Capítulo 3

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—Esta pintura debe ser la más horrible que he visto en mi vida —digo completamente disgustada.

Si pudiera pensar en una pintura sin alma, miraría esta. Es realmente horrible. Los colores chocan entre sí: tonos de marrón marchito, verdes apagados y un grotesco rojo que parece chorrea sangre. Las formas son caóticas y amorfas, como si hubieran sido arrojadas al lienzo sin ningún propósito. Figuras indistintas emergen, distorsionadas y retorcidas, evocando una sensación de angustia. Una mancha de negro en el centro parece absorber la luz, mientras que bordes irregulares se extienden como garras por toda la tela, dando la impresión de que la pintura está viva, como un monstruo esperando a devorar cualquier atisbo de belleza.

—Raven —me dice Nyx, temerosa.

—¿Quién es Draven? Que alguien le diga que aprenda a pintar y que haga una obra como la gente, no se merece estar en esta pared. O sea, mira, Nyx, esa otra pintura es hermosa, con sus suaves tonalidades de azul y dorado que brillan como luz de luna. Esta no tiene alma. Es una pintura sin corazón.

—Raven —me dice, más tensa, y me hace una señal para que mire hacia atrás.

Confundida, hago lo que me dice y me doy la vuelta.

Me quedo congelada. Frente a mí está el hombre más hermoso que he visto en toda mi vida. No puedo creer lo atractivo que es. Es lo que se denomina un hombre: alto, con una presencia que domina la habitación. Tatuajes adornan sus brazos musculosos, un intrincado diseño de sombras y figuras que parecen contar una historia de rebeldía y fuerza. La camisa blanca que lleva puesta se ajusta a su torso, acentuando sus abdominales definidos, que parecen esculpidos por un artista divino. Subo la mirada hasta sus ojos, unos profundos orbes oscuros que parecen perforar el alma. Su mirada es intensa, atrapante, como si pudiera leer mis pensamientos más secretos. Y esos labios, Dios mío, son tan perfectos que parecen haber sido moldeados para ser besados. Debería dejar de mirarlo. Este hombre podría ser mi padre. Jamás me había sentido atraída por un hombre mayor, pero, Dios mío, este hombre está para comérselo.

—Así que es horrible —interrumpe el silencio.

—¿Qué cosa? —no entiendo a qué se refiere.

—Estabas hablando de la pintura, decías que es horrible, ¿cierto? —me pregunta, curioso, aunque su tono sugiere un leve desagrado.

—Ahh, sí. La pintura. Es la pintura más horrible que he visto en mi vida. Ese Draven tiene un gusto espantoso. Debería dedicarse a otra cosa —le digo con total seguridad.

No sé cómo estoy hablando con él. Es demasiado atractivo. Quizás sea porque suelo hablar por ansiedad. Ese es un problema que tengo: soy muy tímida, pero lo oculto hablando. En este momento, me siento completamente intimidada por este hombre y es porque me está mirando fijamente a los ojos, y qué ojos, Dios mío. Son hermosos.

—Y lo hace. Es el director y el dueño de esta universidad. Draven Ravenscroft, un placer. Yo soy el dueño de esta pintura espantosa, como usted dice, señorita...

Creo que si la tierra se abriera y me tragara, me haría un gran favor. Me estoy muriendo de vergüenza. Le acabo de decir al dueño de la universidad que su pintura es un asco. Adiós a mi beca. Adiós a mi futuro como pintora, adiós a la galería de mis sueños.

Nyx me da un codazo. Me había olvidado que estaba a mi lado.

—Ravenna Waverly, señor —tartamudeo. Estoy muy nerviosa—. Disculpe, no quise insultarlo. No es tan fea su pintura; tiene cosas bonitas. Ese color rojo es interesante.

—¿Usted es la nueva alumna becada, verdad? —me pregunta.

En ningún momento dejó de mirarme fijamente. Este hombre realmente debería moderar su intensidad. Apuesto a que es Escorpio.

—Sí, soy la alumna becada —le digo con orgullo. No me siento menos por no poder pagar mi matrícula en su totalidad.

—Señorita Morgan, retírese —se refiere a Nyx.

—Lo siento —me dice Nyx por lo bajo y se va casi corriendo.

Ahora estoy sola con este hombre. Que Dios me ayude. Si hay algún ser en esta tierra que me pueda ayudar, que lo haga, por favor.

Draven camina lentamente, acortando los pocos centímetros que nos separan. Estamos en una posición en la que, si alguien nos viera, pensaría que me está por besar, pero sé que eso está lejos de suceder. Por desgracia. ¿Qué demonios me pasa?. ¿Desde cuándo me gustan los hombres mayores?

Acerca su boca hasta detenerse en mi oído.

—No creo que quieras perder tu beca, ¿verdad? —los pelos de mis brazos se erizan.

Dios, este hombre.

—La verdad, no —lo digo tan bajito que no estoy segura de si me escuchó.

Él agarra un mechón de mi cabello y lo acomoda detrás de mi oreja.

—Ten cuidado con esa boca, te puede llevar por mal camino.

Se separa de mí y se va.

No entiendo qué acaba de pasar. Lo peor de todo es que estoy temblando, afectada por el maldito director. Que alguien me lleve a un psiquiátrico y me interne.

Tengo que mantener un perfil bajo y no meterme en problemas. Ya he empezado con el pie izquierdo con el director, que es el dueño de esta universidad. Voy a comportarme y no meterme en líos. Ya tengo bastante con los problemas que arrastro de mi pasado.

LAZARUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora