Capítulo 8

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 ¿Por qué no me advertiste que era peligrosa? 



Los días no son muy diferentes. Voy a la universidad de 7 a 1, me quedo en la biblioteca ajustando detalles en el proyecto de Literatura junto a Claudia y luego conduzco en dirección a Aurea Mediocritas. 

El bello palacio me recibe a diario, llevo más de un mes trabajando para de la Reina y solo he tenido un pequeño progreso, ahora cuando anuncio mi llegada, ante la firme puerta que resguarda su despacho, ella me recibe con el mismo acertijo.  

¿Qué ves?  

No importa lo que responda, a su juicio siempre cometo un error, y luego solo hay silencio. 

Hoy estoy especialmente fatigada. Me duele la cabeza, mi moto a empezado a tirar humo y obtuve la peor nota en Periodismo Multimedia. 

Arrastro los pies sobre el mármol, hasta detenerme en la entrada bloqueada de su despacho. 

—Estoy aquí, por si necesita algo… 

Silencio. 

Me vuelves loca, Marta de la Reina. Tú silencio es el más rebuscado insulto. 

—¿Qué ves? —pregunta desinteresada, dando por hecho mi error. 

Estoy tentada a largarme sin participar en su estúpido juego, pero no sé qué me anima a responder en el último segundo.  

—Una puerta, ¿quién lo diría? —bufo, apretando los dedos sobre la cerradura— igual que ayer, y antes de ayer, y hace unas semanas y desde hace unos putos quince años que se construyó esta casa. Veo una estúpida puerta negra con la cara de una lechuza tallada en el centro, una maldita puerta cerrada, porque la loca que está ahí adentro prefiere que me mantenga igual de ciega que ella —ya está, lo dije— no sé qué esperas, pero esa es mi respuesta—suelto un suspiro de tristeza— Lo que único que veo, es que no puedo verte a ti.  

Echo la cabeza hacia atrás y camino en dirección a las escaleras. Cuando dejo un pie en el primer peldaño volteo y me quedo estática al darme cuenta que se está abriendo la entrada de la oficina.  

¿Y ahora qué? 

Me va a correr, lo que me faltaba.  

Desanimada regreso sobre mis pasos y entro a su oficina.  

—¿Respuesta correcta? —pregunto sintiéndome tímida de repente.  

—¿Qué ocurre? —está cerca de una chimenea apagada con expresión de aburrimiento. 

Su tono, ronco y profundo, envuelve mi columna y luego se desliza en una oleada de calor. Me enfurece quedarme en este estado cuando estoy frente a esa mujer, alta, rubia e inusitadamente guapa. Posee unos labios apetitosos que están flanqueados por las primeras arrugas de la edad. Existe algo peligroso, salvaje e indomable en ella. 

Cuando termino de contemplarla, su pregunta resuena en el interior de mi cráneo. ¿Qué ocurre? Todo, hay días en los que no pasa absolutamente nada y están sobre mí como un pesado bloque de piedra. Siento que el destino está trazando tragedias en mi futuro y no puedo hacer nada más que seguir respirando con esa presión en el pecho. ¿Qué ocurre? Quiero huir, pero no de casa, de la universidad o de la ciudad.

Quiero huir de mí. Salir de esta piel.  

De la Reina no me presiona. Pasa por mi lado para sentarse detrás de su escritorio, percibo en ella el olor a tabaco mezclado con vino, e inexplicablemente ese perfume me calma un poco. 

—Ojalá pudiésemos descansar de ser nosotros mismos —pienso con voz entrecortada y me dejo caer sobre la silla frente a ella— pasar un fin de semana siendo alguien más.  

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora