Capitulo 45

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Me dan vértigo las páginas en blanco.



Escuchar una mentira, cuando sabes que te están mintiendo, lo facilita todo. Tienes las respuestas ensayadas, el juego de palabras perfecto para llevar al culpable a una confesión. Pero la honestidad de Marta me deja tan muda como su cercanía.

Habla, encendiendo un cigarrillo tras otro, el humo rodea su figura en una niebla densa. Hace pausas largas, como si cada palabra fuera una pieza que necesita ser cuidadosamente colocada. Sus pupilas vagan en todas direcciones, evidentemente perdida en recuerdos y pensamientos profundos. Puedo ver que está reviviendo cada momento, cada letra, y que ese proceso la consume lentamente.

-¿Por qué? -Incluso yo sé que es una pregunta estúpida; Begoña me patearía si hubiera escuchado esto.

-El arte tiene un precio, y es exorbitante. Las historias que contamos llenan páginas mientras el alma se vacía, y cuando ya no queda nada por explotar dentro de ti, comienzas con lo que hay afuera -exhala una bocanada de humo tras una profunda calada- Un mundo entero de emociones se despliega ante ti para ser inmortalizadas sobre el papel. ¿Vas a participar y saciar tu apetito, o te quedarás en una esquina de la habitación viendo a otros hacerlo?

-Sí entiendes que esto no está bien, pero no te importa el daño que causas a los demás.

-¿Por qué me importaría? Fina, esas personas ya estaban condenadas antes de que yo decidiera participar en sus tratamientos -luego se vuelve hacia mí, y una vez más siento que puede ver dentro de mi alma- Y aunque tuviera la necesidad de exorcizar mis culpas, no tendría sentido hacerlo contigo. ¿Por qué deseas escuchar mi arrepentimiento por situaciones que no te afectaron?

-Tienes razón -digo mientras camino hacia el escritorio con zancadas largas, plantándome frente a la mesa y apoyando ambas manos sobre la superficie, inclinándome hacia Marta-. Ni siquiera tendría sentido que te disculparas; esto es atroz... es inhumano.

-Y era perfectamente legal hace unos años. Hace mucho que dejé de involucrarme en nada de eso, por razones que ya conoces.

-De no haber perdido la vista, seguirías involucrada en eso. Además, encerraste a Begoña y Esther. ¿Eres consciente de que eso es un delito? Si te descubren...

-Si me descubren. Esa es mi condición favorita.

Niego.

-No existe el crimen perfecto. Te van a descubrir.

-Confío en pocas personas -asegura, bajando la voz-Cuando mi juicio erra, me encargo de rectificar de inmediato. Por eso, nunca perdono una mentira.

Esas palabras me las clava en el pecho con toda intención.

Sabe que no puedo darle una respuesta, porque me está obligando a revivir el dolor de su partida, la última vez que nos vimos en este mismo despacho. Mueve su mano sobre el escritorio y abre el primer cajón, de donde saca una fotografía.

-¿Qué ves? -pregunta, deslizando la foto sobre la mesa hasta que llega frente a mí.

Niego.

-No estoy para juegos ahora -digo, rascándome la cabeza con agobio- Marta, ¿tienes idea de que estuve a punto de...? -trago con dificultad- Escribí una novela, la iba a publicar hoy.

-¿No lo harás?

Suspiro.

-Es nuestra historia -me esfuerzo por no levantar la voz, aunque las emociones negativas me desbordan-. Menciona a Begoña y Esther... tu anillo y Animus.

Marta se levanta de nuevo y empieza a rodear el escritorio. La opción de alejarme es tentadora, pero no lo suficiente como para resistir la atracción magnética de su presencia cuando entro en su campo de gravedad.

-Grandes pensadores y filósofos han pronunciado interminables discursos sobre la naturaleza humana, afirmando que nadie es completamente malo ni puramente bueno. Te confieso que los escritores siempre seremos los villanos -se inclina y toma la foto que había dejado en el escritorio para insistirme- ¿Qué ves?

Miro la foto para darle una respuesta y acabar con esto. En la imagen, un grupo de personas se reúne en un salón decorado al estilo de la monarquía británica. Marta está casi en el centro, y el imbécil de Jaime se encuentra a su lado. No reconozco a los demás, pero apostaría mi vida a que son ellos. Su secta.

-A un montón de lunáticos.

-¿Qué ves, Fina?

Suspiro, examinando con atención los detalles. Paso lentamente por los rostros de varios escritores; honestamente, ninguno parece ser un sádico cruel. Todo se ve tan... normal. Aunque no estoy segura de qué considero normal ahora. Un momento, eso es...

-Begoña... -acerco más la foto, como si un par de centímetros pudieran cambiar algo.

-Me gustan las escritoras brillantes y un tanto perturbadas -su mano se desliza por mi hombro hasta encontrar la mía, entrelazando nuestros dedos- Por eso volví.

La miro, y aquí estoy de nuevo, tan cerca que, si fuéramos planetas orbitando en el espacio, su campo gravitatorio ya habría comenzado a absorberme. Es un tira y afloja constante, un juego cósmico en el que su presencia siempre termina dominando.

-¿Ella...?

-No podemos negarnos a ser quienes somos; obligarnos a renunciar a nuestra naturaleza sería un acto inhumano.

-No es correcto.

-Es parte de esto, igual que tú.

-¿Por qué me estás incluyendo?

-Tú me torturas, despiertas a las musas y besas de una manera sublime. Eres mi verdugo, y si se trata de encerrar a los culpables, tendría que testificar en tu contra -susurra mientras coloca sus manos alrededor de mi cintura, sin intención de dejarme escapar tan fácilmente. ¿Quiero siquiera intentar escapar?

-Marta... -su nombre es un manjar cuando lo susurro cerca de sus labios.

-Ich möchte immer bei dir sein.

Y me devuelve a la vida con un beso cargado de veneno. No es una historia de amor... ¿o sí? Es una historia de amor para escritores... mejor dicho, para villanos.











MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora