Capítulo 2.- El incidente en la corte

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Ariadne

     César de Como.

     Si tuviera que describirlo, diría que era un hombre de gran atractivo, con cabello de tonos marrón rojizo y ojos azules como zafiros. Más atractivo, más inteligente y más impresionante que el promedio. Un verdadero maestro de la estrategia en todos los sentidos, pero, sobre todo, era el objeto de mi afecto. Mi ideal de prometido.

     Sin embargo, no se podía reducir a solo eso.

     En la alta sociedad, era conocido como el Conde César de Como, aunque solo ostentaba el título sin poseer tierras. A pesar de esto, gozaba de la lealtad de varias provincias en la frontera del reino, lo que le confería también el título de Marqués Fronterizo del Reino de Etruscan. Además de estos títulos, era conocido informalmente como el "primo" del príncipe Alfonso, cosa que difería mucho de la realidad.

     A pesar de que su título era en gran parte simbólico, César demostró su capacidad al reunir un formidable ejército en la frontera y tomar la capital cuando el rey León III cayó enfermo. La noticia de que el príncipe Alfonso había intentado asesinar a su padre era de dominio público; Se rumoreaba que la enfermedad del rey no había sido una simple coincidencia, sino un resultado directo de sus acciones. Sin embargo, la credibilidad de estos rumores era escasa, y pocos creían en ellos.

     Como suele suceder en tales situaciones, el pueblo tiende a seguir al bando que parece vencedor. Por ello, no hubo protestas cuando los soldados de César tomaron la capital y el palacio por la fuerza. No se produjeron disturbios en la ciudad; la prioridad era asegurar el control del palacio sin causar daño a los ciudadanos.

     La mayoría de los actos más brutales y las acciones decisivas se realizaron en privado, detrás de las murallas del castillo.

     La mayoría de los actos más brutales y las acciones decisivas se realizaron en privado, detrás de las murallas del castillo

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     —¡Miren! —exclamó César con voz potente, de pie en la escalinata de la entrada principal del palacio.

     La ciudad entera se había reunido en los jardines del palacio para escuchar su discurso. Todos lo miraban asombrados; el cuerpo sin vida de Alfonso yacía en el rellano más cercano a César. Por primera vez, podía ver al príncipe desde arriba, sin tener que inclinarse ante él.

     —El príncipe Alfonso conspiró con el enemigo para envenenar a nuestro rey y usurpar el trono —gritó.

     La multitud enfurecida comenzó a gritar: “¡Decapítalo!”, “¡Muerte al traidor!”. Todos apoyaban a mi señor.

     —¡Yo, César, Conde de Como, Marqués de Carlo, prometo defender a mi reino, Etruscan, y proteger a nuestro rey, León III, hasta la muerte! —proclamó, haciendo una profunda y solemne reverencia ante el pueblo, seguido por sus soldados.

     La ciudad entera vitoreó. Fue un acto de sumisión al pueblo; César sabía cómo dar un buen espectáculo.

     —Pueblo, confíen en mí y síganme —añadió César, mientras la multitud lo aclamaba con júbilo y aplausos hasta que desapareció detrás del pórtico del palacio. Yo lo seguí, tres pasos detrás de él, siempre a su lado.

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora