Capitulo 35

165 15 0
                                    

Una musa profundamente jodida.

¿Por qué todos los escritores estamos dementes? 

Aunque yo no soy escritora, solo soy la demente que se enamoró de una. Siendo honesta, amé a una escritora demasiado perturbada. Y a consecuencia de una serie de mentiras ahora estoy preparándome para un empleo suicida. 

—Vamos a ser optimistas y pensar que todo esto saldrá bien —el tono de Claudia no es para nada optimista, y revisa nuevamente los apuntes en su IPad. 

Voy a trabajar en Animus y proteger a Esther. Descrito de esa forma suena como un camino de flores, por esa razón en este mismo párrafo debo mencionar que una secta criminal la mantiene sedada en la habitación 98 de una clínica psiquiátrica. 

De acuerdo con el primer sitio web que aparece en Google, los Heretic son un colectivo de escritores que se exponen a situaciones extremas, tanto físicas como psicológicas, con el objetivo de potenciar su creatividad. 

No necesito el detallado plan que mi amiga ha estado elaborando con tanto esmero durante las últimas tres semanas; esto terminará mal. Lo sé, es mi historia. 

—No metas las narices en nada más. Si tu teoría es cierta a esos lunáticos no les gustará que husmees en sus asuntos —es algo que me aconseja constantemente. 

Mantengo a Claudia en esto para que mi madre esté más tranquila y porque uso su habitación para esconderme del archivo de Word que espera en una laptop sobre mi cama a que me reconcilie con las musas. 

—Ya lo sé… 

Exhalo un suspiro profundo, sumiendo mi cabeza en la suavidad de la almohada mientras entrelazo mis dedos sobre el abdomen, adoptando de forma involuntaria una postura cadavérica. 

—Era como si supiera quien soy —bisbiseo pensativa— como si estuviera esperándome. 

Debería enfocarme en el plan, pero por más que intento evitarlo, mi mente insiste en buscar a Begoña. 

—¿Volviste a verla? ¿Te reconoció? —Claudia se levanta de su cama exaltada— ¿¡Cuándo lo ibas a mencionar!? 

No presto atención y mi cerebro desecha las preguntas de Claudia para concentrarse en algo más importante. 

Begoña me conoce. Un momento, eso debería tener signos de interrogación.  

¿Begoña me conoce? 

Es imposible… 

—Creo que tiene respuestas a las preguntas que aún no he logrado formular —suspiro. 

—¿Debo repetir lo de no meter las narices? 

—Se veía muy… bien. Mejor que bien. Tiene una mirada… críptica. 

Arrugas profundas se dibujan en la frente de mi amiga. 

—¿Viste a la profesora Pérez? —vuelve a preguntar. 

—Pero lleva años atrapada ahí, ¿Cómo podría conocerme? ¿Qué tanto sabe? 

—¿Fina? 

Respiro hondo antes de levantarme y doy un par de vueltas en el dormitorio para ganar tiempo, tengo que presentar mi dilema de tal manera que suene razonable. Necesito hablar con ella y dar voz a todas las ideas descabelladas que rondan mi mente desde que vi a esa mujer. 

—Fina, ¿que ocu…? 

—He encontrado a Begoña Montes. 

Me conoce bien y mi tono de voz delata más de lo que quisiera. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora