Capítulo 8

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Estoy a cinco cuadras de mi casa y mis pies me duelen. Estoy usando tacones. Maldita Nyx, que me obligó a usarlos. Debí haberme puesto mis botas de cuero.

Me detengo un instante. La calle está extremadamente silenciosa y no se escucha ni un auto, ni ninguna pisada. Así que dejo de correr.

¿Qué carajos acabo de ver? El director y mi profesor son criminales. Lazarus asesinó a un hombre a sangre fría y vi cómo le volaron los sesos. ¿Saben cuál es la peor parte? No me perturba como debería. Es más, y esto me da vergüenza admitirlo, pero mi cuerpo está reaccionando de una manera muy extraña.

Hay algo realmente malo en mí.

Un brazo me agarra bruscamente y me arroja contra un cuerpo musculoso. No me da tiempo para gritar por ayuda porque una mano me cubre la boca.

Lazarus aparece frente a mí, tiene la camisa manchada de sangre. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Supongo que es el cuerpo de Draven el que me está sujetando. Estoy incómoda.

Le muerdo la mano con fuerza, pero parece que no le duele. Lo muerdo tan fuerte que la sangre fluye de la herida que le hago.

—Eso, cariño, bebe mi sangre —me susurra Draven al oído.

—Estás enfermo —digo contra su mano, dudo que pueda entenderme.

Su sangre no sabe mal, sabe a metal. En vez de asquearme, me excita todavía más.

—Ravenna, tú no viste nada —me dice Lazarus.

Draven me suelta la boca.

—Si hablas, prometo que te voy a sacar la beca y olvídate de la universidad.

Una furia incontrolable recorre mi cuerpo. Estos tipos son unos completos imbéciles.

—Eres un imbécil —digo, ya ni me importa faltarle el respeto.

Su mano, que había dejado mi boca, ahora la lleva a mi cuello y aprieta.

El aire que antes llenaba a mis pulmones ahora desaparece lentamente.

—Si me vuelves a insultar, te voy a castigar, y créeme que no va a ser satisfactorio.

Estoy en llamas.

Lazarus saca su arma y me apunta.

—Sabes que podría matarte en este mismo instante y no tendríamos más problemas, ¿verdad? —el miedo recorre mi cuerpo.

—Por favor, no me mates. Haré lo que sea.

—¿Lo que sea? —me dice con una sonrisa lobuna que me aterroriza.

—Me da miedo esa sonrisa —le confieso.

Lo cual es un error. No está bien confesar tus miedos a tipos como ellos, depredadores.

—Eso me gusta, Rav, tenme miedo.

Guarda su arma.

Un alivio recorre todo mi cuerpo.

—No voy a dudar ni un segundo si abres tu boca. Llegas a decir algo de lo que viste y lo que le hice a ese hombre va a quedar corto comparado a lo que te voy a hacer a ti —me amenaza.

Lazarus me aterroriza.

—No voy a decir nada —apenas puedo hablar. Draven está apretando mi garganta algo fuerte, pero aún me deja suficiente aire para respirar.

—Te vamos a estar vigilando, Ravenna Waverly.

Draven me suelta, pero me da un beso en la mejilla.

Me congelo.

—Hasta luego, cariño.

Ambos se van y me dejan sola. Tengo que procesar todo lo que acaba de suceder. Algo me dice que estos hombres me van a hacer la vida imposible. Adiós a mi vida universitaria tranquila.

LAZARUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora