Capitulo 114

31 6 0
                                    

Pablo

—Tengo los espermas más rápidos de todo el mundo del fútbol

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Tengo los espermas más rápidos de todo el mundo del fútbol. —dije entrando al coche—. Y una polla enorme.

Rodrigo me miró con una mezcla de incredulidad y diversión, pero no pude evitar soltar una risa nerviosa ante la tensión que sentía después de la consulta. Sabía que lo que acababa de decir no era apropiado, pero algo dentro de mí necesitaba romper el hielo.

—¡Pablo! —dijo Rodrigo con voz firme, aunque no pude evitar ver la ligera sonrisa en sus labios—. Ya basta, ¿no ves que estamos pasando por algo serio?

Me froté la nuca, avergonzado, mientras miraba por la ventana.

—Lo sé, lo sé... Solo estaba tratando de aligerar un poco el ambiente. Es todo tan extraño, ¿no? —respondí, un poco más tranquilo.

Rodrigo suspiró, pero su tono se suavizó. Me lanzó una mirada que combinaba cariño con algo de cansancio, y puso la mano sobre la mía.

—Sí, es extraño, pero no puedes seguir metiéndote en problemas, ¿eh? Si vas a bromear, que sea en el momento adecuado.

Sonreí, sintiéndome un poco tonto, pero también aliviado al ver que no estaba tan molesto como parecía al principio.

—Prometido. Vamos a lidiar con todo esto juntos, ¿vale? Sin bromas raras.

Rodrigo asintió, su expresión más relajada ahora, aunque podía ver la preocupación en sus ojos.

—Juntos, siempre. Pero no sigas con esas bromas, por favor, Pablo.

Los días habían pasado rápido después de la consulta, pero la realidad de lo que estábamos viviendo seguía dándome vueltas en la cabeza. Aunque en la cancha todo parecía ir bien, con la victoria arrolladora contra el Marbella en la Copa del Rey, en casa las cosas no eran tan fáciles. Mientras amamantaba a Matías, algo en el ambiente me hacía sentir una especie de distancia entre Pablo y yo.

Él estaba sentado en el sofá, acariciando a Thiago, el perro que había sido parte de nuestras vidas desde hacía años. Le daba cariño con la misma devoción que siempre había tenido, pero algo había cambiado en la forma en que me miraba. Lo notaba en sus gestos, en la suavidad con la que trataba a Thiago, como si, por alguna razón, se estuviera alejando de mí.

Miré hacia él mientras seguía dando de mamar a Matías, intentando ignorar la creciente sensación de desconcierto. Pablo siempre había sido cariñoso, pero ahora parecía estar más enfocado en su relación con el perro que en nuestra vida juntos. La distancia que comenzaba a formarse entre nosotros no me gustaba.

—Pablo, ¿todo bien? —le pregunté, sintiéndome un poco incómodo por la frialdad en el ambiente. Mis palabras lo sacaron de su concentración, y se giró lentamente hacia mí.

Él asintió, pero sus ojos parecían perdidos en algún pensamiento lejano.

—Sí, todo bien. Solo… pensando en algunas cosas —dijo con una sonrisa, aunque no lograba disimular la preocupación en su rostro.

Lo observé por un momento, sin saber si debía decir algo o esperar a que él abriera más sus sentimientos. Estaba tan ocupado con todo lo que había estado sucediendo dentro de mí, con los cambios hormonales y la extraña situación con el embarazo, que ahora sentía que mi relación con Pablo también se estaba viendo afectada.

Pablo se levantó finalmente, dejando a Thiago descansar sobre la alfombra. Se acercó a mí, y sin decir nada, me besó la frente de manera suave. Fue un gesto tierno, pero también distante, como si quisiera evitar algo que estaba flotando entre nosotros, algo que no terminaba de comprender.

—Lo siento, Rodrigo —dijo después, rompiendo el silencio—. No es que te esté ignorando, es solo que… a veces no sé cómo manejar todo esto.

Levanté la mirada, sintiendo que mi corazón se aceleraba.

—¿Qué es lo que no sabes manejar, Pablo? —pregunté con suavidad, intentando que mi voz no sonara cargada de reproche.

Pablo se sentó junto a mí, y sin palabras, tomó mi mano, la cual me apretó con fuerza. Parecía estar luchando consigo mismo, como si no quisiera abrirse demasiado.

—No quiero que pienses que te estoy dejando solo en esto, Rorro —comenzó, finalmente mirando directo a mis ojos—, pero es difícil, ¿sabes? Todo ha cambiado tan rápido, y siento que no estoy siendo el compañero que mereces.

Respiré hondo, sintiendo cómo sus palabras comenzaban a calmarme. No era fácil para ninguno de los dos, y, aunque sus acciones no lo demostraban de la forma que esperaba, entendí que, en su corazón, Pablo seguía a mi lado. Solo que su manera de lidiar con todo esto era diferente.

—Pablo, estamos en esto juntos, ¿recuerdas? —dije, acariciándole la mano con la mía—. Lo que estamos viviendo no es fácil para ninguno, pero no tienes que cargar con todo solo. Yo también tengo mis miedos, pero confío en nosotros.

Pablo asintió lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de alivio y gratitud. Se acercó un poco más y me abrazó con suavidad, apoyando su cabeza en mi hombro.

—Lo sé, lo sé. Solo no quiero que todo esto nos separe, Rodrigo. Lo último que quiero es perder lo que tenemos.

Lo apreté con fuerza, deseando que pudiera sentir la misma seguridad que yo en este momento.

—Nunca te voy a dejar, Pablo. No importa lo que pase, siempre estaremos juntos.

—Quiero estar dentro de ti... —dice, apretandome con fuerza.

—Pablo...

Unos minutos después Pablo y yo estábamos haciendo el amor en nuestra habitación, él se encontraba encima de mi observandome y yo abajo suya retorciendome de placer.

—Joder, no me aprietes... —gruñe.

—Espera que ahora se lo digo... —gemi ante una embestida suya.

Pablo me abrió más las piernas y me morí de la vergüenza, intente taparme pero él me retuvo las manos.

—Conmigo no te tapes. Nunca.

Asenti y empece a quitar mis manos.

Unas horas después los dos habíamos cojido un ritmo más intenso, ahora estaba yo encima de él y él es el que me impulsaba con las embestidas.

—No te imaginas la pedazo vista que tengo aquí: tu rostro esta sudado, tu polla esta soltando restos de semen y tú estás en un éxtasis total. —gime cerca de mi oído, un escalofrío me recorre todo el cuerpo y me abrazo a su cuello.

Unos minutos después yo me caí encima de su cuerpo por mi orgasmo, me había dejado todo el cuerpo temblando y él únicamente tenía la respiración acelerada.

Su abdomen estaba manchado de mi semen él cuál se deslizaba por sus abdominales.

—Te amo. —murmure sintiendo como el cansancio se apoderaba de mi cuerpo.

—Descansa, Rorro. —dice y es lo último que escucho antes de quedarme dormido.

____________________________________________________________________________

Uff, Rodrigo esta esperando otro bebé😍.

Creo que me estoy pasando un poquito.

El efecto [Pablo Barrios X Rodrigo Riquelme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora