Capitulo 11

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Hace mucho que no asesino a alguien. 



La música se extiende por varias avenidas del que posiblemente es el barrio más peligroso en Aston. 

—Llegamos —celebra Esther con cierta ironía. 

Le dirigimos una mirada de reclamo a Ayse. 

—El plan es que Claudia no piense en su ex — argumenta mientras se encoge de hombros.  

—Ahora el cretino de Mateo me parece una mejor opción —murmuro. 

—No van a dejarnos entrar —dice Marie señalando una larga fila. 

—No hicimos que la profesora Pérez condujera por dos horas para acobardarnos en el último segundo —suelta Claudia caminando en dirección a un grupo de chicos— vamos.  

Sé que pensar en Mateo disfrutando su fiesta con la amante en turno la impulsa a seguir este plan suicida.  

—¿Quieres entrar? —me pregunta Esther en voz baja. 

Miro que Claudia pide información. Carmen, Ayse y Marie la acompañan.  

—Supongo que ya decidimos que sí —la música produce vibraciones que suben por mi cuerpo— ¿Es igual de malo por dentro? 

Esther sonríe de lado. 

—Ya lo averiguaremos —mira al guardia de la puerta— dame un par de minutos, no te muevas. 

Observo con el ceño fruncido como le muestra algo en su teléfono al tipo, él usa su radio para comunicarse con alguien y después retira la cadena, dejando libre la entrada. Pérez gira, indicándome que debo acercarme y le grito a las chicas de voleibol, quienes corren emocionadas sin hacerse muchas preguntas, pero vaya que yo las tengo. Aunque cuando entramos asumo que resultará imposible interrogar a Esther, la música impide cualquier intento de conversación.

El humo se extiende por la pista y luces de colores rojizos se agitan aleatoriamente. A los dos minutos me da un ataque de pánico, pensando que nos hemos separado, sin embargo, una mano cálida se cierra alrededor de mi brazo y el ritmo de mis latidos se normaliza. Conozco la temperatura de la piel de Esther.

Pasamos de largo por la pista, unas mesas, y una especie de escenario donde bailan mujeres desnudas. ¿Qué clase de sitio es este? La profesora Pérez nos guía a una segunda planta, parece más exclusiva, hay pequeñas cabinas con muebles cómodos y al menos aquí podemos intentar hablar.  

—Es el mejor lugar en el que he estado —grita Marie emocionada. 

¿El mejor? 

Nos detenemos junto a la barandilla, contemplando el caos desde arriba. Es entonces cuando puedo anotar los detalles que pasé por alto mientras salía de ahí sosteniendo la mano de Esther. El pudor no es algo que se experimente en Atlantis. Literalmente puedo encontrar a personas teniendo sexo donde sea que mire, se entregan sin ningún recato entre jóvenes que bailan al ritmo de la música y mujeres que realizan acrobacias sugerentes sobre un tubo vertical. La segunda planta no es muy distinta, en algunas cabinas se reúnen a charlar, reír y beber. Pero otras son usadas para escandalosas prácticas sexuales. 

Recuerdo que Esther dijo que si me gustaba podríamos regresar después sin el equipo de voleibol y esa oferta me obliga a girar. 

Esther está sentada con las piernas cruzadas, tiene en la mano un tarro de cerveza y me recorre con la mirada. 

Mis mejillas enrojecen y me tenso, mientras Claudia y las chicas del equipo van a hacerle compañía.

No las sigo, mi mente y mi cuerpo están anhelando la cercanía de una mujer que en este momento se encuentra fumando el último cigarrillo del día en un oscuro despacho. Y lo odio, detesto mi deseo. Pero no puedo frenarlo.  

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora