Capitulo 47

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Te suplico, miénteme una vez más.


Empiezo a correr.

Las peores historias terminan justo donde comenzaron y yo estoy atrapada en una muy mala.

"Jaime se va a encargar"

Diablos Marta, solo tenías que esperar un poco. Confiar en mí.

Empujo la puerta de la habitación 98 con el temor de quien sabe que lo peor está por ocurrir.

-Fina, hola... de nuevo, ¿qué...?

Agarro firmemente el pomo de la puerta y apoyo mi frente contra la fría superficie de madera, cerrando los ojos mientras tomo varias respiraciones profundas.

-¿Qué ocurre? -se acerca Esther.

-Creí que... -me detengo, no sé en quien puedo confiar- Tenía un mal presentimiento...

Achina los ojos; es mi profesora y me conoce lo suficiente como para saber cuándo miento.

-¿Tiene que ver con tu libro? -pregunta acercándose.

-Sí, quizá por eso -murmuro, sosteniéndole la mirada.

-¿Lo publicaste? -me aparta el cabello de los hombros.

A pesar de ser paciente en un sanatorio estatal, se las arregla para seguir luciendo como una diosa.

-¿Cuándo dejaron de medicarte?

-Cuando dejé de pelear.

-¿Ocurrió lo mismo con Begoña?

Se encoge de hombros.

-Eso significa que no publicaste el libro -dice mientras se humedece los labios- Te entiendo. Con mujeres como Marta, siempre estás a un paso de amarlas u odiarlas; no hay punto medio. Y una termina saltando constantemente entre una opción y otra.

-¿Es tu caso? Aunque estás aquí ahora por su culpa...

Sonríe.

-Estamos aquí por ella. También la sigues amando, aunque eres tan inocente que aún te cuesta admitir que puedes llegar a odiarla.

-¿De verdad crees que ese libro sería su fin? -pregunto con honesta curiosidad- Tiene a Jaime. Poder, dinero, influencia...

-A lo largo de la historia ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, parecen invencibles. Pero al final, siempre caen. Siempre -asegura con convicción-. Te enseñó a escribir como ella y, sin saberlo, te convirtió en la única que puede darle un final.

-Para esta hora ya muchos leyeron esa historia, ¿qué sigue?

-¿Fina? -Emanuel entra a la habitación y dirige su mirada hacia Esther.

-Es mi tía -no se me ocurre una mentira mejor.

-No puedes estar aquí -me advierte y mira a Esther con cierta desconfianza- regresa a tus labores.

-Claro, ya me iba -es mejor caminar si no quiero meterla en problemas.

El guardia me espera para jalar la puerta y asegurarse de cerrarla apropiadamente. Sin embargo, en el último momento, alcanzo a ver cómo Esther apunta hacia abajo con una mirada elocuente.

La fosa. No, no otra vez.

Me dirijo hacia el armario de limpieza, pero mi cabeza gira con un torbellino de imágenes: los besos de Marta, la fotografía de los Heretic, el sabor de sus labios, el bastón deslizándose entre mis piernas...

Bien, Jaime se encargó de ello; Esther y Begoña han sido borradas del registro. Si alguien viene a preguntar, no encontrará nada... Pero, ¿y si deciden investigar un poco más?

Soy una escritora desconocida, ¿por qué debería preocuparme tanto? ¿Quién tomaría en serio lo que yo puse en un libro?

-Estoy demente -murmuro mientras empujo la puerta que revela las escaleras por las que se desciende hasta la fosa- Cuando vuelva, seguro que mi nombre aparecerá en los registros de pacientes.

Cada diez pasos, miro hacia atrás, como si eso me garantizara poder encontrar la salida. Las "habilidades arqueológicas" de Begoña se resumen en un simple "pertenece a los Heretic". Por supuesto que estuvo aquí con Marta, y aún no sé qué tan involucrada está Esther.

Llego a la habitación donde se guardan los archivos, y ya hay alguien sentado en medio del caos.

-Nuestra disputa se extiende a lo largo de toda una vida. ¿Quién será la primera en caer sin que la otra interfiera directamente en su declive? -sonríe y se levanta, exhalando una bocanada de humo del cigarrillo- Cada una se sentó en su propia prisión a escribir, solo escribir, y dejamos que los personajes hicieran el resto.

-En realidad, no eres una paciente -digo con calma, apoyándome en el muro cerca de la puerta con los brazos cruzados- ni la ceguera de Marta fue una enfermedad.

-Aquí hay silencio. Encontré un lugar para crear lejos de números, críticos y fanáticos. Solo escribo y publico bajo cien nombres diferentes y no sabes cuan libre me siento desde que me convertí en paciente mental -levanta los brazos, como si se entregara a la policía- Aunque pierdes puntos si ella te reveló la verdad.

-Dijiste que amabas a Marta.

-La amo, y ese fue mi peor bloqueo. Tu querida Marta pasó por lo mismo y casi la mata. No quería eso para ella, preferí alejarme.

-¿Ella sabe esto?

-Esther es la deliciosa musa que alimenta nuestras fantasías más perversas. Quien no sueña con arrancarle la ropa y devorarla entera, simplemente no puede llamarse humano -me apunta con su dedo mientras camina hacia una esquina y toma un pequeño bidón negro- Tú entiendes bien de eso.

Percibo el olor a gasolina cuando comienza a verter el líquido sobre algunos papeles, y miro rápidamente el cigarrillo que aún pende de sus labios.

-Yo nunca he pensado en lastimarla.

-Quieres poseerla, y eso, querida, es lo más cruel que se le puede hacer a una mujer.

Comienza a acercarse y todos mis sentidos se mantienen alerta, estoy lista para lo que venga.

-Solo me usaron para jugar su estúpido juego. ¿Quién escribirá esta historia, tú o Marta?

-Depende de ti, siempre ha dependido de ti. Te lo dije, vas a tener que elegir a una -coloca su mano en mi mejilla y se inclina para susurrarme al oído- Te diré un secreto, puedes elegirte a ti misma...

Me sobresalto al sentir cómo su lengua se desliza sobre mi lóbulo.

-Dejen de involucrarme en esta locura.

Intento salir, pero Begoña coloca su mano en mi cintura, y todo mi cuerpo se contrae al sentirla.

-¿Y luego qué? ¿Una vida aburrida limpiando pisos o sirviendo mesas? Sigues con tus delirios de escritora, pero pasas la vida vendiendo historias vacías con personajes tan huecos que solo exponen lo ordinaria que es tu alma -cierra los ojos y presiona su frente contra la mía- Aquí hay fuego, Fina. Dolor, deseo... -pasa la yema de su pulgar sobre mis labios- No me digas que vas a negarte a esto, si solo tenerme así ya te provoca una comezón irracional en los dedos. Quieres escribir...

Estaba preparada para cualquier ataque, puse mis sentidos en alerta y alisté mis piernas para correr. Pero Begoña me golpea con la realidad, y no sé cómo enfrentarme a eso.

-¿Cuál es el costo? ¿Quedarme ciega? ¿Internarme en un hospital psiquiátrico?

Begoña esboza una sonrisa, mientras yo sacudo la cabeza en desacuerdo.

-Primero es la gloria y disfrutaré verte alcanzarla -susurra con suavidad, su voz cargada de un tono prometedor y enigmático.

Como si fuera una ilusión creada por magia, Marta de la Reina aparece en escena y llena el espacio con su energía oscura y devastadora.

-Aléjate de ella -dice con autoridad.








MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora