Capítulo 25

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Una alarma insoportable interrumpe mi sueño.

—Nyx, apaga la maldita alarma —digo, sonando aún más gruñona—. ¡Nyx! No puedo seguir soñando, y créeme, fue el sueño más caliente que tuve en mi vida.

Me acurruco más cerca de mi almohada y me doy cuenta de que mi almohada se mueve, es dura y, además, tiene un aroma masculino. También en el ambiente hay un aroma muy fuerte a sexo, lo cual me parece raro.

Abro los ojos rápidamente y me doy cuenta de que Nyx no está en la habitación, sino que estoy abrazada al enorme cuerpo de Lazarus. Mi pecho desnudo está completamente pegado al suyo, mi pierna está enredada con la suya, y, por si fuera poco, siento un brazo enorme que está tatuado rodeándome posesivamente la cintura, y unos pectorales contra mi espalda.

Tengo mucho calor, y eso que estamos en noviembre, un mes en el que hace mucho frío.

Empiezo a recordar todo lo que pasó anoche y me sonrojo. Ya no soy virgen y me acosté con mi director y mi maldito profesor de historia.

¿Lo peor de todo? Que quiero más.

El brazo que rodeaba mi cintura me suelta, y al instante el dulce calor de Draven desaparece. Él apaga la maldita alarma, se acurruca nuevamente en su posición anterior y me envuelve otra vez con su brazo.

Su agarre es posesivo. Su mano baja lentamente hasta detenerse en uno de mis pezones, trazando círculos lentos que son relajantes; me está acariciando amorosamente.

—Cuervo, ¿quieres contarnos más sobre tu caliente sueño? —Creo que acabo de tener un orgasmo solo al escuchar la voz profunda de Laz.

—Escuchaste mal, no era caliente, era una pesadilla —le miento, disfrutando de provocarlo.

—Creo que nos está mintiendo, Laz —dice Draven, cuya voz es, dios mío, también extraordinariamente sexy al despertar.

—No. Definitivamente fue de terror —continúo con mi mentira.

La mano de Draven, que estaba acariciando dulcemente mi pezón, ahora empieza a deslizarse lentamente hasta detenerse en mi vientre, donde se queda quieta.

—Pajarito, si meto mi mano entre tus piernas, ¿te encontraré empapada? —me pregunta el descarado de Draven.

—No. Estoy completamente seca. Como dije, tuve...

No me deja terminar de hablar, porque Draven baja su mano y toca mi muy sensible coño. Da un pequeño círculo a mi clítoris, pero sigue bajando hasta detenerse en mi agujero, que está bastante adolorido.

Cuidadosamente, pasa su dedo por allí y lo introduce en mi entrada.

—Pajarito, si tu sueño fue de terror, ¿por qué mi dedo está completamente empapado?

Me quedo callada, tratando de contener la risa. Es muy divertido molestarlos.

—Laz —gruñe Draven.

—¿Qué pasa, Draven?

Draven saca los dedos de mi vagina y me muestra lo empapados que están. Hay un poco de sangre también, señal de que mi virginidad ha sido eliminada. Eso sí me hace sonrojar.

—Mira mis dedos, Laz —le dice Draven a Lazarus.

Lazarus inclina su cabeza para ver lo que Draven le está mostrando, y su mirada cambia de soñolienta a depredadora. Sigo encima de él y no me muevo, pero él agarra la muñeca de Draven y se lleva sus dedos a la boca, mirándome fijamente mientras lo hace.

Dios, estoy extremadamente mojada. Lazarus acaba de llevarse los dedos de Draven, manchados con mi sangre, mis jugos y ambos de sus semen, a sus labios y los succiona. Los deja en su boca por varios segundos antes de soltarlos.

LAZARUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora