En tiempo récord, llego a mi habitación de la residencia. Aunque extraño mucho a los chicos. No sé qué me hicieron, pero estar lejos de ellos me duele. Estoy obsesionada. Dios, me van a arruinar.
Cuando abro la puerta, me encuentro a una Nyx histérica.
—¡Dios santo, Gothraven! ¿Quieres que me muera de un infarto? —me grita Nyx, casi al borde de un ataque de nervios.
Cierro la puerta rápidamente para que nadie más la escuche.
—Nyx, no grites, me vas a dejar sorda —le digo, tratando de tranquilizarla.
Ella corre hacia mí y me envuelve en sus brazos. Me cuesta un segundo reaccionar, pero le devuelvo el abrazo. Escucho un pequeño llanto.
—Nyx, ¿estás llorando? —No soy buena con las emociones ajenas; me cuesta hacer o decir algo cuando alguien llora.
—Obvio que estoy llorando, Ravenna. ¡Me asusté! Casi no pude dormir en toda la noche. Estuve a segundos de ir a la comisaría —dice Nyx, aún abrazándome.
Me suelta y me mira de arriba a abajo.
—Gothraven, ¿qué llevas puesto? ¿Por qué tienes una camiseta manchada y unos pantalones de murciélagos? Además, tu olor es raro; hueles a hombre.
—Emmm... —No sé qué decirle. No puedo contarle que estuve toda la noche con mi director y profesor de historia.
—¿Tuviste sexo? Dios, Raven, ¿qué te costaba mandarme un mensaje? Te llamé como unas cincuenta veces. Realmente te deben haber follado muy bien para que estés tan desconectada. Sinceramente, te envidio un poco —me dice Nyx, riéndose.
Me pongo roja.
No sé qué decirle; soy mala mintiendo. Me quedo muda.
—No hace falta que me lo confirmes, Gothraven. Tu rostro te delata. Dime ya mismo quién fue —me pregunta, con ese aire de mamá gallina protegiendo a sus polluelos.
Se equivocó de número, pienso, mientras me río internamente.
En verdad, Nyx, fueron dos y los conoces muy bien: uno es Draven y el otro, Lazarus. Pero, obviamente, no le puedo decir eso, así que rápidamente le suelto lo primero que se me ocurre.
—No lo conoces. No vive en la residencia. Lo conocí la vez que fuimos al bar y, bueno, desde ese momento no dejamos de hablar. —¡Merezco un Óscar por lo creíble que sonó mi mentira!
—¿Cómo se llama? —Ahora está con los brazos cruzados, analizándome, buscando si le estoy mintiendo.
—Nick Jordan. —Es un nombre tan genérico. Hay millones de Nicks en el mundo.
—Después quiero que me cuentes todos los detalles, pero primero, ¡báñate, Gothraven! Apestas a sexo —dice lo último riendo.
Respiro hondo y le hago caso. Me doy la vuelta y me dirijo al baño con una mezcla de nervios y emoción. Cierro la puerta tras de mí y me quito rápidamente la ropa, dejándola caer al suelo. Enciendo la ducha y dejo que el agua caliente caiga sobre mi piel. La calidez me relaja mientras empiezo a frotarme con un gel de ducha que huele a vainilla.
En pocos minutos, me lavo el cabello y me enjuago, disfrutando de la sensación del agua que arrastra el cansancio de la noche anterior. Una vez que estoy limpia, me seco rápidamente y miro en mi armario.
Elijo una camiseta negra con un estampado gótico y unos pantalones ajustados de mezclilla. Me pongo una chaqueta de cuero encima. Luego, me acerco a mi mesa donde tengo mis productos de maquillaje. Aplico sombra oscura en los ojos, delineador y un toque de rubor. Termino con un lápiz labial negro, que le da ese toque dramático a mi look.
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LAZARUS
RomanceYo huyo de mi pasado. Huyo lo más rápido que puedo. La Ravenna que era antes murió ese día. Por suerte, fui aceptada en una universidad extremadamente exclusiva; no cualquiera puede entrar allí. Lo que nunca esperé fue que el dueño de la universidad...