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Escenario basado en la entrega de las flores amarillas


El aire fresco de la primavera soplaba suavemente, trayendo consigo el aroma de las flores recién nacidas. Los árboles, que durante meses habían estado desnudos, comenzaban a llenarse de vida, y el canto de los pájaros vibraba por todas partes. Era como si la naturaleza entera despertara de su largo letargo, volviendo a pintarse de verde y colores vibrantes.

Por las calles, la gente paseaba tranquila, y en sus manos llevaban ramos con flores amarillas. Algunas eran artesanales, hechas de listón o de papel, y otras eran frescas, recién cortadas o compradas en las tiendas. Las flores amarillas se habían convertido en el símbolo de la estación, un reflejo de la calidez y la esperanza que la primavera traía consigo.

Ben, con una sonrisa tranquila, caminaba por el sendero del parque que tantas veces habían recorrido juntos. En sus manos, sostenía con delicadeza un ramo de flores amarillas, frescas y brillantes. Él sabía cuánto amabas esta estación, cómo el renacer de la naturaleza te llenaba de energía, y cómo te encantaba el suave perfume que flotaba en el aire, una mezcla de frescura, tierra húmeda y promesas de nuevos comienzos.

Mientras se acercaba al lugar donde lo esperabas, bajo el gran sauce que era tu árbol favorito, notó cómo tu mirada estaba fija en las mariposas. Revoloteaban a tu alrededor, ligeras y gráciles, sus alas moviéndose en suaves destellos de color. Tu cabello, levemente ondulado por la brisa, reflejaba la luz del sol de una manera que siempre lo fascinaba. Cuando lo viste, una sonrisa iluminó tu rostro.

—Feliz primavera —dijo Ben con una voz suave y cálida, ofreciéndote el ramo.

Las flores, con sus pétalos dorados y su frescura aún palpable, parecían capturar la esencia de la estación. Tú tomaste el ramo, tus dedos rozando los suyos de forma casi casual, pero significativa. La suavidad de ese contacto, aunque pequeño, siempre te transmitía algo más profundo, una conexión que iba más allá de las palabras.

—Son hermosas, Ben —murmuraste, admirando las flores mientras tus ojos se llenaban de emoción. Sabías lo que significaban para él. No era solo un gesto, sino un reflejo de cómo veía la vida contigo: llena de renaceres y nuevos comienzos.

Ben te observaba con una sonrisa suave en los labios, y luego se inclinó para besarte en la frente. Ese gesto, tan simple pero lleno de ternura, siempre lograba hacer que tu corazón latiera un poco más rápido.

—Para mí, la primavera significa renacer, comenzar de nuevo y vivir nuevas experiencias... —susurró él, mientras se quedaba cerca de ti— Y quiero vivir todo eso contigo.

Tus ojos se encontraron en ese momento, y aunque no dijiste nada, sentías lo mismo. Había algo mágico en la primavera, y más aún en la forma en que Ben te hacía sentir cada vez que estaba cerca. El parque, el aire, las flores... todo parecía brillar de una manera diferente cuando él estaba a tu lado.

Te sentaste de nuevo bajo el sauce, y Ben se unió a ti, acomodándose a tu lado. El silencio entre ambos no era incómodo; al contrario, era una de esas pausas que se sienten llenas, donde las palabras no son necesarias porque el simple hecho de estar juntos lo dice todo. Ambos miraron el horizonte, observando cómo el viento acariciaba las hojas de los árboles, y cómo las flores de los alrededores se movían al compás de la brisa.

—¿Recuerdas la primera vez que hablamos sobre la primavera? —preguntaste, rompiendo el silencio con una sonrisa nostálgica.

Ben rió suavemente, asintiendo. —Claro, estábamos discutiendo sobre cuál era la mejor estación del año... y aunque sigo pensando que el otoño es la mejor, ahora mi favorita es la primavera.

Tú lo miraste, con curiosidad —¿Y a qué se debe ese cambio de opinión?

Ben entrelazó sus dedos con los tuyos, acercándose un poco más.

—Es que cada primavera me recuerda a ti —dijo él, mirándote directamente a los ojos—. Todo renace, todo parece nuevo, y eso es lo que siento cada vez que estamos juntos.

Tu corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras. Era en momentos como ese cuando te dabas cuenta de lo afortunada que eras de tener a alguien como Ben a tu lado. No solo te hacía sentir amada, sino que también te hacía sentir comprendida, como si él viera más allá de lo que los demás podían percibir.

El sol comenzaba a bajar lentamente, bañando el parque en una luz dorada y suave. Las sombras de los árboles se alargaban, y el cielo empezaba a tornarse de un suave tono anaranjado. Decidiste apoyarte en el hombro de Ben, sintiendo la calidez de su presencia. Él pasó un brazo por tus hombros, acercándote más a él, como si quisiera asegurarse de que el momento durara para siempre.

—Gracias por esto —susurraste, acariciando los pétalos de las flores que aún sostenías en tus manos—. No solo por las flores, sino por todo... por estar aquí, por hacer que cada día se sienta especial.

Ben te miró con ternura, inclinándose un poco para besar la parte superior de tu cabeza. —Siempre estaré aquí —murmuró contra tu cabello—. Para compartir cada primavera, cada momento.

Se quedaron así un largo rato, disfrutando de la compañía mutua y del suave sonido de la naturaleza a su alrededor. Las flores amarillas, ahora descansando sobre tu regazo, se balanceaban suavemente con la brisa, mientras las primeras estrellas comenzaban a aparecer en el cielo.

Finalmente, Ben se levantó lentamente y te ofreció la mano. —Vamos, te llevaré a casa. Pero antes... ¿te gustaría caminar un poco más?

Le sonreíste y tomaste su mano, levantándote con cuidado. A tu lado, Ben era el ancla que te mantenía en el presente, y con cada paso que daban juntos, sabías que no importaba cuántas primaveras más vinieran, cada una sería especial mientras estuvieran juntos.

El parque se fue quedando atrás mientras caminaban hacia la salida, pero las flores en tus manos seguían brillando bajo la luz tenue del atardecer. Y en ese momento, sentiste que todo en la vida estaba justo donde debía estar.

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♡ᴡɪᴛʜ ʏᴏᴜ...ɪɴ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ ʟɪғᴇ°࿐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora