Capitulo 12

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Un cigarro y un disparo en la cabeza. 




La pijama se me pega al cuerpo.  

Me abanico con la mano izquierda y uso la derecha para cubrirme los ojos. Insistentes rayos de luz atraviesan la ventana y me golpean en la cara exigiendo que salga de la cama. 

Ahora bien, mi sudor no está del todo ligado a la temperatura del medio día, tiene una mayor relación con la broma que me jugó mi cerebro mientras estuve dormida. 

No son raros los sueños con Esther, despertar agitada y sudando es común cuando mis visiones nocturnas me permiten derrapar sobre las deliciosas curvas de su cuerpo. Y no me sorprende que esta noche mis fantasías hayan llegado demasiado lejos, después de todo estaba alcoholizada.

Sin embargo, lo que en realidad me preocupa, es que cuando mi boca dejó de succionar la piel de su cuello, el rostro de mi profesora fue reemplazado por el de una irresistible rubia.  

Esa rubia.  

La que me ha hablado tan solo un par de veces y en ambas ocasiones terminó insultándome y haciéndome sentir como la mierda.  

¿Qué hace en mis sueños?  

¿Qué hace en mis recuerdos cuando suena algo romántico en la radio?  

¿Y qué hago yo mirando ansiosa el reloj, esperando a que llegue la hora de ir a la mansión?  

Salgo de la cama y busco jugo de naranja en la nevera.  

«Me gustas tú» fue lo que le dije a Esther unas horas atrás y no le he mentido. De la Reina no me gusta, ella me…  

…hace falta. 

Cierro los ojos mientras me hidrato.  

Y ahora yo he de admitirlo 

Y ahora yo presiento que has vencido 

No hay manera humana de escapar. 

¿En serio haré esto?  

Tomo unos vaqueros que están tirados en una esquina de la habitación, cojo la primera blusa que tengo a la mano, olfateándola rápidamente para decidir si puedo usarla un día más, y lo combino con las mismas botas salpicadas de barro que uso a diario. No necesito peinarme ni lavar mi rostro, ponerme el casco me libra de eso. Tampoco puedo entretenerme demasiado porque voy a pensarlo mejor, y no quiero torturarme.  

Bajo las escaleras saltando peldaños de tres en tres, no sé si cuenta, pero probablemente es mi único talento y llego al estacionamiento en tiempo récord. 

¿Qué diablos crees que haces? 

El rugido del motor enmudece a mi conciencia, cuando las vibraciones recorren mi cuerpo ya no puedo dejar de acelerar.  

Tomo una curva sin frenar. Noto cómo el viento fresco me acaricia. Cierro los ojos un instante y siento que estoy volando. Aspiro profundo. 

Aurea Mediocritas.  

Un enorme portón de hierro se interpone entre ella y el resto del mundo.  

Faltan dos horas para iniciar mi jornada, pero esperar 120 minutos parece un suicidio. Miro a los lados incapaz de decidir qué hacer. Al principio el plan era conducir hasta aquí, supuse que con eso podría tranquilizar el remolino de emociones que se creó mientras dormía. Pero ahora estoy cerca, desde aquí puedo ver las cortinas negras de su despacho y conducir de regreso no es una opción. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora