Capitulo 16

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Cuidado con aquellos que están siempre leyendo libros .



—Señorita Valero, se queda al final de la clase, por favor —ordena la profesora Pérez con voz neutra— tengo algunos comentarios con respecto a las variables que está indexando. 

Sigo guardando mis cosas, esta vez con toda la calma del mundo, esperando que se vacíe el aula de Metodología. Este salón es extremadamente pequeño cuando nos quedamos a solas y observo de reojo que Esther va hasta la puerta y le pone seguro. 

Necesito un tanque de oxígeno. 

—¿Cómo va todo? —camina hasta mi lugar, mientras avanza va tamborileando los dedos sobre las mesas que se encuentra en el trayecto.  

—Bien, el proyecto es para la siguiente…  

—Sabes que no te pedí que te quedaras para tratar un tema académico —se detiene justo enfrente y cruza los brazos.  

Enfoco la mirada en la pizarra que está enfrente.  

—¿Es sobre… de la Reina?  

Cojo valor para mirarla y me muerdo el labio.  

—Nosotras.  

Nosotras. 

—El fin de semana estaré libre, ya…  

—Hablo de ahora —pone su mano en mi cuello— no creas que olvido nuestra clase extra. 

Y no puedo controlar la ruta que toman mis pensamientos, ni las sensaciones que recorren los rincones íntimos de mi cuerpo. Soy consciente de cuánto aumenta la humedad de mi sexo ante su olor, su cercanía, sus palabras y esa forma que tiene de mirarme. Lo controla todo, ella mueve los hilos.  

—¿Qué debo hacer? —tengo los nervios a flor de piel. 

¿Estoy lista para esto?  

—¿Has practicado? 

Muevo las caderas sobre el regazo de de la Reina sin rechistar. Considero eso como un avance notable.  

Vamos Fina, tú puedes. 

—Puede descubrirlo por sí misma —susurro en voz baja. 

Respira pausadamente y me mira, ya sabe lo que dirá y saborea mi gesto de timidez. Se deleita con la torpeza que me impide seguir el ritmo de sus juegos. 

Por eso fue Carmen y no yo. 

No le des el gusto, sea lo que sea hazlo sin dudar. No eres una niña. 

—Coloca las manos dentro de mí blusa —ese susurro me provoca temblores de deseo por todo el cuerpo. 

Miro sus ojos una fracción de segundo, busco en ellos la autorización que me dan sus palabras y la encuentro de inmediato. Cuando lo hago mi tacto no es suave ni gentil, clavo las uñas en su abdomen, me pego más a su cuerpo y subo tanto como me permiten los botones de su blusa.  

—¿Le parece que he mejorado? —hay cientos de reclamos pesando sobre ese cuestionamiento.  

Le entierro más fuerte las uñas, Esther abre la boca para aspirar el aire que le falta. 

—Es justo lo que necesitaba, linda… ahora…  

—Tengo que ir a Semiótica —la interrumpo y bajo los ojos a sus labios— nos vemos después, profesora Pérez.  

Aparto las manos y me alejo, cogiendo mi mochila para colgarla en mi hombro, cuando sorpresivamente Pérez me toma del brazo y me atrae de nuevo contra su cuerpo.  

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora