Capítulo 24

108 19 11
                                    

Sigo en el regazo de Draven; estoy muy cómoda abrazada a él, me siento reconfortada. El momento que compartimos juntos recién fue hermoso.

Sinceramente, estoy agotada.

Me levanto con cuidado de encima de Draven y lo miro a Laz. Sus ojos celestes son tan lindos.

—Draven, ¿quieres que te ayude a lavar los platos? —le pregunto.

—No te preocupes, pajarito. Amanda se ocupa mañana; es nuestra ama de llaves —me explica.

Unos celos irracionales me recorren el cuerpo; no me gusta la idea de que una mujer comparta el espacio con ellos.

—¿Estás celosa, cuervo? —me pregunta Laz.

Él camina desde donde estaba hasta pararse frente a mí. Sus ojos, que anteriormente eran de color celeste, ahora tienen las pupilas completamente negras. Luce aterradoramente sexy.

—No —le miento.

—Estás muerta de celos, Raven. Eres una persona muy transparente, y me doy cuenta de que estás mintiendo —me dice de forma graciosa.

—Bueno, sí, estoy celosa. No me gusta que haya otra mujer conviviendo con ustedes —termino de hablar y me quedo callada.

No puedo creer que haya dicho eso en voz alta. No me considero celosa, nunca fui posesiva, ni nunca experimenté lo que siento por ellos, pero me están convirtiendo en alguien que desconozco.

Agacho la mirada; soy incapaz de mirar a cualquiera de los dos a los ojos. Seguramente estoy roja de la vergüenza.

—Esta despedida, entonces. Vamos a contratar a un hombre —me dice Laz.

Subo mi mirada y lo miro. Él me sonríe.

—Cuervo, como tú eres nuestra, nosotros somos tuyos. Si te molesta que otra mujer esté con nosotros, la vamos a despedir —me guiña un ojo.

—¿Podemos ir a la cama? —pregunta Draven—. Realmente quiero dormir; mañana tengo que ir temprano porque tengo una reunión importante.

Eso me recuerda.

—Dios mío, chicos. Miren mi ropa. Yo no puedo ir con esta camiseta a la universidad. Van a pensar que soy una vagabunda —digo exageradamente.

Ellos se ríen y yo me uno a ellos. Realmente es una situación graciosa.

—Tranquila, Cuervo. Nos vamos a despertar temprano para que puedas ir a tu residencia y cambiarte. Además, no quiero que ningún otro hombre te vea con esa camiseta. Se te notan los pezones, y si veo, siquiera, a un hombre mirártelos, no creo que pueda contenerme —dice en tono amenazante.

—¿Ahora también me vas a decir qué ropa usar? —le pregunto, algo indignada—. Mejor no me respondas, Lazarus; quiero irme a dormir. De todas formas, jamás iría a la universidad con una mancha de café enorme. No sé si lo recuerdas, pero yo me visto con ropa gótica; tengo una reputación que mantener —le sonrió.

—Mejor, porque no me hago cargo de mis actos. Vamos a dormir en la cama de Draven, que es la más grande —nos dice Laz.

Caminamos por el mismo pasillo gótico por el que entramos a la cocina, pero ahora nos dirigimos hacia otro que tiene unos cuadros alucinantes. Hay algunos marcos con fotos de ellos, pero caminan tan rápido que no tengo tiempo de mirarlos a cada uno.

A medida que avanzamos, nos encontramos con una escalera enorme, que parece elevarse hacia el cielo. Los escalones son de madera oscura, tallados con intrincados diseños de hojas y enredaderas, y la barandilla está decorada con detalles de filigrana de hierro forjado que se asemejan a alas de murciélagos. La luz tenue de las arañas que cuelgan del techo ilumina cada paso, creando sombras que danzan a nuestro alrededor. Al ascender, me siento como si estuviera entrando en un castillo de ensueño, y la atmósfera de antigüedad y misterio me deja asombrada.

LAZARUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora