Capitulo 10

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No hay manera humana de escapar. 

Creo que voy a vomitar.  

Desde ayer he estado evitando a Esther, cuando las dos mujeres se encerraron en el despacho, cogí mi moto y recorrí en ella varios kilómetros, la fuerza del aire contra mi cuerpo arrastró lejos la sensación que dejó en mi piel el roce de Marta.  

No me enojo con ella. Soy capaz de comprender la rabia que nace en sus arterias, la profunda herida que no sangra, la locura de un alma sumergida en la más cruel soledad. No me arrepiento de haberme quedado en esa oficina, no me arrepiento de querer llenar su vacío… me arrepiento de la confusión, del deseo.

Porque Marta de la Reina ya la ha pasado lo suficientemente mal y yo solo soy una niña confundida irrumpiendo en su vida. Y luego está Esther. Está ese acuerdo sin palabras que firmamos durante mis primeros meses en la universidad, cuando nos conocimos, cuando el, «quédate después de la clase» se convirtió en una necesidad. Y luego está lo que ocurre entre ellas dos, cuando se cierra la puerta de la oficina y los gemidos pasean por los corredores de la mansión.  

Por un momento estuvo en mis planes cancelar mi asistencia al estúpido bar que propuso Ayse, pero ayer escapé, y esconderme de de la Reina en Aurea Mediocritas es fácil, no puedo decir lo mismo de evitar a Esther. Si cancelo esto parecerá que oculto algo y en realidad no pasó nada con Marta.  

—¿Vas a salir? —preguntan detrás de mí. 

Volteo. Mi madre bosteza, tiene profundas ojeras bajo los ojos y trae puesto el uniforme de Animus. 

—Con Claudia y otras chicas.  

—Bueno, eso explica todo el maquillaje —apenada, me paso la mano sobre la mejilla, intentando quitar un poco— no, te ves perfecta— se acerca y toma una pequeña esponja para ayudarme— ¿a qué hora regresas?  

Mi madre jura que me casaré con Claudia en algunos años. 

—No estoy segura. Mejor descansa. 

Vivimos en un departamento pequeño, pero solo somos nosotras dos, así que es perfecto.  

Está aplicándome el rímel cuando alguien golpea la puerta. Frunzo el ceño, usualmente Claudia me llama para avisar que está abajo, odia tener que subir seis pisos, en el edificio no contamos con ascensor. 

—Ve a dormir —le digo, abandonando la habitación— te veo mañana. 

Atravieso la sala y al abrir la puerta es una hermosa pelirroja la que espera afuera. 

Ambas nos quedamos sin palabras por unos segundos. Yo porque en definitiva no contaba con que Esther Pérez, la mujer más guapa de la ciudad, tocara a mi puerta. 

—Hola… —mantiene las manos detrás de su espalda y algo me dice que no es el saludo que tenía planeando— te ves…  

—Muy mal—completo ruborizada por la vergüenza. 

Una preciosa sonrisa aparece en sus labios.  

—Como en mis sueños.  

Flexiono los dedos con nerviosismo. 

—Ha tenido muchas pesadillas últimamente.  

Se aclaran la garganta detrás de mí y volteo. Mi madre nos observa desde la sala.  

—Me voy —doy un paso afuera empujando con suavidad a Esther —se nos hace tarde. 

Casi la arrastro para que baje las escaleras rápido, antes de que mi madre pida detalles. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora