Alfonso
Una voz llenó toda la basílica, pero no era la del apóstol Acereto; era distinta, suave y melodiosa. Reconocí de inmediato esa voz que había rondado mi mente desde aquel día en el Refugio de Rambouillet. Hasta entonces, nunca había comprendido las emociones de los jóvenes y adultos sobre el amor o la atracción, hasta que su mano rozó mi cabello con ternura.
Por las noches revivía aquel momento que me estremeció, recordando su dulce aroma a lilas, sus ojos verdes como esmeraldas, su nariz afilada y sus labios de suave tono rosado. Lo que más me había cautivado no era su apariencia, sino su carácter: su comprensión, su confianza al expresarme sus ideas.
Hasta ese momento, nunca había sentido un interés particular por los demás, y menos por una mujer de mi edad. Mi joven mente aún estaba envuelta en pensamientos infantiles. Aunque por fuera seguía siendo el mismo, algo en mi interior había cambiado, y ella fue la causa. Cada vez que recordaba esos ojos verdes, mi corazón se aceleraba.
Ese día en el jardín aproveché cada instante a su lado, memorizando cada detalle de su rostro, guardándolo en mi corazón y mi alma. Y ahora, en medio de la misa, aquella dueña de mis sueños se presentaba ante San Carlo. No sabía si lo que sentía era amor o simple aprecio, pero algo estaba claro: Ariadne de Mare era especial, única.
Su aspecto era sobrio y algo austero, como siempre, pero su voz era firme.
—Señor, respeto su conocimiento y dedicación, pero... —dijo Ariadne. El apóstol Acereto la miró con incomodidad, pero no la interrumpió. —El Libro de los Elegidos, capítulo 3, versículo 12, nos enseña que Gon fue marcado por la luz divina desde su nacimiento. No fue un hombre común que alcanzó la gracia por mérito, sino elegido por Dios antes de nacer.
El silencio de la basílica comenzó a romperse con murmullos. ¿Quién tenía razón: el apóstol o la joven hija del cardenal? Sin alterarse, Acereto sonrió y respondió:
—Joven señorita, aunque habla con fervor, olvida lo que también dicen nuestras sagradas escrituras. —Hojeando el "Libro Sagrado", leyó en voz alta: —En el Libro de las Historias del Santo, capítulo 6, versículo 7, se narra que Gon vivió sus primeros treinta años como un pastor humilde. "Y Gon trabajó con sus manos y se humilló ante los suyos, viviendo entre los más sencillos." Esto prueba que fue un hombre común antes de ser llamado por Dios.
Su tono era amable, pero su argumento era peligroso. Aunque Ariadne conocía las escrituras, Acereto había citado directamente las palabras.
—Es cierto que Gon llevó una vida humilde, pero el mismo capítulo 6, versículo 12, dice: "Su alma brillaba con la pureza de los elegidos." Gon no era un hombre común que alcanzó la divinidad; su humildad reflejaba su alma pura, destinada por Dios desde su nacimiento. — habló Ariadne en voz firme
—Pero Gon dijo que "el último será el primero", lo que demuestra que cualquier hombre puede ascender, independientemente de su linaje —replicó Acereto.
—El versículo al que se refiere habla del reino de los cielos, no de la santidad en la tierra —contestó Ariadne con seguridad. —Gon no se refería a que cualquiera pueda alcanzar la gracia divina aquí, sino al juicio final, donde Dios juzgará a los elegidos.
El color subió a las mejillas del apóstol. Su vergüenza era evidente mientras el público murmuraba. ¿Acaso la joven comprendía mejor las escrituras que el propio apóstol?
—No, eso no es lo que quise decir. Gon enseñaba que la fe puede transformar a cualquier hombre... —insistió Acereto.
—Usted está tergiversando las escrituras —interrumpió Ariadne. —El Libro de los Elegidos es claro: solo aquellos nacidos bajo la gracia del Altísimo pueden llevar la palabra de Dios. Gon fue elegido desde su nacimiento.
—¡Calla ya, niña insolente! ¡Déjame terminar mi sermón! ¡Esto no es un debate! —gritó Acereto, perdiendo la compostura.
La agitación en la basílica era palpable. Todos discutían sobre las palabras del apóstol y de Ariadne. En medio del caos, el secretario de mi padre llegó apresuradamente hasta nuestro balcón.
—Su majestad, la situación abajo es inusual, ¿deberíamos enviar a los guardias para sacarla? —preguntó, visiblemente alterado.
Mi padre, el rey León, un hombre corpulento y sabio, observó la escena con una mirada pensativa.
—¿A quién propones sacar? —preguntó el rey.
—A la chica, por supuesto, interrumpió al apóstol de Acereto —respondió el secretario.
Mi padre sonrió ante la respuesta y dijo con calma:
—Si alguien merece ser expulsado, es el apóstol, no la valiente joven. ¿Quién es ella?
Yo, que había permanecido en silencio, respondí:
—Se llama Ariadne, padre.
—¿Ariadne? —preguntó intrigado.
Mi madre, que rara vez hablaba con mi padre, intervino por mí:
—Es la segunda hija del cardenal de Mare.
—Ella es mi amiga —agregué con una sonrisa.
—Tienes una amiga interesante —respondió mi padre, con una mirada aprobatoria.
El secretario, aún preocupado, insistió:
—Su majestad, la situación es inusual, debemos actuar. ¿Qué debemos hacer?
Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible! Puedes encontrarla en
https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1
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¡Nota!
Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.
No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.
Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭
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En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz, Hermana Mía
RomanceEl reino Etruscan se tiñe de sangre cuando César, el hijo ilegítimo del rey, conspira con su prometida Ariadne para usurpar el trono de su medio hermano, Alfonso. A pesar de la devoción de Ariadne por el nuevo rey, su fe se hace añicos cuando él la...