Isabella
Mi palabra era sagrada; siempre cumplía mis promesas, y esperaba la misma lealtad de mi pequeña hermana, Arabella.
No era una simple cuestión de respeto, sino de algo más profundo: ella debía comprender la importancia de mantener nuestro buen nombre y, por encima de todo, mi autoridad. Por eso, en cuanto el órgano de tubos fue montado y listo en nuestra nueva sala de música, la cité allí con la partitura que ella había compuesto.
Me instalé en un pequeño sofá junto al piano, acomodándome con elegancia mientras miraba con impaciencia hacia la puerta.
El reflejo de su figura menuda apareció finalmente en el cristal.
Con calma estudiada, le hice un gesto para que entrara.
Arabella avanzó en silencio, llevando con ambas manos un par de pergaminos que se adivinaban preciados para ella. Supuse, con satisfacción, que esos papeles contenían la pieza para la misa que había compuesto con tanto esfuerzo. Con un leve movimiento de cabeza, le indiqué que se acercara más y me los entregara.
—Aquí están, hermana —murmuró, extendiéndome los pergaminos con manos temblorosas, su voz tan baja que casi sonaba como una súplica.
Sin una palabra de gratitud, tomé las partituras con un tirón, ansiosa por tener en mis manos aquello por lo que ella había trabajado con tanto esmero.
Mientras revisaba las hojas con una rapidez que no mostraba respeto alguno por el contenido, Arabella comenzó a explicarme su composición, en un tono formal pero suave, como si intentara justificar su trabajo ante mí.
—Es una composición breve para misa, así que he ajustado la melodía y su duración —dijo, con una mezcla de orgullo y cautela en su voz—. Es una pieza para varios instrumentos, así que esta sería la partitura para el director de orquesta.
Escuchaba sin mucho interés, pasando las hojas sin detenerme realmente en el contenido, pero reconociendo que había invertido gran esfuerzo en la obra. Las complejas notas y términos musicales me eran ajenos, aunque eso no importaba; confiaba en que la pieza funcionaría como la anterior que ella había tocado. Arabella, aunque dócil, poseía talento, y yo tenía la astucia para utilizarlo.
—¿Por eso la llamaste "Misa Brevis"? —le pregunté, más como una formalidad que por verdadero interés.
Arabella asintió con modestia.
—Sí, es por eso, hermana.
—Bien. Si ya terminaste, puedes retirarte —respondí, ya impaciente por quedarme sola, sin siquiera mirarla al despedirse.
Sin más, Arabella giró sobre sus talones y salió de la sala en silencio.
La vi desaparecer por el umbral de la puerta, y yo me quedé un rato más en el salón, asegurándome de que nadie me viera salir demasiado pronto.
Me acerqué al órgano de tubos, fingiendo que estudiaba las partituras, como si estuviera absorta en mis "deberes" de música, hojeándolas con aire distraído para que, en caso de que alguien me sorprendiera, pareciera absorta en la pieza.
Finalmente, cuando consideré que había pasado el tiempo suficiente, llamé a mi doncella para que llevara todo a mi habitación. Entre los papeles que ordené en mi escritorio estarían, por supuesto, las partituras de Arabella, con todo el esfuerzo de su corazón y alma, ahora bajo mi nombre y lista para ser presentada delante de todo San Carlo.
Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible!
https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1
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¡Nota!
Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.
No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.
Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭
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En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz, Hermana Mía
RomanceEl reino Etruscan se tiñe de sangre cuando César, el hijo ilegítimo del rey, conspira con su prometida Ariadne para usurpar el trono de su medio hermano, Alfonso. A pesar de la devoción de Ariadne por el nuevo rey, su fe se hace añicos cuando él la...