenes.

     El duque de Acereto se trató de librar, alegando que su mujer era celosa y mezquina, una mujer hosca, sin derecho a su amabilidad y hospitalidad, de igual manera habló de su edad, y falta de descendencia, por lo cual creía que el matrimonio había sido maldecido desde los cielos, por último, alegó que él no codicio a la más joven de los Sforza, por el contrario, aquella niña se había sentido embelesada con el viejo.

     A pesar de aquello, el papa no cedió ante sus represalias, y finalmente, el duque devolvió a la joven a su familia en Taranto.

     Tras el frustrado incidente, el duque dio su apoyo al joven sacerdote Alejandro Colaiacovo, aquel pobre hombre que pregonaba la palabra del Santo en recintos pequeños, le fue dada la encomienda de predicar en la residencia principal de la región de Acereto, y el duque reservó dinero del presupuesto de su tierra para alimentar y vestir a los sacerdotes jóvenes que aprendían de sus enseñanzas.

     El resultado, después de unos pocos años era el que podía verse ahora. El sacerdote Alejandro se había convertido ahora en un hombre reconocido, adoptando el nombre de su benefactor, teniendo el prestigio y autoridad para amenazar al clero y los nobles. Aquel hombre loco no lo sabía, pero sus herejías serían el inicio de mis planes, de mi redención, del cambio en mi vida.

     Mientras Acereto continuaba hablando con pasión, me levanté en silencio, evitando ser notada. Sentí la mirada de Arabella sobre mí, así que me acerqué a su oído.

     —Iré al baño un momento —le susurré.

     Bajé discretamente por detrás de las columnas del balcón y, antes de bajar las escaleras por completo, me quité los pendientes que Lucrezia me había dado y los guardé en mi vestido. Necesitaba un atuendo adecuado para lo que vendría.

     Respiré profundamente para calmar mis nervios y bajé las empinadas escaleras hasta el primer piso, ocultándome detrás de la barandilla. El sermón de Acereto alcanzaba su clímax.

     —Este es el verdadero milagro —continuó Acereto—. No que Gon fuera elegido desde la cuna, sino que, a pesar de su origen humilde, él se alzó por encima de las expectativas impuestas a los pobres. Nos han dicho que solo los nobles son dignos de la bendición divina, pero ¿acaso el Santo Gon no fue un hombre como nosotros?

     Su voz resonaba en todo el recinto, y el público escuchaba con sentimientos encontrados. De repente, mi voz se elevó por encima de la multitud:

     —¡QUÉ VERGÜENZA! — alcé la voz, saliendo de mi escondite.

Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible! Puedes encontrarla en

https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1

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¡Nota!

Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.

No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.

Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora