Capitulo 43

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El principio del pato. 


En los días que siguieron, solo esperaba que alguien me tomará de los hombros y dijera que todo es una broma. Sin embargo, una parte de mí, una que me resisto a reconocer pero que domina mi voluntad, sabe que mi verdadero tormento no son los secretos de los Heretic, ni el hecho de que personas sanas estén encerradas en un psiquiátrico, ni siquiera que este hospital sea usado para experimentar con humanos.

Lo que realmente me consume y me enciende la sangre es preguntarme por qué de la Reina nunca confió realmente en mí y tuvo el descaro de irse sin darme una maldita jodida explicación. 

Deslizo la lengua por mi labio inferior mientras observo mi mano derecha, envuelta en un vendaje. La primera vez que reflexioné sobre todo esto estaba frente al espejo del baño y, en un impulso, rompí el cristal intentando golpear el rostro que me devolvía la mirada. 

Me odio a mí misma, la odio a ella. 

Simplemente se fue, desapareció... ni siquiera tuvo la decencia de darme un final. 

Tal vez por eso tuvo que robar mi libro, porque ya no posee el talento para escribir. Porque cuando las musas conocen a la escritora, se hacen un favor a sí mismas y saltan por la ventana. 

—Dale. ¿En qué piensas tanto? —me apremia Claudia. 

Vuelvo a mirar mi mano, y recuerdo la sangre saliendo a borbotones de las heridas y el dolor punzante de los cristales adheridos en mi piel. 

—No es tan simple —observo botón de publicar. 

—Actúas como si fueras a jalar del gatillo —Claudia intenta presionarlo por mí, pero soy más ágil y alejo la laptop de sus manos. 

—No espero que todo el mundo lo lea, pero sin duda ella lo hará… —suspiro y trago con fuerza— Aquí conté toda nuestra historia. 

—Lo sé. 

Aunque haya sido una mentira, para mí fue real. Y ahora, voy a exhibir mi corazón en un escaparate para que los desconocidos vean cómo late. 

—Conté que tuvimos una relación, que está en una secta, el paradero de Begoña Montes… 

Sé lo que eso significa, sé que estoy abriendo mi pecho, para que una mujer sea arrastrada a la hoguera… no, esto debería escribirlo así: Estoy abriendo mi pecho, para que Marta de la Reina sea arrastrada a la hoguera. 

—¿Todavía te preocupa lo que va a ser de ella? 

—Muchos podrían tomarlo como el fanfic de una lectora obsesionada —lo digo para intentar absolverme yo misma. 

—Pero otros irán a Animus y preguntarán por Begoña. No olvides que es tan famosa como de la Reina y hay cientos de blogs en internet reuniendo pistas sobre su paradero; es el misterio del siglo en el mundillo de la literatura —señala, mordiendo un chocolate que le regaló mi madre cuando llegó esta mañana a invadir mi cama, como yo he hecho cientos de veces en su casa—. Y cuando la encuentren, que sin duda lo harán, sabrán que tu historia es real y entonces, ¿a quién crees que buscarán? 

—No estás ayudando —le reprocho, notando un gruñido en mi estómago. 

Observo de nuevo el botón de “Publicar”, si lo presiono ya no habrá marcha atrás, y tal vez sea un final más digno para nosotras. 

—¿Por qué le tienes compasión a esa psicópata? 

Porque es la psicópata que amo. Que amé.

Estoy tratando de decidir en qué tiempo encajar ese verbo. Pero si publico, el destino lo decidirá por mí y todo quedará enterrado en el pasado. Y sí, sé que ella ya envío lo nuestro allí hace tiempo, pero este final se trata de mí. 

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora