Capitulo 19

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¿Quién recoge los cadáveres?


«Regresé» Escribo con manos temblorosas.

La leyenda «Profesora Pérez» adorna el destinatario del mensaje. Ella debe ser la primera en saberlo, después de todo fue quien me consiguió el empleo, insistió para que regresara y viene cada tanto sin avisar, por lo que ocultar la verdad sería imposible.

¿Por qué considero la opción de ocultarlo? ¿Estoy haciendo algo malo?

Tarda un momento en aparecer el doble check azul indicando que la guapa pelirroja ha leído mi mensaje y salgo huyendo de la aplicación para no tener que responder de inmediato a lo que sea que me diga.

-Desearía ser más útil aquí -murmuro, mordiendo las galletas de mantequilla que siempre hornea Digna.

-Haces justo lo que ella necesita.

Abro los brazos, exponiendo que no hay nada en mi agenda del día.

-No necesita demasiado, al parecer -murmuro sarcástica.

Conduje detrás de su lujoso auto y cuando llegamos aquí sencillamente se encerró en su oficina sin hacer ningún comentario.

Por un motivo que se escapa a mi intelecto, cuando tú estás tengo sentimientos que solo han sido descritos en los libros.

Cualquiera diría que después de esa confesión ocurre algo entre nosotras, pero en mi relación con de la Reina siempre hay un tercero. Esa estúpida puerta negra.

-Tiene chofer -observo más para mí misma- ni siquiera sabía que tenía un auto.

-Jesús no es su chofer -dice Digna sonriente- es su hermano.

Se me cae la quijada.

Claro. Malhumorado, de pocas palabras... ¿cómo es que no fui capaz de adivinarlo?

-Pensé que... dijiste que solo te tenía a ti.

-No -responde alargando la vocal a lo Marta- ella ahuyenta a las personas porque no las quiere atar a su... incapacidad. De todas formas, Jesús vive cerca. Te doy una pista, ella nunca antes le había pedido un favor.

-¿Por qué no simplemente me llamó?

-¿Hubieses regresado?

No.

-Tampoco es que pierda dólares cada vez que es amable, yo podría venir a verla sin cobrar, si tan solo...

-Cuando te dije que debes ser paciente hablaba muy en serio -me mira comprensiva- esto es su ritmo ahora, alégrate, hace cinco años hubiese sido imposible que la encontraras en la misma ciudad durante dos semanas seguidas.

Miro el teléfono, pero la respuesta de Esther aún no llega.

-¿Tú la acompañabas en sus viajes? -entrecierro los ojos y le apunto con el dedo.

-La esperaba en el hotel más cercano -confiesa, poniendo más galletas en mi plato- era imposible seguirle el paso.

Una bombilla se enciende en mi cerebro y aguzo la mirada para no perderme ni un solo gesto de Digna cuando pregunto.

-¿Llegaste a conocer a la correcta?

Pensé que le costaría entender la referencia, que me exigiría un nombre o una pista mayor. Pero al parecer esa mujer, quien quiera que sea, no pasó desapercibida para nadie. La respuesta de Digna llega de inmediato, sus músculos faciales se tensan y aunque intenta ocultarlo dándome la espalda, ya todas mis alarmas se han encendido.

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora