Capítulo 37.- El interrogatorio del Cardenal

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Ariadne

     —Ariadne, ¿de dónde has sacado semejante idea?

     Lo primero que me esperaba al regresar a casa, tras la derrota del apóstol Acereto, fue un interrogatorio por parte de mi padre, el cardenal

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     Lo primero que me esperaba al regresar a casa, tras la derrota del apóstol Acereto, fue un interrogatorio por parte de mi padre, el cardenal. Aunque frente a San Carlo logré actuar con devoción, fingiendo ser una ferviente aprendiz de las enseñanzas de mi padre en la basílica de San Ercole, la realidad era que él desconocía por completo mi situación.

     El cardenal era un hombre astuto, y no iba a caer tan fácilmente en mi actuación sin antes indagar. Mucho menos considerando mi falta de experiencia y juventud.

     —Por diversión, suelo leer tus libros de teología, padre —respondí, bajando la cabeza.

     Los pasajes que cité al debatir con Acereto en la basílica eran los mismos que usaron los mejores teólogos en el Concilio de Trévoro, todos provenientes de los textos de la biblioteca de mi padre. Él, desde luego, entendería aquellos textos, pero para alguien como yo, parecía algo extraordinario. Sabía que debía ser cuidadosa con mis respuestas.

     —¿Has comprendido todo eso por ti misma? —preguntó.

     Sus dudas eran genuinas. Mi padre siempre había confiado en mi intelecto según los tutores, pero sabía que esos escritos no eran simples lecturas. Resultaban difíciles incluso para alguien poco versado en la teología etruscana. Mi padre había dedicado días completos a su estudio, y había seleccionado a los mejores sacerdotes del monasterio de San Carlo para que le ayudaran a descifrar cada texto. Al final, le tomó varias semanas entenderlos en su totalidad. Era impensable que una joven de 15 años, sin formación adecuada, pudiera comprender todo eso después de solo dos meses de estudio teológico.

     Sabía que debía mostrar mis conocimientos, pero sin exagerar.

     —El ensayo de Wycliffe sobre la "Esencia de un Santo" me impresionó bastante, al igual que las cartas de Peladiano sobre la "Divinidae" —respondí, mencionando dos libros que estaban en la biblioteca de mi padre.

     Esos textos aún no eran conocidos en todo el reino, pero pronto serían vitales para combatir las herejías de Acereto. En uno o dos años, serían lectura obligatoria en todo el continente, y yo tuve la suerte de que mi padre los guardara en su vasta biblioteca.

     —¿Has leído todo eso? —me preguntó, aún intrigado.

     —Lo más interesante fue cuando Wycliffe se enfoca en la estructura de las plegarias, demostrando la igualdad entre el Santo y Dios, apoyándose en el libro de las "Meditaciones" de Gon de Jesarche.

     Mi padre seguía mirándome con escepticismo. No podía decirle que conocía todo el contenido de esos libros gracias a mi vida pasada. Si llegaba a saber que tenía conocimiento del futuro, estaría acabada.

     De igual manera, debía ser cautelosa, lo último que quería era que me llamaran "Santa". Sería tan peligroso como comprometerme con César. Si el Papa escuchaba que me llamaban así sin haber sido canonizada, me trataría como a una hereje, al igual que hicieron con Acereto.

     A pesar de su cargo, el Papa Ludovico era una figura temible, que eliminaba a cualquier amenaza. En este momento no había ninguna figura de poder en quien confiar, ni siquiera en mi padre; en mi vida anterior fui su moneda de cambio ante César, y estaba segura de que volvería a hacerlo si no era cuidadosa.

     El interrogatorio continuó, y dejé que mi lengua afilada respondiera por mí. Cada pregunta, ya fuera sobre doctrina o teología, la respondí como si hubiera memorizado las respuestas de antemano. Desde la primera hasta la última, contesté como una auténtica erudita teológica.

     Al final, parecía que mi padre quedó satisfecho. Seguramente pensaba que un talento así solo surgía una vez cada mil años, por lo que no dudó en invitarme a su próxima clase en el seminario.

     —Estoy impartiendo clases de teología en el seminario de San Carlo. ¿No te gustaría acompañarnos en la siguiente lección? —me preguntó.

     —¡No, padre! —respondí rápidamente, negando con la cabeza—. Me da vergüenza porque mi formación apenas ha comenzado. Preferiría estudiar en casa, y consultarte si tengo alguna duda.

     —Está bien —respondió con resignación.

     Esperaba que pensara que mi actitud era por timidez, deseando que no volviera a hacerme esa invitación.

Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible! Puedes encontrarla en

https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1

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¡Nota!

Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.

No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.

Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora