El día había comenzado igual que los anteriores: el sonido insistente del despertador, la rutina apresurada y las largas horas frente a libros y apuntes. Habías perdido la cuenta de cuántos días llevabas así, con horarios ajustados y la sensación constante de que el tiempo no era suficiente. Ben también estaba en su propio mundo, igual de abrumado, con su escritorio lleno de papeles y una expresión de concentración que conocías bien. Sabías que él también estaba dando lo mejor de sí.
Durante el día, apenas habían cruzado un par de mensajes. Uno para decirse buenos días y otro para recordar que, al final de todo, se verían aunque fuera un rato por la noche. Pero hoy sentías un peso diferente. Cada página que leías parecía más confusa que la anterior, cada problema de matemáticas te resultaba interminable. Lo intentaste, de verdad que sí. Subrayaste, escribiste, releíste, pero la información no se quedaba.
Al caer la tarde, te diste cuenta de que tu mente ya no estaba en los libros. En cambio, un pensamiento constante comenzaba a formarse, susurrándote dudas que no podías callar. ¿Realmente valía la pena tanto esfuerzo? ¿Qué pasaría si, al final, no lograbas tus metas? ¿Y si simplemente no eras lo suficientemente buena? Era como si una voz cruel en tu cabeza se burlara de cada intento, y la inseguridad se instalaba en tu pecho.
Suspiraste y dejaste caer la cabeza sobre el escritorio, cerrando los ojos un momento. Quisiste escribirle a Ben, pero no querías interrumpirlo; sabías lo concentrado que estaba en sus propias cosas. Así que te guardaste las palabras y trataste de enfocarte nuevamente en tus pendientes. Pero el nudo en tu garganta se hacía más grande, y la sensación de soledad era insoportable.
La noche llegó casi sin que te dieras cuenta, y mientras ordenabas tus apuntes, escuchaste un leve golpe en la puerta. Levantaste la mirada, confundida. Era tarde, ¿quién podía ser? Al abrir, lo viste: Ben, con su mochila al hombro y esa mirada de determinación que siempre tenía cuando sabía que algo no andaba bien.
—¿Puedo pasar? —preguntó, sin entrar directamente, como si estuviera esperando tu permiso.
—Ben... ¿qué haces aquí? No deberías estar estudiando.
—Podría preguntarte lo mismo. Pero primero, ¿qué pasa? Pareces agotada.
Lo miraste en silencio, dudando si deberías contarle lo que sentías. No querías cargarlo con tus inseguridades, pero algo en su mirada te dio confianza. Bajaste la vista, sintiendo que el nudo en tu garganta estaba a punto de romperse.
—No sé si puedo con esto, Ben. No logro memorizar los temas correctamente, es por pura suerte que me logro acordar de algunas cosas y eso no basta. Siento que no importa cuánto me esfuerce, nunca es suficiente. Me siento... insuficiente.
Él dejó su mochila en el suelo y se acercó, tomando tus manos con suavidad. El calor de su piel contra la tuya era reconfortante, un recordatorio de que no estabas sola.
—Ven —dijo, guiándote hacia el escritorio. Se sentó junto a ti, revisando los libros y papeles desordenados— Muéstrame qué estás estudiando.
Le explicaste entre suspiros lo que estabas intentando aprender, y aunque tus palabras eran entrecortadas, él te escuchó con atención. Después de unos minutos, sonrió, como si acabara de resolver un acertijo.
—No es tan complicado como parece. Solo necesitas verlo desde otro ángulo. Vamos a intentarlo juntos.
Sacó sus propios apuntes y comenzó a explicarte el tema con paciencia, desglosando cada parte hasta que todo empezó a tener sentido. Lo miraste trabajar, notando cómo su voz pausada y sus ejemplos claros hacían que todo pareciera menos intimidante. Poco a poco, la carga que sentías en el pecho empezó a disminuir.
—¿Ves? —dijo después de un rato— No es que no seas capaz, es que a veces necesitas un empujón. Eso no significa que no seas buena en esto. Créeme eres de las personas mas inteligentes y creativa que conozco, si puedes encontrar una solución, pero no esta de mas pedir ayuda de vece en cuando, esta bien?
Asentiste tratando de contener las lagrimas que amenazaban con salir—Gracias, Ben —murmuraste, sintiendo una oleada de gratitud.
—No me des las gracias. Yo también necesito esto —admitió, con una sonrisa traviesa— Si no fuera por ti, estaría perdido con algunos temas.
Pasaron las siguientes horas estudiando juntos. Cada vez que uno de los dos se atascaba, el otro encontraba una manera de explicar o buscar una solución. Hubo momentos en los que se rieron de sus propios errores, como cuando Ben confundió una fórmula básica y tú tuviste que corregirlo.
En algún punto, te diste cuenta de lo mucho que habías avanzado. El desorden de tus apuntes había dado lugar a notas organizadas, y la información que antes parecía imposible ahora tenía sentido. Más importante aún, sentías que habías recuperado algo que creías perdido: la confianza en ti misma.
Ben notó tu cambio y sonrió, como si lo hubiera estado esperando. Se inclinó un poco hacia ti, sus ojos fijos en los tuyos.
—Quiero que recuerdes algo, siempre —dijo, con una seriedad que te tomó por sorpresa— Tú eres increíble. Tu esfuerzo vale la pena, y no dejes que nadie, ni siquiera tú misma, te convenza de lo contrario.
Te quedaste sin palabras. No necesitabas decir nada, porque sabías que él lo entendía. En lugar de responder, le diste un abrazo, dejando que ese gesto hablara por ti. Sentiste cómo sus brazos te rodeaban, y por un momento, todo el estrés y las dudas desaparecieron.
Cuando finalmente se separaron, Ben se estiró y bostezó.
—Creo que es hora de un descanso. ¿Qué tal si pedimos algo de comer y seguimos mañana?
Asentiste, sonriendo por primera vez en todo el día. No sabías qué habrías hecho sin él esa noche, pero estabas segura de que, con su apoyo, podrías con cualquier cosa.
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♡ᴡɪᴛʜ ʏᴏᴜ...ɪɴ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ ʟɪғᴇ°࿐
Romance✧Fanfic de Ben Pincus ✧Historia ficticia!! ✧En su mayoría serán escenarios con este personaje ✧Evitar malos comentarios hacia la obra ✧Actualizaciones los lunes ✧Hay algunas faltas de ortografía ✧Todos los derechos reservados ✧Espero lo disfruten y...