Capitulo 24

237 22 3
                                    


Al final acabamos locos y solos.


Jamás estamos de acuerdo en nada, somos dos piezas distintas que encajan perfecto. Besa mi nuca y sus brazos me rodean, estoy sentada en su regazo con la sensación de que todo el mundo se ha reducido a esta oficina. 

Somos un error; un maravilloso, cursi y afortunado error. 

Y yo quiero seguirla cometiendo. 

Borro de nuevo el último párrafo, intento no hacer ruido al pulsar sobre la pantalla y me muerdo el labio. 

—Treinta minutos con un capítulo es demasiado, debes pasarlo. 

Suspiro, frustrada. 

—Ya no preguntaré cómo lo haces, porque jamás respondes. 

—Cuando escribes te encorvas —desliza su mano por mi columna— cuando piensas giras a la derecha un poco —llega a mi cintura y me aprieta despacio— cuando no sabes cómo describir una escena te recargas en mi pecho —suaviza su voz— y cuando tienes un bloqueo te muerdes el labio. 

¿Cómo no suspirar con eso? 

A de la Reina la escribió Jane Austen. No tengo dudas. 

—¿Y sabes que me estoy mordiendo el labio, por qué…? 

—Gimes —susurra en tono enigmático— es apenas audible, pero lo haces. 

Resoplo disgustada. 

—Pues me rindo, no sé cómo seguir esto… tenías razón puede contarse en dos hojas. 

—Pásalo. No debes perder tanto tiempo en una idea si estás con el borrador inicial. 

—Si lo salto no tendrá sentido la historia. 

—¿Olvidas que eres la escritora? No necesitas contarte tu propio libro. 

—No me siento como una —arrojo el teléfono a la mesa y me cruzo de brazos, refugiándome en su cuerpo— mejor lo dejo por unos días hasta que consiga ordenar mis ideas. 

—Para entonces estará muerta. 

—Llevo dos semanas seguidas haciendo esto por horas, en definitiva, necesito un respiro. 

—¿Perro o gato? 

Frunzo el ceño sin comprender por qué está cambiando la conversación. 

—¿Animales? 

—Tendrás una mascota, cada día que pases sin escribir la encerraremos en una habitación vacía sin agua ni comida. 

—Eso no va a pasar, es cruel —me ladeo para verla de frente— debería lanzarte por la ventana. 

—¿Y por qué abandonar tu libro no sería cruel? 

Abro la boca, hay tantas respuestas que no sé en qué orden empezar a bombardearla con ellas. 

—No morirá… —eso me lleva a su advertencia inicial— quieres decir que si dejo de escribir un solo día… 

—Si le das menos importancia que a un ser vivo entonces no escribas. Solo evidencia que ni tú misma crees en la historia. 

—¿Y cuándo se descansa? 

—Cuando terminas. 

Suspiro y me dejo envolver por sus brazos. 

—Tengo buenas ideas —le digo pensativa— debería decirlas y tú escribirlas. 

Deja escapar un resoplido socarrón. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora