Capitulo 49

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Son criminales y están dementes.




«Nos complace enormemente informarle que, tras una exhaustiva evaluación de su manuscrito, Editorial Arcadia ha resuelto publicar su libro. Su obra nos ha capturado de manera profunda, exhibiendo una narrativa rica e incisiva que, estamos convencidos, encontrará un eco significativo entre nuestros lectores» 

Guardo el mensaje de Arcadia y deslizo el teléfono en el bolsillo de mi cazadora. Al levantar la vista, el semáforo cambia a verde. Con una mezcla de euforia y distracción, agarro firmemente el volante y comienzo a navegar por las calles de la ciudad, todavía sumida en el entusiasmo y todo lo que implica la futura publicación de mi libro. 

Una misma historia, cuando es narrada por diferentes voces, nunca se cuenta de la misma manera. Es por eso que siempre habrá algo nuevo que escribir. Los libros constituyen un universo en perpetua expansión. 

Tomo la ruta que me lleva al extremo norte. A medida que avanzo, el camino se torna más solitario y las luces de la ciudad se van quedando atrás. El rugido de mi moto rompe el silencio de la noche mientras serpenteo entre las sombras alargadas de los árboles que flanquean el camino. Finalmente, llego frente a un imponente portón de hierro.

El vigilante, ya alertado por el sonido distintivo de mi moto acercándose, activa los mecanismos que hacen que la reja se divida lentamente, permitiéndome continuar sin detenerme. Sigo de largo por el sendero que ahora se abre ante mí hasta la puerta de Aurea Mediocritas. 

Paso por la cocina y agarro una cerveza de la nevera. Luego, subo las escaleras con la botella en la mano, sintiendo el frescor del vidrio. Al llegar al piso superior, me dirijo hacia la oficina y empujo la puerta. 

—Respondieron de Arcadia. 

—Sé lo que dijeron: Este intento de fusionar romance con misterio culmina en un desenlace irritantemente ambiguo que deja demasiadas preguntas sin respuesta, despojando al lector de cualquier cierre satisfactorio. La trama, aunque pretende ser intrigante, se enreda en su propia astucia hasta perder dirección y sentido. A pesar de su promesa inicial, el libro se sumerge en clichés románticos y giros de misterio predecibles, concluyendo en un final abierto que parece más un síntoma de indecisión de la autora que de una elección narrativa inteligente. En última instancia, la obra no logra sostener el peso de sus ambiciones literarias. 

—Te acercaste bastante —digo caminando hacia ella— Les gustó. Me van a publicar. 

Me siento sobre sus piernas. 

—¿Lo dudabas? —pregunta paseando sus manos alrededor de mi cintura. 

—Nunca —respondo con una sonrisa ladeada y deposito un suave beso sobre sus labios y pensativa agrego— ¿Crees que me estoy encasillando? 

—Faltaban historias narradas por psicópatas —dice mientras me muerde el pómulo— Te garantizo que nadie se quejará. 

Respiro profundamente y, mientras lleno mis pulmones con el aroma a tabaco impregnado en su piel, mi mente reproduce el eco de los dos disparos en la fosa. No hubo cuerpo, no desapareció ningún paciente de los registrados, solo un incendio terrible que consumió viejos archivos, ya olvidados y sin valor para nadie. 

No se inicia una investigación por homicidio sin haber descubierto primero un cadáver. 

—¿Todavía piensas en esa noche? 

Sonrío para mis adentros; Begoña se equivocó. Marta siempre sabe lo que necesito porque me mira de una manera que no requiere el uso de sus ojos. 

—Todo el tiempo, sobre todo cuando escribo —confieso con honestidad. 

—¿Algo de qué preocuparse? 

—Del poco sexo que tendrás esta semana —sostengo su rostro entre mis manos y atrapo sus labios entre mis dientes— Se me acaba de ocurrir un nuevo libro. 

Siempre que se detona ese disparo, sucede lo mismo: una nueva historia comienza al mismo tiempo que surge una ola de excitación. 

—No me quejaré si haces un buen trabajo ahora. 

Su voz entra en mi sistema inspirando a otras cosas que nada tiene que ver con sentarme frente al teclado. 

—Me declaro adicta a ti —susurro y me pongo de rodillas. 

Uso mis manos para separar sus piernas y luego asciendo hasta el botón de su pantalón para desabrocharlo, tomándome el tiempo que merece ese acto y disfrutando cómo su piel se eriza ante mis caricias, mi lengua explora sus pliegues hasta que siento sus fluidos bajando por mi garganta. Sigo acariciándole el clítoris unos segundos mientras el clímax retumba en su interior. Me deleito en ella, en su sabor, en todo lo que me ha enseñado durante los últimos años, en lo bien que nos sienta el egoísmo. 

Sonrío, relamiéndome los labios. 

—¿Qué ves? —pregunta cuando ha recuperado el aliento. 

—Que ya me volviste completamente loca, Marta de la Reina. 

  















"Hemos llegado al final, saludos". 🖤





MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora