Capitulo 25

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El sexo solo es sucio si se hace bien. 



El humo del tabaco impregna cada rincón del despacho y acaricia mi cuerpo desnudo. De la Reina echa la cabeza hacia atrás y el humo escapa por sus fosas nasales, produciendo una escena apetecible.  

Me sitúo frente a ella temblando de pies a cabeza.  

—¿Ahora qué? —pregunto tímida.  

—Retira los brazos.  

Usaba las manos para cubrir mis zonas íntimas, y Marta me ha estudiado lo suficiente para poder adivinarlo.  

Obedezco y al bajar las manos me aprieto el pulgar, haciendo tronar mis articulaciones. 

De la Reina se aproxima con demasiada parsimonia, ha cogido mi blusa, para enrollarla y usarla como venda provisional, sospechaba desde el inicio el uso que planeaba darle. Por eso no me sobresalto cuando cubre mis ojos y todo se apaga. Me está dando el acceso a su mundo, durante un momento logro sentir que habitamos el mismo universo y eso nos acerca más allá de lo físicamente factible. 

—Empieza por lamerte los labios —sé que ha dado una nueva calada, porque el olor que sale de su boca es más intenso— usa tu lengua para recorrerlos… despacio.  

Obedezco, he aceptado seguir sus órdenes y el no poder verla frente a mí consigue disminuir mi pudor.  

—Ahora lleva la mano derecha a tu boca, lame tus dedos. 

Empiezo despacio, inexperta. Los recorro de inicio a fin, calculando cuanto de ellos consigue soportar mi garganta. Mientras lo hago me embriaga el recuerdo de las venas que se marcan en sus manos, en más de una ocasión desee lamerlas, morderlas y sentirlas deslizándose por mi piel. Me chupo más intenso y el sonido de la succión es excitante. 

Se que también le gusta a Marta porque cambia el tempo de su respiración. 

—Acaricia tu coño —me susurra al oído. 

Una descarga eléctrica viaja por mi cuerpo y todas sus funciones se apagan por unos segundos.  

—Obedece —la desesperación de su voz me toma por sorpresa. 

No necesita más que su tono áspero para apoderarse de mi voluntad. Introduzco la mano entre mis piernas, y empiezo a acariciarme la abertura con la yema de los dedos. La débil melodía de un gemido abandona mis labios. Me acaricio sin prisas, percibiendo que mi cuerpo se estremece centímetro a centímetro. 

—Te deseo tanto que me duele —se ha acercado más y logro sentir el movimiento de sus labios sobre mi sien— sigue frotándote. 

La saliva se mezcla con los jugos de mi excitación, lubricándome los dedos. Busco la presión perfecta sobre mi clítoris para activarme y al conseguirlo dejo salir un gemido más poderoso. La siguiente instrucción de de la Reina es el punto de no retorno.  

—Pon ese dedo en mi boca. Quiero probarte.  

Presiono los dedos contra sus labios, la lengua de Marta recoge las mieles de mi intimidad, gime al saborearme y succiona mi piel, hambrienta. Con lascivia empujo los dedos hasta el fondo de su garganta, palpando lo caliente de su interior, entro y salgo varias veces, enloquecida por la sensación de poder que esto me brinda. 

 —Espero una segunda instrucción —murmuro excitada y muerdo el lóbulo de su oreja.  

Me toma del brazo, no sé a dónde vamos, y me muevo con torpeza temiendo caer, pero Marta conoce perfectamente cada centímetro de su oficina y cuando me empuja bruscamente caigo sobre el sofá.  

MAFIN: <<Tus Ojos>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora